Hicieron muchas cosas el uno por la otra, incluso, prestarse dinero a fondo perdido. Su amor les devolvió la ilusión y las ganas de vivir y eso, al final, no tiene precio. Isabel Preysler venía de una relación plagada de infidelidades permanentes por parte de Julio Iglesias, y Carlos Falcó, al conocer a la filipina, se obsesionó con ella. “Saltaron chispas”, dijeron los que presenciaron ese primer encuentro en Marbella. Una relación plagada de secretos, amor y también dinero. El que le dio ella a él.
Isabel Preysler nació en una familia burguesa que podía permitirse enviarla desde Manila a Madrid para que estudiara y se formara. Fue entonces cuando conoció a Julio Iglesias, que era un artista popular, pero no era la gran figura que acabaría siendo. Es verdad que había participado en la OTI, que tenía varios temas de éxito... pero su patrimonio estaba lejos de ser el que ha terminado amasado. La jovencita, que solo tenía 19 años, se casó por amor… y porque estaba embarazada.
Es verdad que este matrimonio la convirtió en alguien destacado, una nueva personalidad a la que tener en cuenta. Pero su trabajo con marcas y convertirse en la sensación para todos los periodistas fue un logro solo obtenido gracias a ella misma y a su personalidad magnética. Todos querían más de Preysler. Todos menos Julio, que parecía aburrido de la vida familiar que habían construido.
Así se conocieron Carlos Falcó e Isabel Preysler
Mientras Isabel debía quedarse en casa cuidando de los niños, sin salir con sus amigas ni hacer planes, él tenía vía libre para ser “un truhan, un señor”. Las infidelidades se contaban por decenas, y sus giras y conciertos por todo el mundo le ponían fácil lo de romper los votos matrimoniales. Le molestaba de manera soberana la sola idea de que Preysler pudiera tener una vida lejos de él. Iglesias, anquilosado en el pensamiento tradicional más machista, le espetaba que hacer planes sin él le hacía ver, a ojos del resto, como “un cornudo” y eso… ¡Nunca!
Unas de las pocas cosas que Isabel Preysler podía hacer era viajar a Marbella, a la casa que la familia tenía en Gualdalmar. Y fue ahí donde conoció al hombre que cambiaría su destino. “‘Carlos Falcó… Isabel Preysler…’. Le besó la mano e Isabel se estremeció. Todos se dieron cuenta de que había pasado algo importante”, recordaría la presentación entre ambos Pilar Eyre para su ‘No es por maldad’ dentro de la revista Lecturas. “Pilía Bravo, la entonces novia de Luis Miguel Dominguín (y testigo del encuentro) me comentó: ‘¡Fue un chispazo eléctrico!’”.
Tras esos dos besos cordiales, la obsesión. Carlos Falcó estaba absolutamente fascinado por la mujer de Manila. Su dulzura, su delicadeza… ¡Toda ella! Él era un hombre separado y entendía que la otra aún estaba casada y que, mientras eso no cambiase, entre ellos no podría existir nada salvo una buena amistad. El marqués se acercó todo lo que pudo a la socialité. Le proponía toda clase de planes, de encuentros; pequeñas quedadas donde él sentía más y más atrapado por la red de Preysler, que, por primera vez en muchos años de matrimonio, se lo pasaba bien con un hombre.
Una relación furtiva a espaldas de Julio Iglesias
Isabel Preysler sabía de sobra lo que había con Carlos Falcó. Él era marqués y tenía eso que siempre se ha llamado en España ‘rancio abolengo’, pero carecía de la bollancia de un artista superventas. Cuando este se le declaró, lo remarcó. "Estoy enamorado de ti… No soy hombre rico, pero te aseguro que voy a dedicar mi vida a protegerte y cuidarte, ¡nadie te va a querer como yo!", apunta Eyre. Isabel conocía de él todos los pros y todos los contras; y sabía que si aceptaba, su vida iba a cambiar en todos los sentidos. Y, aun así, saltó al vacío.
Vivieron un primer estadio de la relación de manera furtiva. “Carlos e Isabel se veían a escondidas, en el cine privado de Pepe Vicuña, por ejemplo, y ella iba a menudo a cenar a casa de él, en la calle Fortuny. Ese día, Carlos daba fiesta a los criados y enviaba a sus hijos con su madre”. Ahí, en el piso del marqués, cenaban endivias con roquefort y bailaban en la terraza. Isabel se sentía flotar en una nube romántica. Algo totalmente nuevo para ella.
La socialité lo quería saber todo. Deseaba empaparse de todos los maravillosos conocimientos de la vasta cultura que tenía Carlos. Atendía entregada a cada detalle que el otro le explicaba, porque Isabel Preysler siempre ha sido una mujer tremendamente curiosa y con iniciativa. Todo lo que atesoraba, enriquecía aún más su leyenda que, para entonces, ya empezaba a ser alargada.
Isabel Preysler: ha nacido un icono
Una mujer que destilaba belleza, elegancia y era extremadamente interesante. Entonces fue cuando empezó a convertirse en la preferida de marcas como Porcelanosa, su idilio más duradero y, también, el más rentable.
La Reina de Corazones le comunicó su decisión a Julio Iglesias: le dejaba. No había marcha atrás. Él, sin entender qué había podido salir mal, se lamentó y pataleó. La decisión estaba más que tomada. Le había cortado las alas, pero, afortunadamente, ella se buscó la manera para agenciarse otras y volar alto.
Isabel Preysler empezó una nueva vida al lado de Carlos Falcó. Se casaron en la boda más secreta de todas y tuvieron a Tamara, la consumación de su amor. El dinero no era un problema, la socialité tenía de sobra. Exclusivas, contratos con firmas que pagaban de manera generosa… gracias a esto, la filipina empezó a invertir en la gran pasión de su nuevo marido: el campo. Le prestó dinero para que remodelara El Rincón, la joya de sus propiedades. Una joya maltrecha y (casi) en ruinas que ella se preocupó en adecentar. No imaginaba que este palacete acabaría albergando la boda de su hija mediana…
Pero, quizás, el gran regalo económico que Isabel Preysler le hizo a su marido fue cuando este se convirtió en ex. A pesar de la ilusión inicial, la filipina acabó desencantada. Aburrida. Carlos adoraba pasar tiempo en el campo y ella tenía otros intereses. Fue entonces cuando esta conoció a Miguel Boyer, también casado, por quien sintió un flechazo inmenso. Durante todo un lustro, el Ministro y la socialité llevaron una relación clandestina. Hasta que este no abandonó su cargo en la política, no se animaron confirmar su romance.
Cuarenta millones de pesetas le entregó la filipina al experto enólogo. “Las propiedades heredades por los hijos del marqués de Griñón, entre ellos El Rincón, se salvaron del embargo y la quiebra gracias a los cuarenta millones de pesetas que Isabel le entregó a Carlos como regalo de divorcio”. Señaló la catalana a Lecturas.
Cuando se separaron, había demasiado dolor para ser buenos amigos. “Al principio no fue muy fácil. Fue una temporada un poquito difícil, pero, pasado el tiempo, llegamos a ser más amigos y más amigos hasta ser buenos amigos. Es una cosa que siempre le agradecí. Carlos, que era un gran señor, lo hizo muy fácil”, resumió la propia Isabel en el programa ‘Lazos de Sangre’.
Carlos siempre tendrá un lugar muy especial en su corazón. Le enseñó a volar libre y eso no hay dinero que lo pague.