Las maldiciones son a las familias reales lo que sus enrevesados árboles genealógicos, inherentes. Están. Se dan de manera casi natural. Cuando a los Windsor se les acumulan los dramas, uno no puede evitar preguntarse, ¿y si estuviera operando el mítico maleficio?

El pasado febrero, el rey Carlos III y su nuera, Kate Middleton, pasaban por el hospital. La madre de tres hijos era intervenida en la zona abdominal de una dolencia que se mantiene en rigurosa privacidad. Lo mismo que sucede con el cáncer del monarca. No sabemos absolutamente nada de qué padece, ni qué tratamiento está recibiendo; lo único que sí sabemos a ciencia cierta es que ya está siendo tratado y que esto le deja indispuesto para seguir con las obligaciones de su día a día.

Por su parte, la esposa de Guillermo, se recupera en casa y estará de baja hasta pasada Pascua. Desde Kensington solo deslizan, y con cuentagotas, que la princesa “está bien”, mientras que su marido destaca la estupenda atención que recibe mientras él cumple con las tareas reales.

2024 para los Windsor: enfermedades y muertes inesperadas

Hace tan solo unos días, una muerte repentina: la de Thomas Kingston, esposo de lady Gabriella Windsor, fallecido con solo 45 años. Thomas, además, fue excuñado de Kate Middleton en el pasado, puesto que fue novio de su hermana Pippa. El cuerpo sin vida de este ‘royal’ fue encontrado en su domicilio, sin que los servicios médicos pudieran hacer nada por salvarle. Se ha abierto una investigación para esclarecer los motivos de su deceso.

Tres tragedias en menos de un mes. Un dato escalofriante que hace que desempolvemos las viejas leyendas que rodean a una monarquía tan antigua como la británica. Mitos, chismes y sí, también maldiciones, porque estos ‘royals’ habrían caído presos de un embrujo y todo por una joya, pero ¡ay qué joya!

Los Windsor, presos de una maldición 'preciosa'

Hablamos del diamante de Koh-i-noor, una de las piezas más exquisitas y de un valor incalculable que adorna la corona que Carlos III lució en su gran día, una reliquia que antes de llegar al joyero de los Windsor ya había conocido muchas otras manos desde que fue hallada en la India. Quien la poseía, se aseguraba una espléndida posición de poder y fama; por lo tanto, todos la deseaban. Pasó por manos indias y persas para, finalmente, ser adquirida en 1839 por los ingleses.

Cuando la pieza llegó hasta las joyas de la corona británica, ya sabían que esta venía con ‘sorpresa’. Su fama le precedía. Era sinónimo de opulencia y exclusividad pero, también de decadencia. Cada príncipe y rey que lo había llevado, había caído en desgracia. Una ruina para él y para todo lo que le rodeaba, pero hasta para eso, la maldición resultaba machista, puesto que aseguraba ‘saltar’ a las mujeres.

carlos III corona
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Una maldición un tanto machista...

La leyenda cuenta que el diamante Koh-i-noor tiene sus propias normas. Si quien lo luce es un monarca, la desgracia irá ligada a su reinado. En cambio, si esta es una mujer, puede estar tranquila, la maldición pasará de largo. De ahí que las últimas que lo lucieran fueran la reina Victoria e Isabel II.

Carlos III, a pesar de ser una persona extremadamente maniática, no parece que las supersticiones sean uno de sus miedos; de ahí que luciera la joya el día de su coronación. Plantando cara a la maldición.

La familia de Carlos III, en su peor racha

Eso fue en mayo del 2023; apenas 8 meses más tarde, el nuevo rey de los británicos, en un escueto comunicado, anunciaba que padecía cáncer y que debía iniciar su tratamiento cuanto antes. La palabra abdicación empezaba a sobrevolar el Palacio de Buckingham.

Y, en paralelo, Kate Middleton en otra cama del mismo hospital. Recibiendo las visitas diarias de su marido y tratando de aparentar una falsa normalidad a sus hijos, que la echaban increíblemente de menos.

Kate Middleton

Dos fuertes golpes para una de las monarquías que más saca pecho de su poder e influencia. Eso solo si atendemos a la salud de sus protagonistas, pero lo cierto es que la corona británica lleva años herida en su orgullo. Enormes crisis de reputación que empezaron con las infidelidades de Carlos, siguieron con la muerte de Lady Di, la salida de la familia real de Harry y Meghan y, para rematar, las acusaciones contra el Príncipe Andrés, uno de los nombres presentes en la polémica lista de Jeffrey Epstein.

Los creyentes de este tipo de mitos empiezan a recordar la maldición del Koh-i-noor y mucho más teniendo en cuenta que India lleva años reclamándolo de vuelta y los británicos no lo hacen. ¿Es la ira de la joya la que se oculta tras esta serie de infortunios?