Ella dejaba atrás un matrimonio funesto y él encadenaba conquistas. Pepa Flores, Marisol, se separaba de Carlos Goyanes, y encontró en los brazos de su compañero de profesión, Joan Manuel Serrat, el bálsamo que alivió su tristeza. Fue un romance tan apasionado como breve y que se saldó con una de las canciones más sentidas de las últimas décadas.
Marisol se casó en la última gran boda de 1969. Hasta entonces, no se había visto nada igual. La niña prodigio daba el 'sí, quiero' (casi por obligación) a su primer novio, Carlos Goyanes. Los jóvenes vivían en la misma casa desde que la niña Pepita fue ‘descubierta’ como artista por Manuel Goyanes, el hombre que la convirtió en una estrella.
La narrativa era sencillamente perfecta. Marisol se había ido a fijar en el hijo de su productor, en el muchacho que siempre había tenido cerca. Una amistad que se transformó en algo más cuando estos llegaron a la adolescencia. Pero, ¿a caso Pepa tenía otra opción? A la niña no se la dejaba salir con otras personas que no fueran los Goyanes, no conocía a más gente que aquellos con los que convivía diariamente y al ‘set’ de rodaje se iba a trabajar y punto. No había ninguna concesión a la diversión ni a la ilusión adolescente, por lo que no le quedó otra que aterrizar sus ojos azules en los de su compañero de vivienda.
El triste matrimonio de Marisol y Carlos Goyanes
Primero fue un romance a escondidas. Después, cuando se hizo público, Marisol sostuvo que se perdió la magia y vino la primera separación. Estuvieron casi un año distanciados, pero la familia de él les obligó a sentarse a hablar y a “entenderse”, como ella explicaría en la biografía que publicó la revista Lecturas en los años 60.
Y tan bien les salió la jugada, que Pepa Flores y Carlos Goyanes acabaron casados en una boda en la que no faltaron ni Jaime de Mora ni Lola Flores. Todo el que era alguien en 1969 les vio pronunciar esos tímidos ‘sí, quiero’ con voz entrecortada, fruto del agobio.
Este no fue un matrimonio feliz. Marisol se adentró en una profunda depresión provocada por su imposibilidad de ser madre, lo que más deseaba en el mundo. Ansiaba tener descendencia y dedicarse a ella, para, de este modo, apartarse, como fuera, del personaje que llevaba años pensándole como un lastre de varias toneladas. Quería ser, simplemente, Pepa y olvidarse para siempre de Marisol. Algo que no iba a ser sencillo.
Una nueva vida en Barcelona y al lado de Joan Manuel Serrat
Tres años después de aquel agobiante día en la parroquia de San Agustín, Flores y Goyanes anunciaban el fin de su matrimonio. Ella estaba devastada, y atravesaba uno de los periodos más oscuros de su vida. Necesitaba abandonar Madrid y respirar fuera del estrecho círculo que siempre la había rodeado. Llegó a Barcelona y llenó sus pulmones de aire nuevo, fresco y renovado.
El fin de su matrimonio fue el fin de Marisol. Empezaba la auténtica vida de Pepa Flores. Quería experimentar, disfrutar, reírse, enamorarse… vivir, en definitiva. Un verdadero florecer que no experimentó sola, puesto que, a su lado, sin soltarle la mano y entendiendo su situación, estaba Joan Manuel Serrat.
“El nidito de amor de la pareja era un apartamento propiedad de Serrat, situado a espaldas del Camp Nou”, contaba el periodista Manuel Román. “Allí, en aquella vivienda, Joan Manuel y Marisol vivieron un tórrido amor, que les duró unos pocos meses. Aunque no siempre ella podía quedarse en la Ciudad Condal, sujeta, todavía, a sus compromisos artísticos”.
¿Por qué rompieron Marisol y Joan Manuel Serrat?
Se enamoraron perdidamente, Pepa Flores quería todo con Joan Manuel, quien ya había sido padre junto a la modelo Mercedes Doménech. La artista se imaginó una nueva vida con acento catalán y sabor Mediterráneo. Lo ansiaba con todas sus fuerzas. Ya no estaba interesada en mantener sus cargas profesionales, estaba agotada y cansada. No obstante, llevaba trabajado, de manera incesante, desde los 9 años.
Joan Manuel Serrat le escribió un tema que, ipso facto, se convirtió en un himno. ‘Tu nombre me sabe a yerba’ habla de esos nuevos comienzos que ella anhelaba y de hacer cualquier cosa por amor. “Porque te quiero a ti, porque te quiero, dejo los montes y me vengo al mar”. La canción sonaba a una perfecta declaración romántica que el cantautor le dedicaba a su enamorada.
Ella estaba dispuesta a todo. A hacer de cada promesa del tema una realidad. Él, menos. Estamos a principios de los años 70 y la carrera de Joan Manuel Serrat está en auge. El artista no puede ni quiere comprometerse con lo que le pide la malagueña. Y es en este punto cuando los dos entienden que desean cosas diferentes y que su amor resulta imposible.
Joan Manuel Serrat acabará conociendo a la mujer a la que lleva unido cuatro décadas, Candela Tiffón, y formará una familia con ella. Por su parte, en 1973, Marisol empezará un romance con Antonio Gades, con quien logró su sueño de ser madre. Vivieron una relación que duró más de una década y que acabó por una traición del bailarín.
La discreción, tanto de Serrat como de Pepa Flores ha convertido su romance en una de las grandes historias de amor que se cuentan en susurros. Un romance con banda sonora que, cincuenta años más tarde, aún hará estremecer a sus protagonistas.