Voy a confesar aquí algo que me resulta muy difícil. Tengo 35 años y prácticamente toda mi vida adulta he tenido un fuerte complejo de fea. Realmente creo que soy muy fea; no es algo que me invente. Especialmente de cara, no soy nada agraciada. Alguna vez he oído comentarios por la calle referidos a mí del tipo: “¡Qué adefesio es esa chica!”. Por supuesto, no tengo pareja y mi autoestima es bajísima por esta causa.

Casi todas las personas –¡si no todas!– hemos tenido algún complejo a lo largo de nuestra vida. ¡Es típico! Nosotros vemos muchos en nuestras consultas. Por ejemplo, el complejo de tener el pene pequeño, en los hombres, o los pechos pequeños, en las mujeres.

Todos los complejos son fruto de una errónea concepción de lo que es importante en la vida y lo que no lo es. Una vez aclaramos ese sistema de valores, los complejos desaparecen por sí solos.

Y, en relación a tu problema, atenta a lo que voy a decir ahora: ¡para la felicidad, no importa en absoluto la belleza física! ¡Nada!

En la sociedad actual se da una importancia loca a ese atributo y eso provoca muchos problemas. Pero que sepas que jamás nadie ha conseguido un ápice de felicidad por ser hermoso.

La felicidad depende solo de una cosa: “del amor por la vida y por los demás”. Si tienes mucho de eso, tú podrás ser inmensamente feliz; si no lo tienes, no lo serás. Así de simple.

Te voy a dar pruebas de que esto es así. Yo he tratado en terapia a muchísimas personas muy bellas y también muy desgraciadas… Dime, ¿la hermosura les dio la felicidad? ¡No! Por otro lado, conozco a cientos de personas netamente feas, encantadas de la vida, felices hasta el éxtasis. Eso demuestra que no necesitamos hermosura para tener una vida plena.

Cualidades trampa vs. cualidades auténticas

A mí me gusta decir que existen “cualidades trampa” y “cualidades auténticas”. Las “trampa” son la belleza, la inteligencia, la extroversión o la eficacia, entre otras. Y las “auténticas” son solo la capacidad de amar a la vida y a los demás. Las “cualidades trampa” son un peligro, porque tendemos a darles demasiada importancia y a trabajar mucho en ellas, cuando en realidad no dan satisfacciones reales y profundas. Son una pérdida de tiempo.

Para resolver tu complejo lo único que tienes que hacer es trabajar mentalmente para convencerte –en profundidad– de que la belleza no tiene ninguna importancia y que tú puedes ser inmensamente feliz al margen de ella.

Haz como las personas fuertes y felices de verdad, que cultivan la virtud del amor por lo que hacen y por la gente y eso les da todas las fuerzas para tener una vida alucinante.

Piensa que la vida nos está esperando ahí afuera para que disfrutemos increíblemente de ella y la única manera de lograrlo es cultivar las cualidades “auténticas” y dejar de lado las “falsas”.

Una última prueba: yo soy un gran seguidor de Stephen Hawking, el científico en silla de ruedas. Fíjate en que él no es muy guapo y, sin embargo, es muy feliz. O piensa en Mahatma Gandhi, otro de los grandes. Tampoco era nada agraciado y vivía una vida de plenitud bellísima. Tú, ¿de qué club quieres ser? ¿Del de Gandhi o Hawking, personas fuertes y felices? ¿O del club de las personas superficiales que valoran tonterías como la belleza física y otras chuminadas?