La leyenda cuenta que Rockefeller, uno de los hombres más ricos de los Estados Unidos, siempre guardó el primer dólar que ganó gracias a su esfuerzo. De hecho, se convirtió casi en un talismán para él. A la infanta Cristina le pasó algo parecido en su primera incursión en la vida adulta.

En 1989, la infanta Cristina hizo historia al convertirse en la primera mujer de la Corona española en obtener un título universitario. Su padre, el rey Juan Carlos, estampó su rúbrica en el título que la acreditaba como licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense. La joven había ido a curso por año, como la buena estudiante que siempre había demostrado ser, y pudo graduarse, junto a toda su clase. 

Los estudios en el extranjero de la infanta Cristina

Cristina, que había realizado toda su vida estudiantil en Madrid, y sin salir de la Zarzuela, necesitaba explorar y ver mundo; como cualquier joven de su edad. Ahora, Leonor y Sofía, a los 16 años, han podido cursar el Bachillerato en un internado en Gales, pero sus tías no salieron de palacio hasta que no hubieron dejado atrás los 25 años. Eran otros tiempos, sí, pero las infantas  tenían las mismas ganas de conocer qué hay más allá de la comodidad ‘royal’ que las que ahora presentan sus sobrinas.

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Así, la infanta Cristina, que se manejaba perfectamente en inglés gracias a haberlo hablado toda su vida con su madre; se plantó a comienzos de la década de los años 90 en la Gran Manzana. Era el ‘place to be’, el lugar en el que sí o sí había que estar si uno era alguien. Las familias más adineradas mandaban a sus hijos e hijas para que estos, además de llevarse la formación de sus exclusivos centros de enseñanza, vivieran la enriquecedora experiencia. Y Sofía y Juan Carlos quisieron lo mismo para sus descendientes.

Y tan contentos quedaron con la experiencia que los Borbones, que, una vez que Felipe hubo acabado su formación militar y la carrera de Derecho; también fue enviado a Estados Unidos a estudiar Relaciones Internacionales. Aunque, eso sí, en el caso del entonces príncipe era para dejar atrás su romance con Isabel Sartorius. 

Cristina, reina de La Gran Manzana

Pero regresemos a ese 1990 en el que Cristina de Borbón recorre la ciudad en metro, acude a clases de Relaciones Internacionales en la universidad y, a la salida, se toma unas cervezas en el local de moda junto a sus compañeros. Siempre bajo la atenta mirada de su guardaespaldas, eso sí. La hija mediana de los Reyes, tan discreta y tímida, siente que está viviendo su mejor momento, pues puede hacer vida de adulta anónima; el gran sueño de una jovencita de bajo perfil como siempre ha sido ella. 

Lo cierto es que Cristina lleva toda su vida perfeccionando la técnica de pasar desapercibida. Su hermano era el heredero, su hermana, la mayor; ella era, simplemente, la de en medio. Si en una familia al uso esta posición suele ser la menos agradecida; la cosa se multiplica de manera exponencial si entra en juego la sangre real.

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En el bullicio de Nueva York Cristina parecía haber encontrado su sitio; pues se podía limitar, simplemente, a ser. Sin más pretensiones. Ella, que siempre había huido de esos encorsetamientos que tanto gustaban a su hermana Elena, los vestidos, las reuniones, los actos… la hija mediana de Sofía y Juan Carlos siempre fue mucho más informal, tanto en su imagen como en sus gustos; de ahí que el estilo relajado, tan propio de los estadounidenses, concordara cien por cien con su personalidad. 

¿Cuál fue el primer trabajo de la infanta Cristina?

La vida americana de Cristina de Borbón dura solo un año y a principios de 1991 se instala de nuevo en Europa, más concretamente, en París. Tiene 26 años y acaba de aceptar una beca en la sede que la UNESCO tiene en la capital francesa. Por estas prácticas percibirá una cuantía simbólica, solo un dólar; una cifra que demostraba que la joven solo estaba ahí para ganar experiencia y que, de ninguna manera, necesitaba el dinero que la organización le ofrecía, y, mucho menos, procediendo de una familia de la realeza. 

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Cristina de Borbón estuvo medio año cobrando su dólar al mes mientras lo aprendía todo de sus compañeros y responsables del área de Ciencias Sociales, donde seguiría desarrollando el resto de su carrera laboral; cuando se le acabó este periodo en prácticas, regresó a casa, aunque fue por poco tiempo, puesto que en 1992 la infanta se instala en Barcelona, donde comparte piso con su querida prima Alexia de Grecia, y firma su primer contrato laboral a tiempo completo; y, de nuevo, dentro de la UNESCO; donde se reencontró con Luis Ramallo, entonces presidente de la Comisión Española de Cooperación con la UNESCO, que había sido uno de sus valedores durante su beca en París y que se convertiría en su gran mentor a lo largo de toda su carrera. 

¿Cuándo empezó a trabajar la infanta Cristina en La Caixa?

En 1993 entra a formar parte de la Fundación La Caixa. Y lo hace porque Ramallo la escoge para que esta sea su mano derecha en la entidad sin ánimo de lucro a la que sigue vinculada hasta el día de hoy. Primero trabajaron en el departamento de gestión de cultura, donde Cristina se encargaba de comisariar algunas de las exposiciones; para, en 1998, pasar a dedicarse al área social de la empresa catalana, encargándose de coordinar los proyectos internacionales que la entidad llevaba a cabo en países en vía de desarrollo. Siete años más tarde, llegó su gran oportunidad convirtiéndose en la directora del Área Social de la Fundación La Caixa

El marcado carácter solidario de la carrera de Cristina recuerda, de manera irremediable, a la vida que llevó su tía favorita, Irene de Grecia. La tía 'Pecu', como la llaman todos en Zarzuela, siempre quiso hacer de este mundo un lugar mejor y se involucró en infinitas acciones en India, donde se sentía muy arropada y querida. 

El estallido de la polémica provocada por el Caso Nóos, no fue impedimento para que ella siguiera vinculada a La Caixa. De nuevo volvió a hacer historia, pero, esta vez, en el plano más negativo posible. Fue la primera mujer de la realeza en completar su formación universitaria, pero, también, fue la primera en sentarse en el banquillo de los acusados, imputada por un juez. 

Su marcha, primero a Washington y después a Ginebra, la hizo mientras compaginaba su trabajo en la Fundación, donde pasó a coordinar los programas que la organización mantenía con la ONU, unas labores que podía realizar a distancia y sin tener que acudir a la sede en Barcelona. 

¿De qué trabaja ahora la infanta Cristina?

En 2020, con Iñaki Urdangarin en prisión, despojada de su título de duquesa de Palma y en su momento de popularidad más bajo; empieza en un nuevo trabajo en Ginebra, enmarcado dentro de la Fundación Aga Khan. La hermana de Felipe VI, que había tenido la intención de 'borrarla' de la Corona, aceptaba la mano que le brindaba uno de los grandes amigos de su padre, su Alteza el Aga Khan IV, imán de los musulmanes chiítas ismalíes nizaríes. Él le ofrecía un trabajo a su medida: coordinadora de proyectos dentro de la Aga Khan Trust For Culture, dedicada a gestionar fondos culturales. 

Ese año, Vanitatis publicó que Cristina dejaba de estar vinculada con La Caixa para dedicarse, por entero, a su nuevo trabajo. En mayo de 2024, en el acto de entrega de las becas de la Fundación que presidía el rey Felipe VI, la infanta aparecía sentada entre las invitadas al evento, suscitando toda clase de comentarios referentes a si sigue o no sigue colaborando con ellos; pero si ese día hubo un comentario que eclipsó al resto fue: ¿por qué no se han saludado los dos hermanos? Fácil, porque desde aquel dólar simbólico ha habido una gran deflación en su relación, y, ahora, su unión parece en bancarrota.