El trabajo de una infanta es como el de una Miss. Más tarde o más temprano se acaba. Juan Carlos y Sofía tenían clarísimo que sus dos hijas, Elena y Cristina; debían tener una ocupación lejos de la institución. Mientras que la de Felipe siempre estuvo clara desde el principio, la de sus hermanas mayores no lo estuvo tanto. 

Era taxativo que las hijas de los entonces reyes se profesionalizaran. No solo por su formación o una manera de enriquecerse culturalmente, no, también era importante de cara a su independencia el día de mañana. Cristina, que siempre había sacado buenas notas, prometía destacar también en el terreno estudiantil cuando iniciase su carrera. Y no decepcionó. Se licenció en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense y después se especializó con un máster de Relaciones Internacionales. La mediana parecía tener clarísimo hacia dónde enfocar su carrera; en cambio, su hermana Elena parecía mucho más perdida con su futuro laboral.

Elena, una estudiante de expediente 'raspado'

A ella le gustaban sus caballos, su equitación… pero no era suficiente. Sus padres le insistían en que sí o sí tenía que estudiar una carrera. Eran los años 80 y todavía los padres creían en la salvación laboral vía diplomatura. 

El pasado estudiantil de Elena nunca sobresalió como el de sus dos hermanos menores. Quizás, las notas escolares de ella estuvieron más cerca de las de sus dos hijos, Victoria Federica y Froilán, quien repitió curso hasta en dos ocasiones. La Elena de Borbón adolescente tenía que buscar algo que se le diera bien y que le interesara mínimamente. No poseía el mejor de los expedientes, por lo que tampoco podía decantarse por una universidad pública, donde las notas, por norma general, suelen ser más altas que en los centros privados. Esto complicaba aún más su situación de buscar unos estudios en los que pudiera encajar.

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Juan Carlos se convirtió en su mejor asesor. Su padre siempre ha sido su guía, el hombre en quien puede confiar. Juntos, tras innumerables conversaciones, llegaron a la conclusión de que Elena tenía facilidad para los idiomas. Hablar otras lenguas era algo que se le daba genuinamente bien gracias a haber crecido en una familia bilingüe; lo que dotó de enorme plasticidad a su cerebro a la hora de aprender otros lenguajes. 

Doña Sofía, nacida en Grecia, pero emigrada desde bien pequeña a Sudáfrica y a El Cairo, se desenvuelve perfectamente en inglés. De hecho, siempre se ha dicho que la reina solo se comunica en este idioma con sus tres vástagos. El español se le antoja difícil, y, tras medio siglo viviendo en nuestro país, aún no lo domina; que habla con acento cerrado y con dificultades. No podía imaginarse Elena que aquellas conversaciones casi obligadas en un idioma que no era el del país en el que había nacido iban a resolverle la papeleta laboral. 

¿Qué carrera estudió la infanta Elena?

A principios de los ochenta, una orgullosa infanta Elena accede a las aulas de la escuela Universitaria ESCUNI, donde se matricula en Magisterio. Se trata de una institución joven, y de marcado carácter religioso de la que la hija de los entonces reyes de España saldrá diplomada como profesora de Enseñanza General Básica, especializada en inglés. 

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Tras haber obtenido el título tocaba incorporarse a la vida real; y, en el caso de la infanta, no fue diferente. “Elena, a punto de cumplir 23 años de edad, la primogénita de los Reyes acude diariamente, como otra profesora más, al colegio Santa María del Camino”, publicaba El País en 1986. La infanta había sido contratada en el mismo centro en el que ella y sus hermanos habían dado clases, su colegio de toda la vida. “Ahí imparte clases de lengua y gramática inglesa a alumnas de EGB, donde doña Elena no recibe ningún tratamiento especial durante su jornada laboral”, se insistía desde el citado medio. 

Las cámaras de los fotógrafos la vieron dar esas lecciones, puntero en mano y con una pizarra impoluta. Eran los mismos que habían capturado los grandes momentos de su vida, desde vacaciones hasta puestas de largo y que, ahora, la veían ascender al mundo adulto. 

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Tras esta incursión en los madrugones y rutinas plebeyas, la infanta Elena sintió que había llegado el momento de seguir formándose. En la Universidad de Comillas acabó la licenciatura de Ciencias de la Educación en 1993; y, tras ello, se marchó a París a realizar un curso en La Sorbona. Fue entonces cuando conoció al que se acabaría convirtiendo en su marido, Jaime de Marichalar, y con el que se casó en marzo de 1995. 

Para encontrar la siguiente incursión de la infanta en las aulas tenemos que avanzar hasta el año 2003. Ese año, la revista ¡Hola! publicaba, “la infanta doña Elena ha comenzado a trabajar como profesora de inglés en el mismo colegio de Madrid donde este año estudiarán sus hijos Froilán y Victoria Federica”. La familia acababa de regresar de Estados Unidos, donde Jaime había sido tratado del severo ictus que sufrió en el año 2001 y que casi le cuesta la vida. El entonces marido de Elena necesitó mucha rehabilitación para recuperar todo lo que había perdido, tanto de movilidad como de parte de su independencia a la hora de hacer cuestiones sencillas de su día a día.

Las bromas del primo de Letizia 

A la infanta Elena le vino bien volver a Madrid y, también, recuperar la ilusión por el trabajo. Este regreso a las aulas le permitía salir de la vida de cuidados a la que había estado abocada en el último par de años. Ejercer, de nuevo, de maestra la colocaba en un rol diferente y que, sin duda, echaba de menos. 
Fue entonces cuando se produjo uno de los encuentros que David Rocasolano, el primo más incómodo de Letizia, recoge en su libro ‘Adiós, princesa’. “Elena, fría, estática, me dijo que daba clases de inglés a niños de cuatro años. 'Me pongo frente a la pizarra y escribo: ‘El cielo es blue’ y luego repito ‘bluuuuuue’ en voz alta. Hago lo mismo con ‘yellow’ y repito: ‘El sol es yellowwww’ en voz alta”, recogía Pilar Eyre en su blog en Lecturas. 

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Este primo de Letizia, que lleva años alejado de la vida de esta debido al libro que publicó donde desgranó todas las intimidades más sonrojantes de la Familia Real, asegura que quedó profundamente sorprendido al ver el comportamiento de Elena, a quien apenas había visto hablar, “aullar como un perro y gesticulando como un muñeco articulado”. 

Desde 2008, Elena está desvinculada a su pasado en las aulas. Ese año se convirtió en parte del área de Acción Social de la Fundación Mapfre; donde se encarga de poner rostro a algunos de los trabajos solidarios de la fundación. 

No imaginaba ella que cuando sus padres le repetían que debía estudiar una carrera para que el día de mañana fuera algo más que una infanta sin oficio iba a ser su auténtico salvavidas. Su profesión la hizo volver a confiar en ella misma y tener una nueva ilusión por las mañanas.

Gracias a sus trabajos, Elena pudo tener mejor autoestima y recuperar su independencia. Pero, por encima de todo, sentirse durante unas horas como una persona normal.