Desde hace un año me están haciendo diálisis diaria. Me tienen que trasplantar un riñón porque el mío no funciona bien. Y yo estoy fatal. Ya no río como antes, ni tengo alegría por las cosas. Encima tengo sobrepeso, lo cual dificulta la futura operación y mi enfermedad actual. Odio estar conectada a esa máquina y pensar en la operación me da terror.

Amiga mía, te estás enfrentando a algo muy común: la gran enfermedad. Algo más serio que una gripe o un virus, una dolencia que pone en riesgo tu estilo de vida entero. Pero ¿sabes?, todo el mundo –todos– vamos a encontrarnos con eso tarde o temprano. Y, en ese momento, tendremos dos opciones para encararlo.

La primera, yo la llamo “la actitud de Lance Armstrong”; y la segunda, “la actitud del perdedor”.

Cuando al ciclista Lance Armstrong le encontraron 5 tumores en el cerebro tenía pocas posibilidades de sobrevivir. Tenía unos 25 años y todavía no había destacado en el deporte profesional. Pero decidió hacer lo suyo: competir. Se planteó convertirse en “el mejor enfermo de cáncer de Estados Unidos”. Esto implicaba:

  1. Acudir a los mejores médicos que pudiera encontrar (entonces todavía no era famoso y rico).
  2. Hacerles caso en todas sus indicaciones.
  3. Seguir haciendo deporte para mantener el cuerpo y la mente sana.
  4. Empezar una nueva alimentación súper nutritiva.
  5. Aplicar todas las terapias naturales de credibilidad para apoyar su sanación.
  6. Crear una fundación para ayudar a otras personas que pudieran estar en su situación.

Lance Armstrong, que después de vencer al cáncer ganaría siete Tours de Francia seguidos, se dijo a sí mismo: “Esta es la competición más emocionante de mi vida. Si gano, sobreviviré y me llevaré ese gran triunfo conmigo. Si pierdo, ¿qué más da? Una vez muerto, ya no me importará eso”.

Esa es la mejor actitud frente a la enfermedad: la sana competición. Hacer de eso una aventura más. Como subir al Himalaya o dar la vuelta al mundo en velero. Habrá peligros, aventuras, aprendizajes y quizá grandes premios.

Muchas personas han encarado así la enfermedad, incluso con alegría. La clave está en no decirse a uno mismo "¿Por qué me ha pasado esto a mí?", sino en aceptar la adversidad rápidamente con el pensamiento "¡Esto forma parte de la vida de todos! Yo voy a demostrar que puedo competir fantásticamente también aquí".

Una de las grandes herramientas a la hora de encarar una gran enfermedad es integrarse en algún grupo de apoyo mutuo. Yo he conocido muchos y allí sus miembros encuentran el apoyo necesario para cambiar el chip y hacer de la dolencia una aventura común. Encuentra la asociación de enfermos de diálisis de tu zona y únete a ellos, contribuye y déjate ayudar, forma equipo y dile a tu enfermedad: "¡Amiga, no sabes con quién te has metido! ¡Te vas a enterar!".