“Este chico es muy majo. Tú me dijiste que te gustaba y que te caía bien”. La que habla no es otra que Bárbara Rey y su interlocutor, el rey Juan Carlos. “Elena está más o menos encauzada con el tío este. Veremos a ver cómo sale”.
Contra todo pronóstico, salió bien. Muy bien. Si lo comparamos con el otro yerno ‘real’, Jaime de Marichalar podría obtener el premio al hijo político de la década. En los audios filtrados, entre la vedette y el rey, este habla del enlace de su hija preferida, la más borbona de todos. Quizás, por eso, su pareja despertó un enorme interés hasta que el “cese de la convivencia” le apartó por completo de la familia real. Desde entonces, el ex duque de Lugo ha llevado una vida rodeado de lujo y de exquisitez, centrado en la moda y en sus dos hijos. Nada de escándalos, ni nada de cárcel. La verdad es que el listón no podía estar más bajo.
Jaime de Marichalar siempre tuvo un refinadísimo gusto y una estética de lo más notable. Mientras a que a Elena, a igual que a su tía Pilar de Borbón, le sobraban todos los acicalamientos, para su entonces marido todo era poco. Que si el pañuelo de seda a juego con los calcetines, sin descuidar de la corbata y la capa por los hombros. La madre de sus dos hijos necesitaba bastante menos. Él se preocupó para que la infanta puliera su estilo y que, en las grandes ocasiones, fuera una de las mejor vestidas.
Famosos son sus looks en bodas, siempre inspirados y asesorados por Jaime, pero también se preocupaba en que, en el día a día, fuera mejorase su estilo.
El ictus que lo cambió todo
Quizás el gusto por la moda fue de las pocas cosas que no cambiaron de él cuando padeció el ictus que le transformó por completo. “El ataque cerebral modificó el carácter de Jaime, pasó de ser un hombre exquisitamente educado a una persona malhumorada, iracunda, capaz de expresar las mayores inconveniencias”, contaba Pilar Eyre en su columna para Lecturas.
El ictus de Marichalar llegó en el peor momento posible, cuando Elena empezaba a replantearse el futuro de su relación con él. Cuando el duque se desplomó de la bicicleta estática donde se encontraba pedaleando, la hija de Juan Carlos entendió que ya no podría separarse de él, que debía permanecer a su lado. Ella, de profundas convicciones religiosas, no podía dejar en la estacada al padre de sus hijos cuando este más la necesitaba; así que alargó un matrimonio que hacía años que perecía.
“Al pobre Jaime de Marichalar nunca lo tragaron en la familia”, continua la periodista especializada en casas reales. “Una mañana, en el Club de Polo de Barcelona, la familia real al completo, excepto Sofía, arropaba a Elena, que participaba en un concurso hípico. Marichalar se mantenía al margen, sentado lejos, con expresión huraña. Mientras todos iban de sport, él llevaba un abrigo entallado, traje impecable, enorme bufanda y sus inseparables cascos. Fue patético el momento en que se levantaron para irse. Jaime se puso en pie torpemente e intentó ir a su paso a pesar de sus dificultades para caminar, sin que nadie le tendiera una mano”. Ya era oficial, el duque se había convertido en una figura molesta para toda la familia. A partir de entonces, empezaría la operación para ningunearle y apartarle.
El tríplex en el que vive Jaime de Marichalar
Finalmente, en 2007, cuando la ruptura era un secreto a voces, puesto que ambos ya vivían en casas separadas, se confirmó el divorcio. Elena se había marchado a la casa en la que vive actualmente, su piso en el barrio del Niño Jesús y que fue un regalo de su padre; por su parte, Jaime, adquirió una vivienda bastante cerca, en el Barrio de Salamanca, cerca de todas sus amistades y negocios de lujo con los que trabajaba.
Jaime de Marichalar pidió una hipoteca para poder hacer frente a la compra. No adquiría cualquier pisito de soltero, más bien, se hacía con uno de los tríplex más deseados de la Milla de Oro. 735 metros cuadrados repartidos en tres plantas, una por cada millón de la hipoteca que todavía no ha terminado de pagar. Salón con chimenea, biblioteca, cinco dormitorios y una pequeña piscina en la terraza, en la que relajarse con la llegada del buen tiempo.
Hace unos años se publicó la noticia de que Jaime de Marichalar andaba buscando comprador para la joya inmobiliaria de su patrimonio, algo que él desmintió de manera categórica. “Ni vendo, ni estoy interesado en vender, ni he mirado ninguna otra vivienda en la zona para mudarme. No dejaré una casa en la que estoy encantado y que será la herencia que dejaré a mis hijos”, contó a El Mundo sobre esta vivienda adquirida en 2005.
La zona le conviene. Y es que en estos años fuera de la familia real, Jaime de Marichalar ha tratado de convertirse en un imprescindible dentro del sector que más le apasiona: el lujo. Vivir cerca de las mejores marcas y con las que acostumbra a tener contacto directo, tanto como cliente como asesor, es todo un punto a favor de su domicilio, por lo que no es extraño que no desee mudarse. Además, sus mejores amigos también forman parte de este selectísimo grupo.
El nuevo trabajo de Jaime de Marichalar
Desde hace años es uno de los invitados fijos de las firmas Loewe y Dior a sus desfiles en las Semanas de la Moda de París. Su hija Victoria Federica empezó acudiendo a ellos como su acompañante, pero poco a poco, tras adquirir más presencia mediática, ahora es ella la que recibe las preciadas invitaciones.
Se dedica a asesorar y a aconsejar a marcas que están al alcance de muy pocos, y, debido a estar en contacto con el sector de la moda, en 2018 se animó a lanzar su propio negocio de sastrería, B Corner. “Jamás imaginé que iba a tener mi empresa”, contó a Vanity Fair, “pero bueno, llevo muchos años en esto y es una forma de aprovecharlos y una oportunidad de poner en práctica todo lo que sé”. El proyecto, que fue lanzado junto a dos de sus mejores amigos, Goyo Fernández y Federico Zanolla, nacía con la esperanza de transformar el ‘tailoring’ masculino. Y eso, viniendo de los hombres más atrevidos a la hora de vestirse, es toda una promesa de éxito.
Tras Elena, no se le conoce ninguna otra relación. Ni a ella tampoco. Se han publicado acercamientos y amistades que, con el tiempo, ha terminado cayendo en saco roto. Absolutamente nada, ni serio, ni mucho menos formal.
Sale poco y, si lo hace, es por trabajo o por compromisos con amigos. Como el 1 de octubre, que fue visto en la presentación de ‘Guía para vivir sanos 120 años’, de Manuel de la Peña. Reapareció en plena tormenta por las fotos y audios de su ex suegro, por los que no pudo evitar que le preguntaran. No hizo ningún comentario, tan solo lanzó una mirada de dragón. La misma pauta que lleva siguiendo desde hace años.
Él no quería que su hija diera entrevistas en ‘El Hormiguero’, debía seguir su estela de discreción y de alto elitismo. Tampoco quería que su hijo recorriera todos los ‘afters’ de Madrid. No pretendía ser el mejor (ex) yerno de Juan Carlos, y, al final, acabó siéndolo. Los planes no siempre salen como a uno le gustaría.