Se dice –y algunos tantos pueden constatar– que los hermanos medianos están condenados a enfrentar una realidad más difícil. Eterno sambenito de ser segundos de tres. De que no se les asuma el peso de haber llegado primeros, aunque tampoco las gracias de ostentar el título del más pequeño. Es evidente que hay casos y casos, aunque el punto de partido es ideal para analizar punto por punto las formas de vida, percepciones y experiencias de una de las familias más conocidas por todos. Los Borbón y Grecia, con la infanta Elena como primogénita de Juan Carlos I y doña Sofía, y con Felipe, por entonces el menor, que sería el futuro Rey. ¿Dónde quedaba la infanta Cristina en toda esta narrativa?
Pues a pesar de todo, y sin ningún tipo de hipótesis posible sobre los incontables escándalos que vendrían en el futuro con relación a su faceta más personal, su camino parecía ser el correcto en primera instancia. Incluso se podía leer más adecuado que el de su hermana mayor bajo la incansable lupa del ojo público. Comparación impepinable en el imaginario colectivo, pues solo ellas tenían que lidiar con las indiscutibles diferencias para con la trayectoria del actual Rey. No heredarían ningún trono, pero sí presión pública las perseguiría –y las persigue– para el resto de sus días. Interés total por cada paso adelante, desde sus notas en el colegio hasta la carrera que estudiarían, pasando por los amores. Esos amores de los que, por si alguien tenía alguna duda, Cristina entiende un rato.
¿Quién fue el primer amor 'oficial' de la infanta Cristina?
Porque no, por increíble que parezca para las generaciones que han aterrizado más tarde en el seguimiento del relato real, Iñaki Urdangarin no fue en ningún supuesto el primer amor de la infanta. Eso sí, compartía unas cuantas cualidades con los hombres que le robaron el corazón antes de pasar por el altar en aquel 4 de octubre de 1997. Por siempre se le recordará como el '7' del equipo de balonmano del Barça –en la estela que sigue hoy día en su hijo Pablo, que también lo práctica a nivel profesional– antes del desastre mediático por la imputación en el caso Nóos. Un deportista empedernido, como lo eran muchos de los otros amigos de la segunda hija de los eméritos.
Porque aunque su carrera profesional estuvo encaminada a otros menesteres y se graduó en Ciencias Políticas en Madrid –convirtiéndose en la primera mujer de la Casa Real española con un título universitario– entre sus horas de trabajo en la Fundación La Caixa y la Fundación Aga Khan encontró el tiempo para formar un círculo de amistades directamente relacionado con el deporte. Todo en el marco de una década de los 90 en la que la infanta apostó por trasladarse junto a su prima Alexia de Grecia a Barcelona.
Justo en la etapa de mayor ebullición y exaltación olímpica de la ciudad condal. No es de extrañar que por entonces cayesen en las redes de Cristina regatistas como Fernando León o Jorge Fortaleza. También el waterpolista Jesús Rollán, que fue quien le presentó a Urdangarin sin saber que acabarían convirtiéndose en marido y mujer. Años antes de las nupcias, sin embargo, hubo otro noviazgo 'oficial' que algunos pasan por alto o desconocen con un hombre que adoraba los deportes de riesgo. Y no, tampoco llegó a cuajar, a pesar de que disfrutaron de incontables aventuras. Era Álvaro Bultó. Hijo de la aristócrata Inés Sagnier Muñoz, descendiente de María Cristina de Borbón Dos Sicilias, y el empresario de motocicletas Francisco Javier Bultó Marqués. También paracaidista y gran amante de las disciplinas más extremas.
No había duda de que el barcelonés podía ser el hombre ideal para esa joven que escapó de las cohibiciones expresas de palacio. Y juntos se dejarían ver en el año 1990 durante una jornada de esquí, uno de los deportes favoritos de la hermana del Rey, en la icónica estación de Baqueira Beret. Ese lugar en el que se dice que se conocieron, en una cena de amigos en común, cuando ella tenía 27 y el 30. El enclave perfecto para que tan apuesto muchacho, de pelo rubio y ojos claros, quedase prendado de la perpetua hermana mediana.
Viento en popa a toda vela, casi que de forma literal, pero sin llegar nunca a puerto. Los continuos viajes de Álvaro y los ineludibles compromisos de Cristina no dejaron que la semilla del romanticismo floreciera.
El trágico final de Álvaro Bultó hace más de una década
Podría sonar a evidencia, pero en ningún caso supuso para Bultó el final del amor tener que poner fin a su idilio con la hija de los antiguos Reyes. No porque todavía le quedaba mucha vida por delante, sino porque en realidad era todo un casanova. En su currículum amoroso figuran nombres bien conocidos por la audiencia de la crónica rosa como Mónica Pont, Esther Cañadas, Raquel Revuelta, Paloma Lago o Ivonne Reyes. Todas ellas mujeres famosas, lo fuesen más por su desempeño en la pequeña pantalla o sobre las pasarelas, que encajaban bastante con su realidad. Porque sí, Álvaro también era famoso. Tanto como que protagonizó formatos televisivos de aventura como 'Ushuaia: Frontera Límite' para Televisión Española en 1994, e incluso se animó a participar en concursos como '¡Mira quién baila!' o '¡Splash! Famosos al agua'.
El concurso de saltos de trampolín de Antena 3 se emitió en el 2013, hace ya más de una década, y sin saber que ese sería también el año de la tragedia que acabó con la vida del deportista. A los 51 años de edad, el primer 'amor oficial' de la infanta falleció de forma totalmente inesperada, y haciendo lo que más le gustaba: ponerse al límite. El 23 de agosto de aquel año, Bultó se encontraba en la comuna suiza de Lauterbrunnen, en los Alpes, para practicar salto BASE. Con su característico traje de alas, el catalán se alzó en un fallido vuelo que, según cuentan, le llevó a impactar con un saliente de la pared de una montaña. Su último vuelo, en una muerte temprana que deja en la memoria mil y una historias de retos mayúsculos y adrenalina para la posteridad. Entre los suyos, e indudablemente en el recuerdo de Cristina.