En Estados Unidos no hay monarquía, pero, de haberla, los Kennedy serían parte de ella. Esta saga familiar lo tiene todo para encandilar al que se adentra en su historia: poder, drama, sangre y lágrimas. La familia lleva años asociada a una especie de maldición que impide a sus miembros ser felices. Una leyenda que se cristalizó con el último viaje en avioneta del heredero de la saga familiar, John John, y la esposa de este, Carolyn Bessette.
“Siempre le decía a John John que no me gustaba que cogiera la avioneta. Ni que montara en ella a mis hijas”. Habla la madre de Carolyn Bessette, quien, 25 años después de la muerte de esta, aún se reprocha lo que pasó el fatídico 16 de julio de 1999, cuando la visibilidad no era la mejor debido a la niebla que, esa jornada, se había instalado en frente a las costas de Martha’s Vineyard.
El terrible pasado de John John Kennedy
El joven no era buen piloto. Eso lo sabían todos. Apenas tenía experiencia y aprender a conducir una nave había sido uno de sus últimos caprichos de niño rico criado con todas las comodidades y con una pérdida imposible de subsanar. Cuando le faltaban tres días para su tercer cumpleaños, John John perdió a su padre de la manera más dramática posible: fue abatido a tiros en pleno desfile triunfal.
Todo el mundo vio, una y otra vez, cómo el cuerpo John F. Kennedy, muerto tras letal disparo en la cabeza, se desvanecía encima del traje rosa de su mujer, Jacqueline. Tras aquello, la viuda rehusó quitarse el conjunto. Deseaba que toda la nación contemplara la sangre y los restos biológicos que habían quedado prendidos en las fibras de la ropa. Ansiaba remarcar a todo el mundo la tragedia y gritarla de la mejor manera que sabía: a través de su vestuario. Se había convertido en la gran víctima del atentado porque ahora ella tendría que vivir con el dolor de la pérdida, el trauma de la muerte y, además, ser fuerte por sus dos hijos, Caroline y John John.
Ese fue el gran suceso que marcó, para siempre, la vida del joven. No tenía miedo al riesgo ni a la muerte, sentía que debía vivir deprisa; un sentimiento que compartía junto a la persona que, en 1996 acabo convertida en su mujer, Carolyn Bessette.
Se casaron en una capillita mínima, donde, por no haber, no había ni luz eléctrica. Solo existían unas velas que iluminaran a los contrayentes y a sus seres queridos. Ella lució un vestido que se convirtió en todo un icono del minimalismo tan característico de esa década; firmado por su buen amigo Narciso Rodríguez.
Carolyn Bessette, la musa 'triste' de la moda estadounidense
Ella ya era un nombre importante en la industria de la moda, donde se había consolidado en una de las firmas clave de los 90, Calvin Klein. Sus looks eran buscados, imitados y replicados; fue la cara y el cuerpo de lo que ahora se conoce como ‘lujo silencioso’; un estilo en el que tiene un valor fundamental los básicos atemporales de gran calidad, por encima de logos y de estridencias ‘fashionistas’.
Las fotos de John John y Carolyn caminando juntos de la mano por Manhattan, enamorados y coordinados en sus looks, se han convertido en la penúltima tendencia de búsqueda en redes como Pinterest. Pero lo cierto es que, detrás de todos esos gestos de complicidad y de amor pasional, subyacía una profunda crisis.
Cuando John John empezó a tomar clases sobre cómo pilotar su última debilidad, su matrimonio hacía aguas. Ella estaba sumida en una profunda depresión y hasta había dejado de trabajar. Para Carolyn, sus días de pantalones capri y pañuelos en la cabeza, mientras caminaba a toda prisa hacia las oficinas de CK habían llegado a su fin. Su entorno asegura que, para evadirse de toda esta tristeza que la rodeaba, empezó a recurrir al consumo de algunas sustancias que le hicieran más llevadera la existencia, pero que, en realidad, lo que conseguían era sumirla en un pozo del que cada vez era más difícil salir.
La estilosa rubia cada vez se mostraba más huidiza y con pánico a salir a la calle. Le agobiaban los fotógrafos y los reporteros, que querían saber todos los detalles de su vida privada. Los rumores de crisis cada vez eran más fuertes y ella necesitaba, como fuera, escapar de la Gran Manzana. Así que aquel viaje junto a su hermana y su marido parecía una buena idea.
El trágico final del matrimonio Bessette Kennedy
El matrimonio lo tenía todo planeado para esos días. Primero llevarían a Lauren, la hermana de Carolyn a Martha’s Vineyard, donde tenía lugar la boda a la que estaba invitada, y después ellos volarían con la Piper Saratoga hacia Cape Cod para tomarse un descanso del agobiante calor de Mahattan y de la sofocante presencia de la prensa.
No pudieron cumplir con ninguno de los compromisos. La autopsia realizada a los tres cadáveres desveló que habían muerto por el impacto de la avioneta contra las aguas del Atlántico. La nave descendió haciendo espirales hasta que se chocó con el océano. Esta no presentaba ningún problema, por lo que se determinó que la causa del accidente había sido debido a la poca experiencia de John John como piloto. Esto, sumado a las malas condiciones climatológicas, crearon un coctel explosivo para la desgracia.
Carolyn Bessette Kennedy se sabía presa de la maldición del clan. Cuando contrajo matrimonio con su chico, aceptaba absolutamente todo de él, incluyendo pasar a formar parte de la desdichada biografía familiar. Y aquel 16 de julio de hace 25 años se escribió uno de los capítulos más dolorosos de esta.