"Cuidado, cuidado. No pises ahí… ¡Salto grande!". Cuando Tamara Falcó iba por la calle era como jugar a la rayuela. La hija de Isabel Preysler ha confesado que, durante una época de su vida, vivió completamente obsesionada con no pisar las rayas de los adoquines del suelo. Vamos, una versión Puerta de Hierro del personaje de Jack Nicholson en ‘Mejor imposible’. 

Durante esta época, Tamara Falcó se las veía y se las deseaba para hacer un camino normal por la calle. Una actividad tan sencilla como esta se transformaba en un verdadero camino de obstáculos. Este comportamiento, que puede parecer entre inofensivamente excéntrico, puede desentrañar una patología de la que hemos querido hablar con un profesional de la psicología. 

Tamara Falcó habla por primera vez de sus "obsesiones"

“Me obsesionan un montón de cosas cada día”, confesaba en ‘Martínez y hermanos’. “Hubo un momento en el que no podía pisar rayas. Claro, cuando el baldosín era muy pequeño se complicaba la cosa… entonces tenía que encontrar otras soluciones, y lo que hacía era ir por el lado. Pero se me pasó”, resolvió ante Dani Martínez que no daba crédito a lo que le estaba contando la marquesa de Griñón.

Tamara Falcó
Cuatro

 “¿Pero eso cómo se pasa?”, quería saber el conductor del programa de Cuatro; “pues porque llega un punto en el que se convierte en imposible tu obsesión”. Dani daba en la diana: “Te supera la obsesión a ti. Te gana la batalla”. Tamara Falcó añadía que lo hacía entonces era cambiar de tic. Pasar a otra manía. “Ahora, por ejemplo, todo el tiempo tengo que cambiar cosas”. Se refería al mobiliario de su casa, a la que se mudó hace solo cinco meses, pero de la que ya ha cambiado la distribución bastantes veces. 

“Me puedo pasar 20 horas cambiando los candelabros. Al principio estaba todo bien, pero ahora estoy sentada en el sofá y pienso, ¿qué pasaría si cambiara el candelabro? Me entran estos TOCS”.

Tamara Falcó emplea la palabra TOC, que corresponde a las siglas para Trastorno Obsesivo Compulsivo, a la hora hablar de muchos de sus comportamientos más repetitivos y que mayor malestar le generan. Lo dice un poco entre risas, pues el tono del programa, pero lo cierto es que este trastorno no tiene ninguna gracia. 

un especialista analiza El comportamiento maniático de Tamara Falcó

“Las manías y obsesiones son comportamientos que todos podemos llegar a realizar a lo largo de la vida. Son conductas que en sí no tienen por qué generarnos ningún tipo de malestar o molestias, si no van más allá. Son formas que encuentra nuestra mente de dar sentido, orden y significado a la realidad, así como de tratar de obtener cierto control o seguridad”, explica Oriol Lugo, doctor en Psicología. “El problema surge cuando estas acciones llegan a generarnos un gran malestar o nos absorben por completo. Esto se debe a que la mente busca esta seguridad en estas rutinas y rituales y se condiciona para que cada vez necesite más de estas acciones para sentir el mismo nivel de tranquilidad. El resultado es caer en este tipo de pensamiento mágico que nos secuestra emocionalmente”.

El look de Tamara Falcó con abrigo rosa
Gtres

Oriol advierte que estas prácticas pueden ir asociadas a un pensamiento mágico. Por ejemplo, creer que si se pisa una raya la mala suerte inundará tu día; puede condicionar toda tu jornada, así que, muchas veces, las personas que lo presentan acaban desarrollando otros nuevos comportamientos para hallar la tan ansiada paz.

“Entonces, las prácticas van en aumento y no es suficiente con las acciones que realizábamos para calmarnos, tal como le ocurrió a Tamara Falcó al no poder pisar las rayas del suelo. Aparentemente, no hay una relación entre pisarlas o no y su buena suerte o seguridad, pero esta creencia irracional se refuerza hasta llegar a un extremo de afectarle en su rutina y vida normal. Estos comportamientos se denominan en el campo de la Psicología como 'compulsiones' y pueden estar asociados con el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Suelen ser acciones repetitivas que cumplen el propósito de reducir una posible ansiedad o preocupación”.

Mantenerlo todo bajo control para gestionar la ansiedad, pero a veces, lo que iba a ser un remedio, se acaba convirtiendo en un látigo con el que fustigarse, porque resulta imposible cumplir con todas estas normas que nos imponemos. 

Pero, ¿cómo se puede salir de ese círculo vicioso? ¿Cómo podemos decir ‘se acabó’ a esta clase de conductas tal y como asegura hacer Tamara Falcó? “Si estas conductas te limitan en tu día a día, ya es entonces un indicador de la necesidad de trabajarlas”, nos dice Oriol. 

“Por ejemplo, son señales de alerta si te hacen perder más tiempo del necesario, si te frenan a realizar actividades que deseas o si te limitan a la hora de relacionarte con otras personas. El primer paso, como en cualquier cambio, es ser conscientes de la problemática. A partir de aquí, es fundamental poder pedir ayuda profesional, para así iniciar un proceso de trabajo para reestructurar las creencias irracionales, reducir o sustituir las compulsiones; e incorporar nuevas prácticas que aporten paz y seguridad en la persona sin la necesidad de caer en este tipo de rituales”.

De momento, Tamara Falcó parece tener sus manías bajo control. Cuando le han complicado la vida, esta, como dice, se ha dado cuenta a tiempo y se ha limitado a ‘cambiar’. Saber frenar y conocerse a uno mismo es esencial para esto, y, por suerte para ella, ha reconocido cuando le estaban pasando factura. 

La maniática herencia de Tamara Falcó 

Da la casualidad que Tamara Falcó no está sola en esto de vivir rodeada de obsesiones, pues reconoce que en su familia todos son un poco “obsesivos”; especialmente su hermano Enrique Iglesias, de quien asegura tener “un montón” de estas particularidades. 

¿Será herencia materna? Tamara y Enrique comparten madre, Isabel Preysler, y bien es sabido que la reina de corazones es una gran fan de los rituales para absolutamente todo, desde para desayunar, como para arreglarse o posar en fotos. Es posible que sus hijos, que han crecido rodeados de estos ritos, los hayan transformado en pequeñas manías que, si no se dejan arrastrar por ellas, pueden ser de lo más inofensivas. Pero si permiten que les dominen, estas les pueden llevar por un auténtico camino de sufrimiento. Mucho más que una senda plagada de baldosines pequeños.