No fue Carlos. Ni mucho menos Dodi Al-Fayed. Diana de Gales tuvo un amor tan puro y desinteresado, tan poco mediático y discreto que muchos parecen haberlo olvidado. Ella nunca lo logró. Quizás, su último pensamiento aquel 31 de agosto de 1997 en París fue para él, para Hasnat Khan.
Él era un médico de la sanidad pública británica. Un cirujano que se cruzó en la vida de la mujer más mediática del Reino Unido por una casualidad: era el cardiólogo que atendió a un buen amigo de esta. Era 1995 y la princesa ya se había separado de su marido, el entonces Príncipe de Gales, y toda la Casa Real le estaba dando la espalda. Pensó que quizás había llegado el momento de jugar a las personas normales. De replegar velas y de ser, simplemente, Diana Spencer. Y, cuando pensaba que podría conseguirlo, conoció al sanitario de origen pakistaní que pudo haber encajado a la perfección en la nueva versión que había imaginado para sí misma.
El noviazgo más 'normal' de Lady Di
Cuando se vieron por primera vez, él vestía su bata de trabajo y Diana no se separaba de la cama de su buen amigo. Empezaron a hablar y Khan se perdió en la mirada de Bambi tan característica de Spencer. Mientras compartían confidencias, empezaron las citas. A ella le gustaba ir al pequeño apartamento de él, donde podía retomar su fantasía de ser una sencilla ama de casa. Ayudarle con las tareas del hogar, cocinar, limpiar… a una mujer como ella, aquellos quehaceres mundanos se le volvían divertidos y distendidos. Poner una lavadora podía ser mucho más estimulante que cualquier fin de semana en Balmoral. Diana, como aquella famosa canción de Pulp, romantizaba la vida normal que Hasnat representaba. Ella quería ser una ‘Normal People’ y estaba decidida a conseguirlo.
Le amaba con todo su corazón. Él le ofreció algo que la princesa de Gales creyó perdido para siempre: lealtad. Cuando Diana llega a esta relación, es una mujer profundamente herida y vulnerada. Su matrimonio ha sido una mentira. Carlos siempre estuvo enamorado de Camilla, su gran amor, y jamás la olvidó; ni cuando esta contrajo matrimonio con otro hombre ni cuando él se casó con Diana. Por si esto fuera poco, Lady Di sentía que todo lo que dijera podía acabar en la portada de cualquier tabloide. No se podía fiar de absolutamente nadie, pues, pensaba que todos eran capaces de traicionarla. Bueno, todos no. Hasnat Khan, no. El médico no estaba interesado en airear sus trapos sucios o en exponer a la princesa. Él deseaba trabajar de aquello que había estudiado. No quería ni fama ni dinero, tan solo deseaba continuar con su vida anónima.
Diana pensó en renunciar a todo por amor
Diana estaba cegada por él. Cuando firmó los papeles de su divorcio con Carlos, lo hizo pensando en que quizás, el día de mañana, podría volver a ser una mujer casada, unir legalmente su vida a la del doctor. Pensó en que esto podía ser más que una disparatada posibilidad, ¡podía ser verdad! Se interesó por los orígenes de Khan y hasta se planteó abrazar el islam si, llegado el día, él le pedía matrimonio. Estaba completamente entregada a esta relación que no tardó en salir en las portadas de la prensa.
De la noche a la mañana, Hasnat no era conocido por su trabajo en la cardiología, sino por su romance con la mujer más querida. Y eso no gustaba en una familia tan tradicional como la suya. A él tampoco le hacía gracia, pero la presión por parte de su familia era absoluta y le asfixiaba.
La familia es muy importante para Hasnat. Diana lo sabía y por eso quiso viajar hasta Pakistán para conocer a los seres queridos de su amado. También se involucró en proyectos y acciones de desarrollo en el país; pero ni con esas logró el ‘pase de oro’ de los Khan, que seguían viéndola como una distracción para su hijo.
Su romance de dos años se cocinó a fuego lento y en la más absoluta intimidad. Diana y Hasnat siempre se veían en la casa de él, y rara vez fueron vistos juntos en público. Cuando salían juntos a la calle, Lady Di se valía de objetos como gafas, gorras y hasta pelucas para pasar desapercibida.
Dodi, el hombre con el quiso olvidar a su amor verdadero
Pero llegó un punto en el que la fantasía acabó por romperse. No podían seguir jugando a las casitas cuando ella era la mujer más perseguida y él tan solo aspiraba a seguir haciendo guardias en el hospital. Ella quería la vida de él, pero él no quería lo que implicaba la vida de ella.
En junio de 1997 se hace pública la separación de Diana Spencer y el doctor. Ella seguía enamorada, pero entendía que le pedía un sacrificio demasiado grande a su pareja; así que la dejó marchar. Pero no le olvidaba. Pensaba que, si la veía con otro hombre, Hasnat quizás reaccionaría. Se daría cuenta de lo mucho que la quería y volverían a estar juntos para siempre. No fue así como salieron las cosas…
En su plan entró en juego Dodi, hijo de uno de los hombres más ricos de todo el Reino Unido, Mohammed Al-Fayed, y propietario de uno de los grandes almacenes sinónimo de lujo y opulencia, Harrods. Dodi era todo un playboy, un hombre que se dedicaba a espachurrar la fortuna familiar y a encadenar conquistas. Cuando este le propuso a Diana pasar unos días navegando en unos de sus impresionantes yates, esta, despechada, aceptó.
Por supuesto, los fotografiaron en alta mar. Siendo guapos, ricos, felices y escondiendo un doble interés: él, de engatusar a la mujer más inalcanzable de todas y ella el de regresar a los brazos de Khan.
Dodi y Diana pasaron dos meses acaparando portadas y titulares. Su incipiente relación era el gran tema de conversación en el verano de 1997, los reporteros estaban ávidos por conseguir imágenes de ambos. Eran las que más se demandaban y, por tanto, las que mejor se pagaban. A finales de agosto, la pareja se escapó a París para compartir unos días, que acabarían siendo los últimos de sus vidas.
¿Qué ha sido de Hasnat Khan?
El resto de la historia ya es conocida. En la madrugada del 31 de agosto, el coche en el que viajaba la pareja se chocó en el Puente del Alma en París. Empezaba la leyenda de Dodi y Diana, una leyenda que el padre de él se encargó en alimentar.
Hasnat, como todos, se enteró al día siguiente. Había muerto la mujer más importante de su vida, uno de los sucesos más dramáticos de cuantos ha hecho frente. Un trauma del que, reconoce, no ha podido sanar.
Actualmente, Khan, de 62 años, vive en Essex. Se casó, pero su matrimonio solo duró un año y medio. No ha tenido hijos y vive volcado en su trabajo, donde destaca como uno de los grandes cardiólogos del país.