Mucho se habla de las llamadas ‘joyas de pasar’, pero poco se habla del increíble patrimonio joyero del que dispone la mujer a la que jamás se le permitirá acceder a las primeras. La infanta Elena posee una de las colecciones de collares, pendientes y pulseras más destacadas de todas las ‘royals’ patrias. Y sin necesidad de asaltar al joyero real.
A la infanta le sucede como a su tía Pilar de Borbón: adoran las alhajas. Tanto una como otra, cuentan la historia de su familia a través de brillantes y gemas; por lo que, en estas, se fusionan tradición y poderío.
Es cierto que Elena nunca podrá lucir las tiaras reservadas a la reina, pero tampoco le hace falta. Por su parte, Pilar logró hacerse con unas impresionantes piezas que atesoró a lo largo de su vida; algunas de ellas fueron de la colección privada de su madre, María de las Mercedes de Borbón y Orleans; quien, al fallecer, distribuyó entre sus dos hijas sus joyas personales, mientras que las que heredó de la reina Victoria Eugenia (su suegra) fueron a parar a doña Sofía. Esa colección fue bautizada como las ‘joyas de pasar’.
Cuando Letizia se convirtió en reina consorte, tuvo a su disposición las cuatro tiaras, dos collares de perlas, dos pares pendientes y broches que conforman esta herencia solo apta para mujeres coronadas. Durante 40 años, doña Sofía lució con gran orgullo estas piezas que, aunque tienen carácter privado, están asociadas de manera irremediable a la Casa Real.
Pero el joyero personal de Sofía es mucho más que una colección heredada. La reina guarda brillantes y piedras preciosas que pertenecieron a su madre, la reina Federica, además de otras incorporaciones que ella fue realizando de manera reservada, obedeciendo a su gusto propio o a regalos que obtuvo. Pues bien, lo mismo le sucede a su hija Elena.
La infanta Elena se ha hecho con una recopilación de tesoros de enorme valor que, el día de mañana, irán a parar a su hija Victoria Federica. Algunas de estas piezas han sido heredadas, otras, adquiridas. El gran tesoro de la familia real no radica en el joyero de Letizia, sino en el de su cuñada.
Una de las últimas piezas más caras que ha lucido Elena fue la impresionante gargantilla broche que lució en la boda de Teodora de Grecia, pero hay más. Hay muchas más.
Su propia corona rodeada de misterio
Bueno, a decir verdad, de los Marichalar. Cuando se casó Elena, la familia de su marido le hizo entrega de la gran joya familiar: una doble tiara de inspiración clásica, realizada en platino y brillantes engastados, con la que se casó la madre de Jaime. Sin duda, fue una de las piezas más llamativas y a las que más uso le ha dado.
La primera vez que la usó fue el día de su boda. El 18 de marzo de 1995, la infanta se ‘coronaba’ con la tiara Marichalar, la niña bonita del joyerío de la aristocrática familia. Muchos esperaban que Elena recurriera a las tiaras de su madre, pero, esta, queriendo desligarse del núcleo borbónico, optó por la nueva joya que le había sido obsequiada.
Bodas, cenas de gala y demás eventos de relumbrón contaron con la Marichalar sobre la cabeza de Elena. Pero, con la llegada del divorcio, la infanta la empezó a relegar al olvido. Con aquel ‘cese temporal de la convivencia’, que de temporal no tuvo nada, la hermana de Felipe VI dejó de usarla.
¿Dónde está ahora? Lo cierto es que es un gran misterio. La pieza había sido un regalo para ella, divorcios aparte; pero lo cierto es que la tiara ha sido lucida por varias sobrinas de su ex marido. A raíz de esto, surge la gran duda, ¿devolvió la infanta Elena la pieza o, cuando hay alguna boda de las nietas de la primera dueña, la infanta la presta? Queda sin resolver, porque ella nunca lo ha querido aclarar.
Una pulsera heredada y con tradición
Y sin abandonar la boda de la primogénita de los reyes eméritos, ahora nos detenemos en la pulsera que esta llevó en su gran día. Un ornamentado brazalete de larga historia, puesto que perteneció a la infanta Isabel, apodada ‘la Chata’. Ella fue la primera dueña de algunas de las que acabarían convertidas en las ‘joyas de pasar’.
Se trata de un brazalete de doble cadena, donde diamantes y perlas conviven creando dibujos de flores. Tras pertenecer a la infanta Isabel, esta se la dio a su sobrino Alfonso XIII, que se la obsequió como regalo de bodas a su mujer, Victoria Eugenia. Al morir esta, se las cedió a María de las Mercedes de Orleans y Borbón y de ella fueron a parar a doña Sofía. Tal y como escribe el periodista César Andrés Baciero para Vanity Fair, “desde aquella soleada mañana, no ha adornado la muñeca de otra dama, al menos públicamente, lo que lleva a especular con que fue un detalle de la madre a su hija”. Por lo que podría haber sido un regalo para la novia de parte de su madre.
Una espectacular gargantilla olvidada
En la boda de Teodora de Grecia, Elena lució una de las creaciones más llamativas de todas cuantas posee, un collier de chien formado por diez hilos de piedras que cuentan, en el centro, con un llamativo rosetón de brillantes.
La pieza, tal y como destacó la cuenta Spanish Royal Jewels, es posible, que hubiese sido un regalo de bodas que recibió Elena. La primera vez que la lució fue a los pocos años de casarse con Jaime Marichalar, por lo que hay muchas posibilidades de que fuera un generoso regalo que la hija de Juan Carlos obtuvo aquel marzo de 1995.
Elena, aficionada a las gargantillas
Las adora. En su joyero se hallan multitud de collares y de pendientes, así como de pulseras y de perlas. Pero si hay una joya que asociamos a ella, esas son las gargantillas.
Además, a la infanta Elena le encanta hacer nuevas creaciones, sumando a estas piezas, llamativas de por sí, barroquísimos broches que aportan aún más impacto al collar.
Una de estas joyas inolvidables la lució en el enlace de Laura Ponte y Beltrán Gómez-Acebo. Era la boda de su primo, sí, pero, además, era una celebración de la moda; y ella quiso estar a la altura. Para ello, escogió una gargantilla de siete filas de rubíes con un broche art déco, que ya le habíamos visto en alguna ocasión, sujetando, eso sí, una mantilla. Sin duda, fue el ‘statement’ que necesitaba un estilismo como el suyo, que rezumaba clase y atrevimiento por cada hebra.
Enamorada de los juegos de joyería
¿Qué hay mejor que una pieza joya? Dos. O tres. ¿Por qué conformarse con una gargantilla, cuando una puede tener la pulsera y los pendientes compañeros? La infanta es de esta opinión, sustentada por las mejores coleccionistas.
La hija mayor de Sofía y Juan Carlos posee varios juegos destacables, entre ellos, una gargantilla y pendientes de oro, brillantes, y un zafiro muy oscuro, que recoge toda la ostentosidad de los años 80.
Uno de los juegos más reconocibles es el llamado 'demi parure', que consta de un collar, pulsera y pendientes, que suele ser asociado a un regalo de bodas de la familia real griega, puesto que todas las veces que lo ha usado ha sido en algún evento de su parte helena.
Este conjunto está compuesto por brillantes en forma de lágrima, que rodean al resto de piedras preciosas, tales como zafiros y rubíes.
Hay más. Mucho más. Broches heredados, collares que solo usó en una ocasión y que podrían haber sido subastados... El tesoro de Elena es amplio y variado. Resulta de un incalculable valor económico, pero también histórico, por lo que, aunque nunca vaya a poder usar las piezas de "de pasar"; su joyero no tiene nada que envidiarle. De hecho, es Letizia la que podría mirar con ojos codiciosos el botín de su cuñada...