El 22 de noviembre de 1975 doña Sofía hizo una de las mayores declaraciones de intenciones con su vestuario. La griega se convertía en la reina consorte de un país que dejaba atrás la dictadura franquista para abrazar una nueva e ilusionante etapa. Y lo hizo vestida de rosa chicle, enviando un mensaje de esperanza y nuevos aires a todos los españoles.
Para conseguir esta impactante puesta en escena fueron esenciales dos mujeres, María Antonia y Pilar, las hermanas Molinero. Ellas habían cosechado esa fama discreta, que adoran las más elegantes de la alta sociedad. Cuando hubo que elegir unas estilistas y modistas para crear el vestuario de la futura reina, se tuvo claro: debían ser ellas.
“¿Cómo querrán verme los españoles?”, preguntó una tímida Sofía, que aún no había encontrado su estilo (aunque sí su peinado característico). Las Molinero no titubearon, “guapa, señora. Querrán verla guapa”, se recogió en ‘La soledad de la Reina’.
Las artífices del estilo de la reina
Trabajaron sin descanso para tener la pieza lista para el gran día y, en solo una noche, completaron el abrigo que, además, parecía un guiño a los capotes toreros. Auténtica imaginería cañí. Aquel día, Sofía no fue coronada pero, definitivamente, fue aupada como la nueva reina más elegante de Europa. La monarquía volvía a España y lo hacía por la puerta grande.
Pero, ¿quiénes fueron estas habilidosas hermanas madrileñas? Balenciaga las llamó “las niñitas de la Castellana”, puesto que ahí tenían su taller. Empezaron muy jóvenes y de manera autodidacta. El gusto por los colores, los estampados o los patrones bien ejecutados parecía algo inherente en ellas. Tenían bien repartidos los papeles. Mientras que María Antonia, que falleció en 2019, era la que se ocupaba de todo lo referente al estilismo, Pilar tenía unas manos prodigiosas para el dibujo. Era una excelente patronista capaz de replicar (y hasta mejorar) las creaciones de afamados diseñadores como Valentino o Yves Saint Laurent.
“La alta sociedad española, las duquesas, las marquesas, las mujeres de los generales… se daban una vuelta por Europa, veían lo que les gustaba en París y después se lo encargaban a estas hermanas, que ‘fusilaban’, principalmente, a Balenciaga y a Dior”, contó a CLARA Carlos Sánchez de Medina Alcina, historiador y especialista en Indumentaria y Moda. “Sofía eligió a estas señoras porque estaban muy bien posicionadas en la alta sociedad y era un guiño también a la gente que la podía rodear, aunque, sabemos, ella siempre ha vivido un tanto aislada”.
"Las niñitas de la Castellana" que vestían a lo mejor de la 'high class'
Aquella no fue la única vez que la reina confiaría en estas hermanas, que siempre tenían el taller repleto de pedidos y de propuestas. A ellas no les hacía falta la publicidad que les brindaba la reina, puesto que sus nombres y teléfono ya era vox populi entre el público al que querían llegar. “Su buen hacer puso el boca a boca en marcha. Sus trajes de noche para fiestas y cenas (su especialidad) se popularizaron y se hicieron imprescindibles en el armario de la ‘high’ en un corto periodo de tiempo”, escribió Beatriz Miranda para El Mundo.
Ellas, celosas de ser el secreto mejor guardado de las más elegantes de esas décadas, adoptaron una política de discreción absoluta. Ni fotos ni entrevistas. Estos rasgos siempre han sido un punto a favor para trabajar junto a las altas esferas.
Las hermanas Molinero dedicaron toda su vida a su profesión. Entre telas, tizas y alfileres eran extremadamente felices. Jamás quisieron saber nada de renunciar a su trabajo. Además, este era muy exigente, y las reclamaba de manera urgente y constante. Se consagraron a sus clientas. A construirles los mejores looks. María Antonia mimaba cada detalle de la puesta en escena de cada uno de los estilismos que creaba. No dejaba nada al azar. Los pendientes iban a juego, al tiempo que lo hacían los tacones, el bolso y la discreta horquilla que se ocultaba entre el pelo. Todo calculado y medida para que la mujer que había confiado en ellas fuera, sencillamente, la más chic de todas.
Por su parte, Pilar, la oficiala del taller, mimaba cada tela con exquisitez. Lograba hacer alta costura con cada propuesta que le deslizaba su hermana, tras haberla visto en los desfiles de París o Milán. La experta en patronaje cuidaba que la pieza se amoldara a la perfección al cuerpo de la clienta, de ahí que necesitara que esta visitara con frecuencia el atelier para que el modelo fuera casi una segunda piel para esta.
¿Dónde radicaba el éxito de su sistema de trabajo?
Era un modelo de negocio en el que las grandes casas hacían sus propuestas en los exclusivos desfiles y, después, de manera autorizada, estos vendían los patrones a las modistas y estilistas. Era una especia de versión con licencia. De ofrecer un diseño lo más parecido posible, realizado en una altísima calidad y siguiendo las modas impuestas desde los epicentros ‘fashionistas’ del mundo. En unos años en los que no existía el pret-à-porter, y la cadena de negocio era muy distinta; esta era una estupenda manera para que las más pudientes lucieran alta costura sin tener que acudir a casas como Valentino o Balenciaga.
Esto era de lo más común, tanto en España como fuera de nuestras fronteras. Por ejemplo. El icónico vestido rosa que Jackie Kennedy lucía cuando dispararon a su marido, todo el mundo piensa que era de Chanel; cuando lo cierto es que era una de estas versiones creada por su modista de cabecera, Chez Ninon. Tan bien realizada estaba, que hasta los más expertos historiadores han adjudicado alguna vez la creación a Mademoiselle Coco.
De Castellana se mudaron a la calle Ayala, donde siguieron recibiendo a sus importantes clientas. Fue entonces cuando su sobrina Belén empezó también a tomar buena nota de la profesionalidad de sus tías. Ella se convirtió en su gran pupila, la persona indicada en guardar todo el saber y buen hacer de las Molinero. Se formó en la prestigiosa Parsons School, aunque tuvo en casa a sus mejores maestras.
Ahora es Belén Molinero quien lleva el negocio. Quien trasladó el atelier a la calle Fortuny y donde sigue tomando medidas y haciendo propuestas a sus clientas, novias, sobre todo. Tampoco le gustan las entrevistas ni las redes sociales, ella, como sus tías, prefiere que su nombre corra de manera discreta entre las agendas más VIP del país. Eso también lo aprendió en casa.