Una joya transmite fuerza. Poder y lujo, a la vez que historia. Es por lo anterior que no es arbitrario que las Casas Reales alberguen relatos en sus cofres. Las gemas de una Corona no son poca cosa, y tampoco son un bien fácil de conseguir, sea quien sea el propietario. De hecho, esto va más bien de usufructos que de propiedades. En el caso de los Borbones, Victoria Eugenia de Battenberg, la esposa de Alfonso XIII, fue quien dejó por escrito que las piezas de su joyero pasarían de Reina en Reina tras su fallecimiento. Dicho y hecho, pasando por doña Sofía, Letizia Ortiz y con la princesa Leonor como futura destinataria.
Es por eso que ese joyero se apostilla, precisamente, como el joyero 'de pasar'. Se podría decir que son una herencia incontestable, porque al fin y al cabo son de todos y de nadie dentro de la dinastía. Algo más concreto, en el caso de las Reinas o Reinas consortes, claro está, aunque en ningún caso les impide esto obtener sus propias alhajas. Esas que serán suyas y van más allá de lo que dicta la tradición, de modo que también será su decisión precisar quién se las quedará una vez que se fallezca. Véase el caso de doña Sofía, que al proceder de una dinastía, acumulo tantos tesoros como deberá repartir. ¿A quién y cómo? Antes de adivinar porvenires, es preciso revisitar el pasado.
Más allá del joyero 'de pasar': las pertenencias de doña Sofía
La tiara de la Flor de Lis, las pulseras gemelas o los collares de chatones son algunas de las joyas más concurridas por Letizia de las que son 'de pasar'. Esas que, por lógica de los tiempos, también pudo lucir su suegra cuando Juan Carlos I todavía no había abdicado. Sea como fuere, cabe destacar que Sofía no solo es Borbón por matrimonio, sino que es Glücksburg de nacimiento. Es decir, ella entre los enseres para ornamentar sus atuendos figuran también los que heredó de Federica de Hannover, su madre.
Y es que la que fuera Reina consorte de los helenos también legó su propio joyero 'de pasar', pero ella no fue la destinataria al no ser la heredera al trono. No obstante, sí que pudo quedarse con algunas piezas destacadas y favoritas de la esposa de Pablo I de Grecia. También, como es obvio, también ha mantenido en su joyero personal —e incluso ya ha legado— artículos como la tiara prusiana. Nada más y nada menos que la que lució en el día de sus tres casamientos con don Juan Carlos en la ciudad de Atenas en el año 1962. Un artículo de altísimo valor, de estilo neoclásico y estética griega, que provenía del ajuar de doña Federica, quien también lo vistió en su boda.
De todos modos, esta pieza, cuya elaboración fecha de 1913, fue un regalo de boda del káiser Guillermo II a su hija Victoria Luisa para su boda con Ernesto Augusto III de Hannover. De generación en generación hasta llegar a Letizia. Porque sí, es la misma tiara que la Reina llevó el día de darse el 'sí, quiero' con Felipe VI. Y en ningún caso es esta importantísima corona la única joya que le ha quedado a Sofía como recuerdo de su adorada madre. De hecho, son bastantes las que se ha quedado y ha lucido en reiteradas apariciones públicas. Ejemplo de ello son el broche de las tres flores, con el que decoró su traje en la boda de su sobrino Pablo y Marie-Chantal Miller o el rubí cabujón.
Es esta piedra preciosa una de sus grandes favoritas. El rubí pulido, que no tallado, está rodeado por dos hileras de diamantes engastados en platino. La disposición ideal alrededor de la gema para desprender un brillo inigualable y realzar su elegancia en un sinfín de ocasiones. Y no días cualesquiera en el calendario, además. Esta fue su elección para el 70 aniversario de su marido, y también la proclamación de su hijo Felipe como Rey de España. Por norma general, apuesta por colgarlo de collares de perlas como hacía su madre.
Las 3 tiaras que no fueron para Sofía y Leonor no podrá lucir
Qué ha decidido hacer con todas las piezas antes mencionadas es un misterio, aunque se sobreentiende que quedarán a disposición de las generaciones venideras. De este modo, su nieta Leonor acabará siendo la receptora de todas ellas y es probable que se las veamos en el futuro. Por desgracia, y partiendo de lo mencionado previamente, la gran parte de las reliquias de Federica de Hannover fueron a parar al rey Constantino II, el hermano de doña Sofía. Por ende, también a su nuera Ana María de Dinamarca y a la esposa de su nieto, el príncipe Pablo. Es decir, aunque viniesen de sus antepasados, la Princesa de Asturias no las podrá vestir. Sí que lo ha hecho, por ejemplo, Marie-Chantal Miller, la 'archienemiga' de su madre.
Fue con motivo del 18 cumpleaños del príncipe Christian de Dinamarca cuando la pudimos ver luciendo una de esas tiaras que la primogénita de Felipe VI nunca podrá ponerse. Nada más y nada menos que la tiara 'perdida' de diamantes de la reina Sofía. No Sofía de Grecia, sino Sofía de Prusia, la suegra de Federica de Hannover, que la lució en su boda con el rey Pablo en 1938.
Sea como fuere, esta fue una excepción, ya que por ahora sigue siendo Ana María la usufructuaria principal. No será hasta el día en que fallezca cuando Marie-Chantal, así como su hija, la princesa Olimpia, tengan acceso total al histórico joyero que incluye la tiara griega con aderezo de esmeraldas.
Esta diadema de estilo ruso, llamado 'kokochnik', había sido un encargo que Isabel de Rumanía, esposa del rey Jorge II de Grecia en 1921. Para crearla se usaron gemas del acopio personal de la reina Olga, la abuela de su marido. Es una de las piezas más espectaculares de la realeza europea. No solo por las piedras que incluye en su corona, sino también por el aderezo, que comprende una gran gargantilla, un broche y unos zarcillos a juego. Disposición similar a la que tiene la tercera de las tiaras de esta lista: la de diamantes y rubíes con ramas de olivo.
Una exquisitez de diseño que la reina Federica guardó con todo su cariño para sus sucesoras. Como la anterior, también tenía su origen en la célebre Olga de Rusia, Reina de los helenos por su matrimonio con Jorge I de Grecia. Dice la leyenda Jorge le regalaba un rubí birmano —acuñado 'sangre de paloma' por su llamativo color— en cada aniversario. Y así confeccionó este set de alhajas que Pablo I recuperó para entregárselo a su mujer Federica. Se le añadió la emblemática diadema de laurel griega y resultó en esta fabulosa prenda. Otra más para la colección griega. Otra menos para la española.