Cuando los primeros acordes de ‘Yellow’ de Coldplay empezaron a sonar, los novios se estremecieron de pura emoción, y, con ellos, los 400 invitados que estaban presenciando una de las grandes bodas de la década: la de Marta Ortega y Carlos Torretta. 

El 16 de noviembre de 2018, dos de los herederos de la moda española sellaban sus destinos con el enlace más romántico. Carlos representaba la tradición textil heredada de su padre, que, durante años, ha sido sinónimo de estilo y elegancia gallega. La otra contrayente, Marta Ortega, es hija del hombre que pasó de vender batas a construir el imperio textil que transformó de arriba a abajo el circuito ‘fashionista’, desde el diseño, pasando por la confección, hasta llegar a la compra. Dos de los mayores nombres de este negocio se daban el ‘sí, quiero’ en una fiesta que duró 48 horas y que estuvo a la altura de lo que se podía esperar de dos estirpes como estas. 

La segunda boda para Marta Ortega

La boda de Carlos Torretta y Marta Ortega tuvo de todo y más. Conviene sacar la calculadora porque estamos ante una de las bodas más caras que se han celebrado en nuestro país. Se casaba la hija del hombre más rico de España y este no reparó en gastos. Para Amancio era la segunda vez que le tocaba ejercer de padrino, pero entre ambos casamientos hubo un abismo de diferencia. 

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Marta Ortega, en su primera boda

El primer ‘sí, quiero’ de Marta Ortega fue mucho más clásico y comedido. Se trató de una boda por la iglesia, con el consabido convite y buenos deseos por parte de todos. La empresaria se casaba con el jinete Sergio Álvarez y, a pesar de la ilusión, el amor entre ellos acabó desvaneciéndose. Se trató de una ruptura dolorosa, plagada de aristas que, con los años, han dejado de pinchar. La relación entre la empresaria y el deportista es de lo más cordial y todo gracias al hijo que comparten. 

La segunda boda de la hija de Amancio Ortega fue diametralmente lo contrario al clasicismo de la primera; puesto que los novios, ambos dedicados al mundo de la moda y con un espíritu de lo más creativo, diseñaron un auténtico despliegue de fantasía por todo lo alto, tanto para ellos como para sus centenas de invitados. 

Una híper boda que duró 48 horas

El enlace de Marta Ortega y Carlos Torretta constó de dos partes, como quien dice. La primera fue la más privada y a la que solo estuvieron invitados 40 personas muy cercanas, entre familiares y amigos íntimos. Este volumen I de la boda tuvo lugar ante el notario de confianza de Amancio, Francisco Manuel Ordóñez, y en la casa familiar que los Ortega tienen en O Parrote, A Coruña; donde también se llevó a cabo el almuerzo posterior. 

Como no podía ser de otro modo, la comida que se sirvió tuvo sabor ‘galego’. La elaboración corrió a cargo de una de las mejores cucharas del país, el chef Pepe Solla. Un menú de estrella Michelin para celebrar la unión de dos de los nombres clave de los negocios de nuestro país. 

Fue una celebración pequeña, emotiva, casera e íntima. Los novios brindaron mientras se miraban a los ojos, se besaron entre los vivas de sus seres queridos y Marta Ortega brilló espectacular. Porque ¡ah, el vestido de la novia! Tenía que ser un modelo a la altura de alguien como ella. Y no defraudó. 

Así fue el primer vestido de novia de Marta Ortega

Para la confección de la elegantísima pieza nupcial, Marta Ortega confió en el ojo y aguja experta de un buen amigo, Pierpalo Piccioli, entonces director creativo de Valentino. El diseñador puso a trabajar todo su talento a favor de esta novia para la que creó una fantasía romántica que la hacía parecer una ninfa del bosque. Un vestido de un rosado clarísimo y empolvado, con mangas transparentes, falda recta y lazada a un lado de la cadera. Una delicada propuesta que transmitía “un imaginario con un inusual sentido de romanticismo, lleno de ligereza, frescura e intención para ilustrar su fuerte personalidad”, se dijo en la nota de prensa que acompañó a la foto. 

El italiano, que vivió esta oportunidad como un verdadero regalo que le hacía su amiga, también se encargó de vestir a la novia a lo largo de todo el fin de semana que duró la celebración. Marta Ortega usó cuatro vestidos diferentes, a cual más especial y refinado; y todos huyendo de los estereotipos que tenemos asociados a las novias. Un cliché en el que ya cayó en su primer enlace. Para esta ocasión quería rebeldía, fuerza y originalidad. Y lo logró. 

Para completar la imagen de cuento de hadas que Marta quiso que impregnara esta primera propuesta estilística, Ortega también se valió del talento floral del belga Thierry Boutemy, que diseñó para ella una corona de flores, a juego con el ramo que portaba y que se inspiraba en la naturaleza gallega. Todo estaba exquisitamente medido y calculado, hasta su peinado excepcionalmente despeinado, que la hacía parecer una náyade rockera. 

Preboda al lado del mar

Al llegar la noche, el estilo de la celebración cambió por completo y, con ello, el del look de novia de Marta. El viernes empezaron a llegar los primeros invitados al gran enlace y las familias de ambos novios celebraron una gran cena en el Club Náutico de A Coruña. En esta preboda (aunque en realidad era más post que pre) Ortega hizo un cambio radical en su estilismo y se decantó por el sobrio y siempre elegante negro, en un dos piezas tipo smoking. Un look extremadamente chic, que la novia remató con unos llamativos y festivos labios rojos, perfectos para una celebración nocturna. 

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Esta cena fue el recibimiento para muchos invitados famosos; puesto que la gran fiesta tenía lugar 24 horas más tarde. Por el Náutico desfilaron algunos de los grandes nombres, tanto del mundo de la moda o del entretenimiento, como de los negocios de nuestro país. Entre los asistentes, el matrimonio Medina, Rafa y Laura Vecino, Rosauro Varo y Amaia Salamanca, Isabelle Junot y Álvaro Falcó, Samantha Vallejo-Nágera, Alonso Aznar, los hermanos Cortina, Athina Onassis, Narciso Rodríguez… que enmudecían al comprobar la decoración que Marta Ortega y su equipo habían realizado. No escatimaron en gastos y dieron un aspecto completamente nuevo a este epicentro del ocio coruñés. Se cambió entera la moqueta del local, se trajeron plantas y flores de todos lados para proporcionar un ambiente acogedor y silvestre, se diseñó mobiliario nuevo que casara con el concepto creativo que envolvía a la celebración... Todo era poco para estos novios que tenían muy claro cómo deseaban que fuera su gran boda galega.

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Una cena de gala ambientada en el mundo de las meigas 

Pero el gran despliegue llegó al día siguiente. Marta Ortega y Carlos Torretta habían dispuesto todo para que Casas Novas, el espacio dedicado a la hípica en A Coruña y propiedad del empresario, pareciera la entrada al ‘Bosque Animado’. Solo faltaba Alfredo Landa. De nuevo, la tradición gallega de los bosques, los campos y los personajes de leyenda se colaron en el diseño y decoración del lugar. 

Los invitados, cuando llegaban a Casas Novas, debían recorrer un sendero antorchado que los conducía hasta la puerta, que emulaba un enorme tronco de árbol que les daba entrada en este fantástico mundo que los contrayentes habían dispuesto para sus seres queridos. 

Para la gran noche, Marta Ortega lució una creación metalizada de Pierpalo Piccioli. Un vestido largo, con aberturas en los laterales y unos divertidos bolsillos, que rompían con lo que se espera del vestido de una novia.

Un maravillado Jon Kortajarena abría la boca de par en par al sumergirse en esta boda-concepto, única y con un gusto exquisito. A su lado, la modelo Eugenia Silva, vestida con un maravilloso look de gran gala, como indicaba el ‘dress code’, era fotografiada por uno de los fotógrafos de moda más importantes de la historia reciente, Peter Lindbergh. Pocas novias pueden enorgullecerse de haber tenido trabajando en su enlace a uno de los artistas preferidos por Anna Wintour. El alemán se encargó de capturar con su cámara los mejores momentos, tanto del enlace más privado, como de esta celebración por todo lo alto. En unas imágenes en blanco y negro que rezumaban romanticismo y clase.

Las mesas de los invitados estaban dispuestas al modo imperial, en hileras, tal y como también vimos en la boda de Ana Boyer, y la iluminación, indirecta y tenue gracias a las miles de pequeñas bombillas y velas, creaban una atmósfera de lo más evocadora. Para esto también ayudaron las decenas de árboles que se trajeron desde Bélgica para lograr este ambiente romántico-forestal.

Albert Adriá fue el chef al que se le encargó la elaboración de la cena. El hermano de Ferrá ideó para los novios y sus 400 invitados un menú que constó de 5 deliciosos y ligeros platos. El primero consistió en una crema de parmesano con trufa negra, el segundo guisantes y habitas a la menta; le siguieron unas setas shiitakes preparadas en un escabeche oriental y unos tomates con gelatina de su consomé. Para acabar, una mezcla de lo más particular y única: coliflor con caviar. Los postres fueron cosa de uno de los reposteros más importantes del gremio del dulce, Cèdric Grolet, que reinterpretó algunos de los postres franceses más populares, pero en clave frutal; siguiendo el gusto de los novios.

Mientras los invitados cenaban, Ortega y Torretta les sorprendían con las actuaciones que habían contratado para que amenizaran la velada. Músicos de primer nivel desfilaban por el escenario dispuesto, y hacían gritar de emoción a las decenas de personas congregadas. La primera en entregar su jazz a los novios fue Norah Jones, que envolvió con sus voz los primeros platos de la cena; para, a continuación, dejar hueco al pop de Jamie Cullum. Pero el auténtico estallido de gritos llegó cuando Chris Martin subió al escenario. El de Coldplay fue el encargado de inaugurar el baile nupcial. Su tema ‘Yellow’ fue el escogido por la pareja para empezar su nueva vida como marido y mujer. 

A Marta Ortega aún le quedaba un vestido más que ponerse en este despliegue festivo del amor entre ‘popes’ de la moda. La última pieza que la casa Valentino diseñó para ella era una oda al color rosa, abullonado y que ponía el mejor broche a una boda inolvidable, tanto para los que estuvieron, como quienes la vivieron por las redes sociales. Un modelo palabra de honor que cerró el círculo rosado, que se inició frente al notario, y que se completó con Marta bailando toda la noche mientras el DJ Mark Ronson encadenaba hits. 

¿Cuánto costó la gran boda galega de Marta Ortega?

Las cifras que se manejan provocan auténtico vértigo. El enlace de Marta Ortega y Carlos Torretta supuso un maremoto económico para A Coruña. La ciudad gallega no había visto semejante despliegue y puede que jamás lo vuelva a contemplar. 

Se fletaron aviones privados, se reservaron los mejores hoteles y se hicieron inversiones millonarias en algunos de los negocios de la zona. Todo debía ser perfecto y estar a la altura de lo que los exigentes novios demandaban. Pero, sin duda, en lo que más se invirtió fue en contratar a artistas internacionales. El más caro, con diferencia, fue Chris Martin. El líder de Coldplay se habría embolsado hasta dos millones solo por cantar cuatro temas.

Dar de comer a todos los invitados durante la cena habría costado alrededor de 300.000 euros y contratar a 30 estilistas para que peinaran y repasaran los looks de las invitadas otro buen puñado de miles de euros. Además, los novios, detallistas, obsequiaron a todos sus seres queridos con un espectacular pack valorado en 160 euros, con artículos de algunas de las marcas más exclusivas, como La Bouche Rouge Paris.

Aquellos días, los miles de euros corrieron como agua saliendo del grifo. Se ha estimado que el coste de la gran boda de Marta y Carlos superó los 20 millones de euros. Y, en cambio, ellos no pidieron nada como regalo. Bueno sí, solo una cosa: que se hicieran donaciones a una fundación dedicada a trabajar con niños con parálisis cerebral. A la novia esto le toca de lleno, puesto que su hermano Marcos, nació con esta condición. 

6 años y dos hijos en común más tarde, el matrimonio continua de lo más unido y hasta trabajan juntos. Marta nombró a Carlos parte esencial del departamento de comunicación de Inditex. Se compenetran a la perfección y, con los años, se han convertido en la 'power couple' definitiva. ¿La clave de su éxito? Mucho talento (y amor) junto.