Con los años, Letizia ha aprendido muchas cosas, hasta a saber cuándo conviene agachar la cabeza y correr con una culpa que no le corresponde. La Reina ha entendido cómo se maneja el juego en la Casa Real y cómo una disculpa a tiempo, incluso en el peor momento, puede salvaguardar su posición.
Para entender de lo que estamos hablando debemos trasladarnos a 2007. Más concretamente, al 7 de febrero; la fecha negra del calendario de Letizia. Porque ese día, recibió la peor noticia de todas: su hermana Érika se había quitado la vida.
El peor momento de la vida de Letizia
Erika Ortiz, madre de Carla Vigo, era la hermana pequeña de la entonces Princesa de Asturias. La joven se encontraba atravesando un periodo anímicamente muy bajo y, víctima de la depresión que padecía, se suicidó en el piso que su hermana Letizia le había cedido. La hija pequeña de Paloma Rocasolano no soportaba seguir viviendo y, tras dejar a su pequeña en casa de unos amigos, preparó su propia muerte.
El trágico fallecimiento de la licenciada en Bellas Artes dejó absolutamente conmocionada a su familia, especialmente a Letizia, quien, en ese momento, estaba embarazada de su segunda hija, Sofía.
Las imágenes de la Reina deshecha en llanto, brindándole el último adiós a su querida hermana perviven en el recuerdo de todos. Entonces, la periodista dejó a un lado su coraza, esa en la que lleva años escondiéndose y protegiéndose, para mostrarse más vulnerable que nunca. Hasta entonces, se nos había brindado de ella una imagen un tanto fría, que muchos trataban de hacer pasa por frívola y trivial, cuando ella no tenía nada de eso.
Letizia y Juan Carlos, formas de ser contrarias
La forma de ser de Letizia, con tanta confianza en ella misma, muchas veces fue interpretada como soberbia y altiva; especialmente por aquellos contrarios a la esposa de Felipe VI. Unos adjetivos que siempre han jugado en su contra en su guerra personal con su suegro, pues Juan Carlos I, durante décadas, se encargó de vender una imagen de campechano, natural y cercano a la prensa. Los rasgos de su nuera, claramente, contrastaban con aquellos de los que el otro rey había hecho su bandera; y los partidarios de este la atacaron sin compasión.
Letizia y Juan Carlos chocaban. Chocaron desde el primer instante porque tenían visiones muy diferentes de las funciones que debía tener un jefe de Estado. Y esas contradicciones provocaban pequeños roces entre ellos. Sin embargo, aquel día gris de febrero de 2007; la nuera se arrodilló ante el suegro.
Letizia cargó con las culpas
Pilar Eyre cuenta una anécdota que, hasta ahora, había permanecido oculta y que tuvo lugar durante el entierro de Erika. Las lágrimas corrían en ríos y los nervios, fruto del shock, eran palpables. Cuando la Familia Real se personó en el sepelio, al ver a Juan Carlos, uno de los compañeros de la fallecida le espetó: “¡Vosotros habéis tenido la culpa!”. Una sentencia que Letizia consideró del todo injusta para su familia política. Así que siendo justa con ellos, interpeló a su perdón. “Letizia se vio obligada a arrodillarse y pedir disculpas a su suegro”, recalca la periodista especializada en Casa Real. Un momento de lo más "violento" que, a buen seguro, solo añadió incomodidad a la dramática jornada.
Para Eyre, la muerte de Erika fue el gran suceso que marca la vida de Letizia, muy por encima de su boda, de su entrada en la Familia Real o convertirse en Reina. Despedir de tan trágica manera a su hermana pequeña, con la que creció y a la que siempre cuidó, amparándola en esa seguridad y fortaleza tan propia de ella, fue devastador para la consorte.
Letizia era consciente de todo lo que se decía de ella y de que muchos de estos chismes o filtraciones podían provenir directamente del propio Juan Carlos. Pero aquel comentario, realizado de manera vehemente y dejándose llevar por las tripas, reconoció que no era justo con el monarca y quiso remediarlo cuanto antes, aun estando en uno de los momentos emocionalmente más frágiles de su vida.
¿Cómo es la actual relación entre Letizia y Juan Carlos?
Con forme han pasado los años, la relación entre Letizia y Juan Carlos no ha ido a mejor, sino, más bien, lo contrario. No se dirigen la palabra, lo que provoca un enorme grado de tensión con Felipe, que acaba viéndose en medio de estos dos titanes de personalidad aplastante. Una muestra de ello lo vimos el pasado marzo, cuando tuvo lugar la misa funeral por la memoria de Constantino de Grecia. Suegro y nuera no hablaron y, cuando a la salida del oficio religioso, el que vive en Abu Dabi necesitó a su hijo para que le concediera más estabilidad al caminar hacia fuera de la iglesia, Letizia se hizo a un lado. Dejando claro que entre ellos no había cambiado nada.
Para la actual Reina es importante que quede claro que la monarquía actual no tiene nada que ver con su sucesora. Y Juan Carlos supone la representación de esta misma. Para lograr deshacerse de todas las críticas anteriores, Letizia y Felipe han dedicado su trabajo a demostrar una imagen mucho más transparente, austera, trabajadora y auténticamente cercana con la realidad que rodea al pueblo español. Dar un paso en falso supondría echar por tierra el trabajo de los últimos 10 años.
Letizia le pidió perdón esa vez. No volverá a hacerlo.