La cronología fue la siguiente. El 31 de octubre se filtró que Felipe tenía novia ¡Y menuda novia! ¡Todos la conocíamos! El entonces príncipe llevaba algo más de un año viendo a escondidas a la presentadora de los informativos de las 21:00 de la televisión pública, Letizia Ortiz.
Ellos habrían querido hacerlo de otra manera. Mandar un comunicado más pensado y no el relato atropellado que se vieron obligados a emitir el 1 de noviembre. Sí, el príncipe había conocido a alguien muy especial con quien deseaba pasar el resto de su vida y sí, era periodista. Juan Carlos invitaba a toda la población española a no perderse, el 6 de noviembre, la pedida de mano, televisada y a la que estuvieron acreditados más de 300 medios.
Pero, antes de eso, tuvo lugar la primera salida de Letizia junto a Felipe, sus suegros y su cuñada Elena. ¿El motivo? Celebrar el cumpleaños de la reina Sofía.
El musical aniversario de la reina Sofía
El plan era sencillamente perfecto: un concierto en el Teatro Real, donde toda la familia disfrutaría de la música del violoncelista ruso Mstislav Rostropovich, que, además, es amigo personal de doña Sofía. La ocasión ideal para demostrar que Letizia ya era (casi) una más.
Quizás, la presencia de la periodista no estaba en los planes iniciales. Como decimos, cuando se desveló que era novia de Felipe fue mucho antes de lo que a los Borbones les habría gustado. Pero, al filtrarse la noticia, ya no había tiempo para desmentidos y estos carecerían de sentido cuando, tan solo unas semanas más tarde, acabaran confirmados. Así que la tuvieron que incluir en el plan familiar.
¿Cómo no invitar a la futura princesa de Asturias cuando ya está más que sobre la mesa que acabará casada con el príncipe? Había que hacerlo sí o sí. Era lo correcto. Y ahí, un día después del cumpleaños de Sofía, toda la familia acudió al concierto de violoncelo.
Por eso, las primeras fotos que existió de Felipe y Letizia, ya como pareja oficial, no fueron las que se tomaron durante la pedida de mano, que habría sido lo ideal y esperado, sino aquella noche del 3 noviembre en la que hubo que improvisar la participación de la joven.
Doña Sofía fue la única que se mostró encantada con la estampa. Sonrió -¿y cuándo no?- a su salida del teatro, mientras sujetaba en la mano el delicado ramo que le habían regalado. Unos pasos por detrás, el resto. Todos dejando brillar a la protagonista de la noche, aunque esta bien sabía que las miradas no se dirigían a ella, sino a la mujer que esa noche, en lugar de estar dando el Telediario, era una más en el Palco Real.
Letizia, con ropa prestada en su gran noche ante sus suegros
Por su parte, Letizia estaba radiante. Feliz de poder gritar a los cuatro vientos que estaba enamorada y que empezaba su nueva vida junto al entorno de su chico. Llegar a la familia de tu pareja siempre es una aventura, pero cuando estos, además, son reyes, el grado de complejidad -y de extrañeza- se multiplica por mil.
Hacía tan solo 3 días que había abandonado su vivienda en Vicálvaro, su apartamentito de soltera al que nunca regresaría. Después de que el 31 de octubre, Terelu diera su nombre en ‘Con T de tarde’ ella supo que había llegado el momento de abandonar la vida que conocía y de empezar su nueva realidad como miembro en prácticas de la realeza.
Salió de casa con una maleta y se despidió del portero, como siempre hacía. Fue a trabajar a Torrespaña, donde, a las 21.00 horas, condujo el noticiero de mayor audiencia del país junto a Alfredo Urdaci. Tras acabar su turno, se despidió de sus compañeros. Ahí acababan los años laborales más felices de su vida. Un coche la condujo a Zarzuela y ahí abrió un nuevo capítulo de su existencia.
Pero ocurrió una cosa. Letizia tenía el aniversario de su suegra y no tenía absolutamente nada de que ponerse. No lo había pensado cuando hizo aquella maleta. Así que recurrió al armario más grande que conocía: el ropero de la tele.
Letizia pidió prestado una fórmula que sabía ganadora y a la que llevaba años aferrada: pantalón de traje y americana. Y, además, en un binomio infalible, blanco y negro. Debía resultar correcta y no destacar por encima, aunque, realmente, el tono claro la diferenciaba sobre el resto de asistentes vestidos de oscuro. Por muy 'royals' que estos fueran.
Letizia no estuvo arropada
Su primera vez en el Palco Real debió de ser inolvidable para ella. La comunicadora compartió salida, además de con su prometido; con sus futuros suegros y con la infanta Elena y su marido, además de la imprescindible Irene de Grecia, hermana de la homenajeada. En 2003, Cristina aún vivía una apacible vida en Barcelona junto a Iñaki Urdangarin y sus hijos mayores, así que no pudo escaparse para este plan cumpleañero. Al que sí acudió fue la pedida de mano ante la prensa que tuvo lugar tan solo 3 días más tarde.
Letizia saludó más que nadie y sonrió feliz por el acontecimiento que acababa de protagonizar. Las fotos de aquella noche la muestran exultante, mientras que el resto de los invitados parecen opacados por la luz que destilaba el nuevo miembro de la familia.
Las fotos revelan que Elena marcó distancias con su nueva cuñada. En ninguna de las imágenes realizadas y distribuidas por las agencias se las ve cruzar palabra alguna. Esta habría sido una ocasión perfecta para demostrar, de manera pública y explícita, que la novia de Felipe era arropada por todos. Que su propia familia daba la 'bendición' a la relación. Pero no fue así. El suegro, Juan Carlos, tampoco se prodigó en gestos tiernos ni cariñosos. Con el tiempo se ha demostrado que, para el emérito, Letizia siempre ha sido una nota de lo más incómoda.
La única que trató de dejar de lado su frialdad fue Sofía. Sabía que el papel de su nuera era difícil y lo comprendió a la perfección. A diferencia de su marido, la reina ha procurado hacer un esfuerzo y mostrarse maternal con ella. Gestos que, por cierto, apenas ha tenido con sus propias hijas; algo que estas acabaron recriminándole y por lo que sentían muy molestas.
Aquella noche, Letizia hizo un auténtico esfuerzo titánico de caer bien a todo el mundo. Pero, quizás, no recibió el ‘feedback’ que esperaba. Todos a su alrededor parecían normalizar una situación que no tenía absolutamente nada de normal.