De Trueba a Almodóvar, pasando por Benigni y del Toro. Todos la conocieron, la disfrutaron y pusieron en valor su talento como actriz. El tiempo de Marisa Paredes será siempre recordado por ese brillo, innato e incomparable, que traía de su mano a cada una de las obras cinematográficas en las que participaba. Un brillo que en este 17 de diciembre de 2024 se apaga en el plano terrenal con la noticia de su fallecimiento. Ese brillo que permanecerá intacto en el recuerdo.

El recuerdo de muchos, además. No en vano se ganó la madrileña a lo largo de su vida el título de leyenda en la industria, pues a Marisa todos la conocían. Incontables cintas avalaban su capacidad y formó parte de los circuitos más exclusivos junto a laureados directores. Una de esas historias, de la de una hija de portero que soñó con la grandeza de ocupar la gran pantalla, que no será fácil de olvidar. Ni para su legión de seguidores, ni para su círculo de íntimos. Ni para su familia, claro está.

Familia menuda, cabe precisar. Al menos en lo que a la descendencia se refiere. En términos numéricos no era extenso ese entorno de allegados, pero sí muy cercano. Un entorno que, ineludiblemente también comprende a sus grandes amores, sin olvidar al hombre que la ha acompañado hasta el último de sus días en vida y desde hace cuatro décadas. Y ahora, justo cuando a la que fuera presidenta de la Academia de Cine entre los años 2000 y 2003 hay que darle el último adiós, son ellos los que lloran esta dolorosa pérdida.

Su faceta como madre de otra niña que soñó con el cine

Pensar en Marisa es pensar en una larguísima ristra de títulos míticos. Del despegue con 'Ópera prima' a las triunfantes 'Tacones lejanos', 'La flor de mi secreto' o 'Todo sobre mi madre', que en este 2024 cumple el cuarto de siglo desde su estreno. Un suma y sigue de éxitos que, en ocasiones, puede haber empañado su otra faceta. La personal, la que concierne a su vida fuera de los sets, las cámaras y los focos. Esa faceta que, entre otras tantas cuestiones menores propios de lo íntimo, siempre quedará marcada por su papel como madre.

Marisa Paredes y María Isasi
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Madre de una y de no más. María, su única hija, nació en el año 1975. "El año justo en que murió Franco", refirió la actriz años después, evocando simbolismo en la llegada al mundo de la persona más importante de su vida. Otra mujer conocida por todos, puesto que también fantaseo con ser actriz y lo consiguió. La conocerán por María Isasi, con el comienzo del apellido de su padre, el reputado director de cine Antonio Isasi-Isasmendi, fallecido en septiembre de 2017. En la filmografía de la niña, seriales como 'Amar en tiempos revueltos' o 'Centro médico'.

Un hombre que inexorablemente marcó la vida de Paredes en la década de los 70 y con el que vivió afrontó el emocionante de la maternidad. Junto a él pasó algo más de un año de amor, pero tampoco demasiado. Siete en total fueron los que estuvieron juntos, para después romper la relación. Eso sí, siempre guardando un espacio para el cariño al padre de su hija, del que siempre habló con respeto y al que reconocía como una de las figuras más importantes de su relato vital.

El último gran amor de Marisa, su compañero de vida

En ningún caso fue Isasi-Isasmendi el último amor de Marisa. Algo grande la esperaba. Grande y longevo. Y es que en 1983 comenzaría, ahora sí, su relación más duradera. "Acababa de rodar 'Entre tinieblas' y yo le pedí -a Pedro Almodóvar que me lo presentara". En Venecia dio con su u gran amor, el exdirector de la Filmoteca Nacional Chema Prado. Con él lograría construir un vínculo sólido lleno de complicidad más allá del ruido mediático. Ya sin el propósito de procrear ni el ansia de cumplir con lo establecido, la pareja se dedicó a vivir a su modo. Sin pasar por el altar, porque como Paredes refirió en alguna entrevista "nunca quise casarme, no sentí la necesidad".

Chema Prado y Marisa Paredes
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Instalados en el icónico edificio de Torres Blancas de la madrileña Avenida de América, compartían ratos de divertimento y cenas hasta altas horas -cocinadas por ellos mismos- para deleite de invitados tan de excepción como Bernardo Bertolucci o John Malkovich. Encuentros sencillos que se han prolongado por más de cuarenta años, que son los que la vida les ha permitido pasar juntos, antes de este último revés. El fin de esos instantes que, sin duda, nunca podrán borrarse de la memoria.