Aunque pueda sorprender a algunas generaciones, la profesión de 'influencer' ya no es novedad. Generar contenido para las redes sociales es un trabajo en toda regla si existe una masa de adeptos que lo sustente. De ahí que hayan surgido infinidad de neo-famosos. Una nueva generación de personajes que ha traspasado la pantalla para dejar atrás el anonimato y ser VIP. El caso es que los famosos de siempre no se han marchado y la competencia es voraz. Sin ir más lejos, perfiles como el de Ana Boyer cuentan con más de 300.000 seguidores

Ana es famosa desde que nació. Por herencia, se podría decir. Más todavía cuando es la más pequeña del clan, a pesar de que ella es la única hija que Isabel Preysler tuvo con el ministro Miguel Boyer. La precedían los tres Iglesias —Chábeli, Julio José y Enrique— y su adorada Tamara Falcó. Una estirpe de cantantes y 'socialités' a la que no le ha faltado la fama. ¿Qué mejor escenario que este para rentabilizar su popularidad a través de las plataformas? Otra vía de explotación, podría leerse. Con matices.

El trabajado perfil de Ana Boyer como 'influencer'

Fans e instantáneas a tutiplén. Nada pareciera fallar en un perfil como el que ha venido construyendo Ana en los últimos años. Está claro que una legión de seguidores como la suya no se consigue de un día para otro, aunque los apellidos han ayudado bastante. Pero es ella quien decide lo que comparte y lo que deja de compartir. Y cabe destacar que el suyo es un contenido bastante variado. Desde imágenes junto a su marido Fernando Verdasco y sus hijos, a fotografías de los lugares que visita o el interior de su lujosa casa en Doha. Incluso recupera algunos momentos de su paso por 'Bake Off: Famosos al horno'.

Con el debido espacio para colar alguna publicidad. Es ahí de donde salen los ingresos, en realidad. Maquillaje, productos para el cuidado de la piel, prendas de ropa y hasta coches. Boyer parece atreverse con todo, aunque quizás con algo más de cautela que su hermana. O así era hasta hace bien poco. Tamara Falcó, que cuenta con más de un millón de seguidores en su perfil, acostumbra a ser mucho más constante en sus colaboraciones con marcas. Una dinámica ideal para crear "un perfil aspiracional", como contaba el 'social media manager' Marc Florensa en declaraciones para CLARA. Lo anterior, además de que "las marcas de lujo encuentran en ella un muy buen perfil, porque las personas que sí puedan asumir esos gastos se verán reflejados también en Tamara".

Es precisamente esa la dinámica que parece estar adoptando su hermana Ana. Si antes aparecía un contenido etiquetado como 'publi' en su perfil cada muchas publicaciones, últimamente parece ser esta una práctica mucho más constante. La viva muestra de que, al subir su notoriedad gracias a su participación en el programa de repostería de La 1, las empresas se la rifan. Ella, como es lógico, accede, aunque haya riesgos que debe tener presentes. Porque no, no es todo positivo, aun con los billetes que uno pueda embolsarse por trabajar con firmas tan destacadas. 

Los riesgos simbólicos y legales de su conducta en la red

"Que se aleje tanto de crear su propio contenido y solo se acerque a la audiencia mediante pagos, la puede convertir en un perfil más frío. A la larga, puede darle complicaciones a la hora de colaborar con marcas que quieran más autenticidad", ponía de manifiesto nuestro experto en redes sociales sobre el caso de Tamara. Un supuesto que, viendo cómo Ana ha adoptado esta forma de proceder, también podría aplicar a la pequeña de los Preysler. Eso y otras consecuencias que van más allá de la percepción popular y remiten a la legalidad. Tan sencillo como que la Ley General de la Comunicación Audiovisual obliga ahora a los 'influencers' a especificar siempre que un contenido sea un trabajo remunerado. Algo que Tamara no siempre hace y "le puede dar problemas".

Ana Boyer

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Adrián Monterrubio

Problemas tangibles, además, porque para personas que tengan entre 500.000 y 1 millón de seguidores se podrían requerir sanciones económicas de hasta 600.000 euros. La cuestión es que siempre existen esos 'vacíos legales' para que poner una multa se haga complejo. "Algunas de estas colaboraciones vienen por contratos diferentes. Es decir, no es un contrato de colaboración directo en el que ella anuncia una acción y la pone en historias, sino que es un conglomerado de acciones", exponía Florensa en su charla con esta revista. Sea cual sea el contexto, y aunque Boyer no tiene tantos seguidores, es de recibo admitir que acostumbra a no fallar. No se arriesga y si se trata de una publicidad lo hace evidente. Su particular forma de mantener la honestidad entre tanto spot autoproducido. Escribe 'publi' al final de pie de foto, como se requiere legalmente, y sigue su curso. Todo sea por evitar un disgusto.