En las últimas semanas no se habla de otra cosa en la crónica de la realeza de la Europa septentrional. Las monarquías del norte, siempre asociadas con el fasto y la tradición, viven un momento de lo más delicado. Y no, no es que apunten de nuevo todas las miradas a la Corona danesa como sucedió en el pasado 2023 con los escándalos extramaritales del entonces príncipe Federico. Ahora es la realeza de Noruega la que está en el punto de mira.
No precisamente por un asunto que remita a una crisis matrimonial o a un cambio de reinado venidero. Ninguna noticia apunta por ahora a un mal momento en la relación de Harald V o su consorte Sonia, o en su defecto, en la del príncipe heredero Haakon con Mette-Marit. El caso es que es precisamente la princesa heredera consorte la que, desde el pasado agosto, se ha convertido en la gran protagonista de los Glücksburg. Y no precisamente por los motivos más alentadores.
Todo comenzó con la enésima polémica de su hijo. No Sverre Magnus, el pequeño nacido su matrimonio con el futuro Rey de los noruegos, sino Marius Borg. Su primogénito, que llegó al mundo en 1997 fruto de una relación anterior, y cuya figura siempre ha puesto en entredicho a la nuera del actual monarca. Así sucedió de nuevo en el final del pasado verano después de saberse que había sido detenido por la policía. Una primera noticia que afectaba a Mette-Marit, a la que ahora se suma su reciente 'desaparición' por la enfermedad que padece. Situación de lo más compleja que plantea una duda sustancial: ¿qué hay de su hija Ingrid?
La difícil situación de Ingrid por la enfermedad de su madre
A fin de cuentas, no deja de ser ella la otra gran protagonista de la estirpe más allá de su abuelo y su padre. Todo porque como le sucede ahora a Haakon, ella estará llamada a ser la futura Reina en el momento en el que concluya de forma definitiva el reinado de su progenitor. De ahí que, como en el caso de homólogas como Leonor en España o Elisabeth en Bélgica, la joven de 20 años haya comenzado a prepararse a conciencia para el futuro que le espera al frente de la institución.
Un futuro que se presenta incierto por mucho que ella y el resto del núcleo duro de la Familia Real noruega se esfuercen por mantener la calma. Sin ir más lejos, la propia princesa está inmersa ahora en un exigente proceso de formación castrense en el batallón Skjold. En su caso, una decisión personal, que demuestra su firme compromiso con el trono que ocupará en unos años. Voluntad de servir indispensable, que cobra todavía más valor ahora que su madre se ha visto obligada a desaparecer de la primera línea por la fibrosis pulmonar crónica que sufre.
Fue en el año 2018 cuando los canales de comunicación de la Casa Real se hicieron eco de la grave dolencia que afecta a Mette-Marit, aunque siempre tratando de dar normalidad al asunto e incluso a sus ausencias. Esta última vez, a través de un comunicado en el que se apunta en tono tranquilizador que "debido a los efectos secundarios de los medicamentos que la princesa heredera debe tomar para su enfermedad pulmonar crónica, se encuentra de baja por enfermedad, inicialmente por una semana". En cualquier supuesto, un escenario que reafirma el complicado papel de Ingrid desde la distancia ante la crisis de la Corona.
La detención de su hermano Marius Borg, otra gran preocupación
Sin lugar a dudas, y más allá del factor emocional de convivir con una madre que afronta una enfermedad incapacitante, la 'desaparición' temporal tiene implicaciones institucionales. Al menos de cara a la galería, que por suerte parece aceptar de muy buena gana a Ingrid como futura monarca. Tanto como para que, en vista de su compromiso y a pesar de la delicada situación de Mette-Marit, el Parlamento noruego haya presentado una propuesta para modificar la Constitución que permita su regencia en caso de ausencia de su abuelo y su padre. Un movimiento casi tan simbólico como lo es mantenerla en el servicio militar tres meses más de lo previsto. Hasta abril de 2025 y ajena al escándalo de su hermano Marius.
De algún modo, y aunque no se haya manifestado así desde el terreno oficial, no deja de ser este un movimiento que permite a los Reyes y los príncipes herederos un margen de maniobra. Según el diario 'Se og Hør', el tiempo suficiente para que las cosas se calmen e Ingrid no se vea salpicada. Todo por preservar esa buena imagen, alejada de la controversia generada dentro y fuera de Noruega ahora que el hijo mayor de su madre se enfrenta a acusaciones de violencia doméstica. Un escabroso entramado todavía pendiente de resolución judicial sobre el que los miembros de la Casa Real han preferido mantenerse al margen. La nieta de Harald no iba a ser menos.