Fue una de las mujeres más populares de este país. De algún modo, lo sigue siendo. Siempre presente en la memoria de los que durante décadas hayan seguido la crónica rosa. También de los que conozcan de cerca el universo taurino, porque de forma más o menos directa, su trayectoria vital siempre estuvo ligada a los ruedos y novillos. Por herencia familiar, pero también por amor. Ella era Carmina Ordóñez, y justo en este 2024 se cumplen dos décadas desde el día que marcó un antes y un después para sus allegados y seguidores. El 23 de julio de 2004, el cuerpo sin vida de la 'socialité' fue hallado sin vida en su domicilio de Madrid.

El punto final, ciertamente prematuro, a una vida de excesos e inexorable entrega a las libertades del ser. María del Carmen Cayetana, que en realidad era su nombre de pila, pareciera haber precedido la tragedia. Tan sencillo como revisitar todas las veces en las que, con toda la verdad que puedan comprender la sorna y el sarcasmo, declaró que no tenía previsión alguna de llegar a los 50. Y nunca llegó. La sevillana murió a los 49, cuando solamente le quedaban unos meses para cumplir la cifra que ella misma se impuso maldita. Lo anterior, entre tantas otras maldiciones que opacaron el brillo de los focos en su vida. Los dramas que siempre la acecharon. A ella y a sus allegados. Véase el caso de Belén Ordóñez, su única y desdichada hermana.

El camino paralelo hermana menor de Carmina

Belén y Carmen se criaron juntas en el seno de una estirpe tan castiza como acomodada. No en vano eran famosas desde el mismo día en el que llegaron al mundo. Bastaba con mirar hacia arriba en el árbol genealógico para situarlas  en la confluencia entre dos de las familias más famosas de la época. Al menos, los nombres de sus progenitores eran muy, pero que muy conocidos en el mundo del toreo. Hijas del diestro Antonio Ordóñez y de Carmen Cristina González Lucas, también hija del torero Dominguín, que en un universo de brillantes y paparazzi tuvieron que hacer frente a episodios verdaderamente dolorosos en el terreno personal. Porque no, la vida de Carmina no fue la única que estuvo marcada por los infortunios

Y es que no hace falta remitir a un primer divorcio, a los malos tratos que vendrían después o a las adicciones que terminaron con su vida de una vez por todas. Un duro primer golpe les llegó en el año 1982, cuando a pesar de ser todavía jóvenes, ambas ya habían comenzado su propio proyecto de vida alejadas del hogar que las vio crecer. Al fin y al cabo, las dos hermanas habían apostado por dejar el nido bien pronto. Concretamente, 17 años tenía la mayor y 18 la pequeña cuando contrajeron sus primeras nupcias. En el caso de Carmina, con el célebre Francisco Rivera. El malogrado Paquirri, como lo conocieron el oficio y el papel 'couché'. En el caso de Belén, con Juan Carlos Beca Belmonte. Ninguno de esos primeros maridos estaba ya a su lado cuando la matriarca Carmina Dominguín falleció

Belén y Carmina Ordóñez 2002
GTRES

El pesar de decir adiós a una madre demasiado pronto, que solo tenía 54 años y dejaba en tierra a dos mujeres afligidas. Apenadas, porque como la propia Belén reconoció en sus memorias, el fallecimiento supuso perder a "la brújula que guiaba nuestras vidas". Por si lo anterior no fuese suficiente, después llegaría a sus vidas Pilar Lezcano, la 'madrastra' que devolvió la ilusión a su padre y a la que ninguna de sus hijas nunca terminó de aceptar. "La osa", la llamarían. Todo bajo el paraguas de un sendero paralelo en el que, a pesar de las distancias, pareciera que el devenir de los acontecimientos en su vida siguiera el mismo guion para las dos. En lo bueno, pero sobre todo en lo malo.

El trágico y 'maldito' final de Belén Ordóñez

Comprender esta historias que se siguen los pasos sin terminar de cruzarse nos remite a la 'maldición' de los Ordóñez. Esa que, en primera instancia e incluso antes de la muerte de su madre, las puso entre la espada y la pared con dos separaciones casi simultáneas. En el año 1979 y con solo tres meses de diferencia, tanto Carmen como Belén partieron peras con esos primeros amores oficiales que tanto dieron que hablar.

Unidas por la desdicha, y tras superar el trago de despedirse para siempre de mamá, volvieron a enamorarse entre la fatalidad. No obstante, de nuevo ninguna dio en el clavo. Ni Julián Contreras fue para Carmina, ni el novillero José Luis Cobo para la pequeña. Sí que le valió a Belén este matrimonio, por desgracia, para conocer los malos tratos. Esos que la mayor experimentaría tiempo después tras enamorarse de Ernesto Neyra. La prueba del algodón. La que constata relatos de vida tan hermanados como ellas, que entre discusiones siempre estuvieron ahí para la otra. Desde el dulce comienzo hasta el final más trágico.

Belén y Carmina Ordóñez 2003
GTRES

La hemeroteca no da lugar a equívoco: la muerte de Carmina Ordóñez paralizó el país. El suyo era el vivo ejemplo de un desenlace fatal, tras un paseo a toda prisa por una vida desenfrenada. Hasta excéntrica en la soltura, pero triste en la profundidad. Su hermana menor, muy a su pesar, nunca llegó a superar tal drama. "Es un recuerdo amargo, amarguísimo. Con ella se fue mi otra mitad y es algo que no puedo olvidar ni remediar", admitió en una entrevista poco después.

La partida de 'la divina', fiestera, risueña y enamorada del amor hasta el último de sus días, que fue antesala de otro trágico final. El de la propia Belén Ordóñez, que el 3 de agosto de 2012, perdió la vida mientras dormía en el hospital madrileño de El Viso. Tenía 56 años y un enfisema pulmonar que la obligaba a recibir respiración asistida. Y rodeada de los suyos vio la temida luz al final del túnel de la enfermedad. También pronto. Como Francisco Ruiz Wagner, su gran amor y padre de su única hija, en 1985. Como su adorada hermana, a la que nunca dejó de llorar.