En este 2025 se cumplen veintiséis años desde que él y una de las mujeres más célebres del mundo entonaron el 'sí, quiero'. Fue en enero de 1999 cuando, Ernesto Augusto V de Hannover contrajo matrimonio con Carolina de Mónaco. Lo hacían tras tres años de noviazgo, seis después del abrupto fallecimiento de Stéfano Casiraghi, el segundo marido de la princesa monegasca, y tras otros tantos años de amistad. Así comenzó su amor sobre el papel y ese mismo julio nació Alexandra, su única hija en común.

Y en realidad, si nos ciñéramos a la burocracia, él y la hermana del soberano Alberto II siguen casados. La cuestión es que desde hace mucho tiempo no hacen vida de pareja. Concretamente, fue en el año 2009, tras diez años de matrimonio, cuando tomaron la determinación de separarse de hecho. De ahí que, aunque no se haya dado un divorcio oficial, cada uno haya tomado desde entonces su propio sendero vital sin la compañía del otro.

Un sendero que en el caso del jefe de la depuesta Casa Real de Hannover conduce hasta España. Hasta Madrid, para precisar. De un tiempo a esta parte, Ernesto vive instalado en la capital. El enclave aparentemente perfecto para afincarse después de la pandemia, antes de cumplir los 70 y con una excusa de asentar la cabeza de una vez por todas cerca de los suyos. No solo de su hijo Christian, que junto a su esposa Sassa de Osma también ha hecho de Madrid su hogar, sino también de su inseparable -y mucho más joven- pareja.

Nueva realidad junto a Claudia, la hija de Pitita Ridruejo

Corría el verano de 2021 cuando, sin esperarlo, el alemán cruzó miradas con la mujer que se ha convertido en su enésima ilusión. Estaba junto a Christian y su nuera pasando unos días de vacaciones en la isla de Ibiza y allí estaba ella: Claudia Stilianopoulos. De apodo, 'Clo'. De profesión, artista y escultora. De sangre, hija de la inconfundible 'socialité' Pitita Ridruejo. De estado civil, divorciada de un primer matrimonio del que nacieron dos hijas. Y de edad, por entonces, 47 años.

Ernesto de Hannover y Claudia
Gtres

Nada más y nada menos que diecinueve años la separaban del todavía marido de la princesa Carolina, pero la suya es una de esas historias de amor en las que la brecha generacional no parece tener demasiado peso. A la vista está si se revisa que, no solo viven juntos en la lujosa zona de Puerta de Hierro, donde Claudia ya residía antes de comenzar la relación, sino también que su noviazgo va viento en popa. Es el mayor de Tanto que incluso lo pasean con absoluta naturalidad por las calles de la ciudad en incontables ocasiones. Esas mismas calles en las que, desgraciadamente, también ha sido protagonista de innumerables escándalos.

Algo que no debiera sorprender en demasía a los que hayan seguido de cerca su trayectoria vital. A fin de cuentas, si algo caracterizó a Ernesto en épocas pasadas como el inicio de los 2000, eso fue su alocado e incansable estilo de vida. Un ritmo de excesos e interminables fiestas que lo llevó a perderlo todo y quedarse sin liquidez. Tan límite se volvió su situación que se vio en la obligación de ceder las propiedades y bienes de la familia a su primogénito Ernesto. Una decisión que terminaría en desastre, entre disputas y sumando una deuda a su lista de disgustos. 

Un amor cuestionado y empañado por los escándalos

Y en este escenario de ruina, muchos se plantean cómo subsiste el cuñado del soberano del Principado de Mónaco. En esta línea, el digital 'Vanitatis' apuntó que Claudia podría ser ahora su único sustento económico en este momento de debacle personal y económica. ¿Amor o interés? Sea cual sea la respuesta a esta pregunta, lo cierto es que pareciera imposible para Ernesto, aún y estar felizmente emparejado, quedar exento de las polémicas. Para muestra, los altercados que ha protagonizado en plena vía pública en el tiempo que lleva viviendo en España.

Ernesto de Hannover
Gtres

En realidad no es ningún secreto que el civismo y el aristócrata no son buenos amigos. Basta con recordar episodios pasados tan controvertidos de como cuando orinó en el pabellón turco en la Exposición Universal de Hannover del 2000. O cuando agredió al dueño de un hotel en Kenia. O sus batallas a paraguazos con la prensa. Una ristra casi infinita de acontecimientos incómodos que no ha cesado en lo que va de estancia en territorio español, comenzando por su expulsión del hotel Palacio de los Duques Gran Meliá.

El personal del alojamiento donde vivió desde su llegada a Madrid tuvo que pedirle que lo abandonase a raíz de un enfrentamiento con uno de los empleados del mismo. Instante de tensión que, indudablemente, recuerda a lo vivido este mismo mes de enero. Sucedió en pleno servicio de comidas del Le Bistroman Atelier, según destapó Stéphane del Río, cocinero del restaurante, "rompe copas, las tira a camareros, insulta al personal y a los otros clientes, grita". Todo derivado de "un problema de alcoholismo conocido mundialmente por el que incluso "agrede al personal sanitario del Samur que viene a atenderle por un atragantamiento".