Más de una década después del estallido del caso Nóos, la situación vital de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin es radicalmente distinta. Difícilmente hubieran augurado allá por el 2010, cuando comenzaron las pesquisas judiciales que terminaron con el jugador de balonmano en prisión, que todo habría cambiado tanto a fecha de hoy. Comenzando por algo tan evidente como que ya ni siquiera son pareja, aunque para que se diese el anuncio de la "interrupción de su relación matrimonial" hubo que esperar al 2022. Antes fue tiempo de tempestad. De juicios, de revocar ducados y de Suiza.
Fue ese el refugio de la mediana de los Borbón y Grecia cuando Barcelona -y España en general, en realidad- se convirtió en tierra hostil para ella. Su imagen estaba completamente resquebrajada, y procedía escapar para que ella y su entorno pudiesen salir lo menos salpicados posible de tan truculento entramado. Y nada mejor que hacerlo en la tierra de la neutralidad, el lugar donde instalarse hasta ahora. Un momento de lo más delicado en el que era su marido pasó a un segundo plano, y el recién fallecido príncipe Karim al-Ḥussayni jugó un papel fundamental.
El vínculo entre la infanta Cristina y Karim al-Hussayni
En ningún caso en el terreno sentimental, cabe decir. La relación de la hermana del rey Felipe con Karim, líder espiritual de los ismaelitas y sexto Aga Khan, siempre estuvo ligada a lo laboral. Eso sí, cabe destacar que el buen trato entre ellos y los gestos de ayuda remiten a su cercanía con Juan Carlos I. El emérito y él se conocían desde hace muchos años, siendo precisamente Suiza el lugar donde se toparon el uno con el otro por primera vez. Ambos estudiaron el prestigioso colegio Le Rosey, y aunque la vida llevó a cada uno por su camino, entre ellos se gestó una profunda amistad.
Una unión en la que no faltaron las confidencias ni los reencuentros, incluso en los días más señalados. Véase la inolvidable boda de Felipe y Letizia Ortiz en el 2004, a la que por supuesto asistió el 49º Imán de los musulmanes. La enésima demostración de que había una conexión genuina más allá de lo oficial, de modo que no es de extrañar que el exmonarca buscase amparo en él cuando la reputación de su hija Cristina estaba cada día más manchada por las corruptelas de su ahora exmarido. El punto de partida para que Karim quedase convertido en jefe de la infanta.
A finales del año 2020, meses antes de que Iñaki abandonase la cárcel de Brieva, el digital 'Vanitatis' confirmó que la relación laboral de la hija de doña Sofía con la Fundación La Caixa, donde ejercía como responsable del área internacional, había terminado. No obstante, y aunque la exduquesa de Palma llevaba ligada a la entidad desde 1993, en ningún caso significó esto que estaba en el paro, pues desde su llegada a Ginebra trabajaba Cristina en la Fundación Aga Khan. El gesto definitivo del desaparecido príncipe con ella en una etapa de lo más convulsa, pues por entonces vivía todavía con sus cuatro hijos y seguía casada con Urdangarin.
El amargo adiós al Aga Khan a los 88 años de edad
El tiempo ha pasado y, dejando de lado la separación de la infanta, así como aparentemente eterna guerra fría con Urdangarin desde que este comenzó su noviazgo con Ainhoa Armentia, parece que las cosas se han ido poniendo en su sitio. Hasta el punto de reconducir su relación con el Rey de España y poder volver a instalarse en Barcelona. Sea como fuere, y entre tanta dicha, inevitablemente se habrá sentido apenada al conocer la noticia del deceso del hombre que le dio trabajo en el extranjero.
El íntimo de Juan Carlos murió el pasado 4 de febrero de 2025 a los 88 años de edad. El fallecimiento se certificó en Lisboa, donde residía -e incluso era ciudadano sobre el papel con la nacionalidad conseguida en el 2019- desde que trasladó su base de operaciones a Portugal. El adiós al hombre definitivo al hombre que los ismaelitas consideraban descendiente directo de Mahoma. También uno de los más ricos del mundo. E indudablemente, el bastón en el que se apoyó Cristina para poder caminar en tierras foráneas, cuando los vientos de la polémica soplaban con demasiada fuerza.