Cuando Marisol, vestida de novia, hizo su entrada en la madrileña iglesia de San Agustín, el griterío era ensordecedor. Se casaba la gran niña prodigio de nuestro cine, la pequeña adorable que había crecido ante los ojos de todo un país con enorme tendencia a la iconografía. Marisol daba el ‘sí quiero’ a Carlos Goyanes, su primer novio, y España entera se paralizaba.
Pepa Flores se convirtió en una mujer casada el 16 de mayo de 1969. Habían dicho que esta boda era la guinda a ese cuento de hadas, que nunca fue tal y que tardaríamos años en adivinar lo que escondía. Marisol se casaba a los 22 años y lo hacía con el rostro desencajado, seria y sabiendo que no hacía lo correcto. Aquella boda parecía un guion de los que se le amontonaban sobre la mesa de trabajo.
Marisol empezó a salir con Carlos a los 14
Y es que, a decir verdad, que Marisol y Carlos Goyanes contrajeran matrimonio fue un verdadero milagro. La pareja, que se llevaba dos años de diferencia, había empezado a salir cuando eran adolescentes. Ella teniendo 14 y él, 16. El padre de Carlos era el productor de todas las películas de la joven, es más, fue el descubridor de su talento.
Manuel Goyanes quería modelar a su gusto a la niña que descubrió por casualidad en una actuación de Coros y Danzas. Y, para que el modelaje fuera perfecto, necesitaba que la niña, además de trabajar a su lado y seguir su estricto plan de estudios y ensayos, debía vivir con él y toda su familia. Así fue como Pepita, con solo 11 años, llegó a esa casa ubicada en María de Molina, uno de los barrios mejores de Madrid.
El productor la trataría como una hija más. Una hija que era una mina de dinero, pero como una hija más. Tendría la misma educación que todos sus vástagos, aunque, eso sí, ella debería suplementar todo eso con rodajes, infinitas clases de solfeo, de baile… y un larguísimo etcétera. Las jornadas de Marisol no tenían fin.
El universo de la niña, que vio cómo apartaban a su madre de su lado y la mandaban a vivir a una pensión, empezaba y acababa en casa de los Goyanes. Él era su mentor y sus hijos, sus únicos amigos. No es de extrañar que, conforme fue creciendo, sus sentimientos también se fueran transformando. Carlitos pasó de ser un confidente más, a alguien muy especial para ella.
Marisol y el hijo del productor iniciaron entonces un romance furtivo y secreto. “Fuimos felices mientras la relación fue secreta”, contaría la actriz y cantante a la revista Lecturas en los años 60. La parejita vivía sus primeros besos a escondidas, esforzándose en mantener un disimulo, que acabó por ser insostenible. Cuando su relación se descubrió, todo cambió para ellos.
Un noviazgo de idas y vueltas, que acabó en boda
La familia Goyanes ya sabía que estaban enamorados y, lejos de ser un problema, para ellos resultaba toda una alegría. ¡Marisol sería parte de la familia con todas las de la ley! Parecía el final de una de las películas que la joven protagonizaba. Pero lo cierto es que con el paso a la luz pública, el amor se “enfrió”, contó ella. Vivieron varias rupturas, pero la más fuerte, y parecía que definitiva, tuvo lugar en 1968. “Estoy segura de que la mujer que se case con Carlos será muy feliz”, dijo, completamente desentendida y sin aparentes ganas de una reconciliación.
La andaluza entonces tenía 21 años y unas ganas enormes de vivir y de experimentar todo aquello que no había podido hacer antes. Su carrera se estaba transformando, como también lo estaba haciendo ella. Pero todo cambió una noche.
“La reconciliación no fue ni forzada ni buscada por ninguno de los dos”, contó a la histórica revista del corazón. Marisol recordaba que el ‘milagro’ tuvo lugar durante una cena con los Goyanes. “Carlos y yo nos sentamos, o nos sentaron, enfrente el uno del otro y, después de mirarnos varias veces, comprendimos que teníamos que arreglarnos de nuevo”. Volvían a ser pareja. La maquinaria se ponía de nuevo en marcha. En solo unos meses, no solo serían pareja, serían matrimonio. El final de cuento de hadas para el producto más rentable del entretenimiento patrio.
4000 personas quisieron ver a Marisol casándose
Se dispuso para que todo fuera más que perfecto. El día fue un 16 de mayo, justo después del patrón de la ciudad de Madrid, San Isidro. La iglesia, ubicada en El Viso, una zona inmejorable, tenía un gran tamaño para que pudiera dar cabida a todos los invitados que acudieron al enlace. Y la fiesta se celebraría en otro enclave de lujo de la capital, El Pavillón, ubicado en El Retiro.
Marisol se casaba y todo el mundo quería verla de cerca. De ahí las 4000 personas que se agolpaban en las inmediaciones del templo y que le hicieron pedazos el vestido a Massiel. Tal era el clima asfixiante en la ceremonia, que la del ‘Lalala’ acabó desmayada y con el look hecho trizas. Las malas lenguas aseguran que los rotos se los provocaron las seguidoras de la exniña prodigio, al verla con un modelo blanco, un color solo reservado para la novia.
El griterío era inmenso cuando Pepa Flores descendió del coche. La gente enloqueció al verla con esa exquisita pieza diseñada por Silvan que la convertirá en una de las novias más icónicas de la historia reciente, con esa espectacular caperuza que impuso moda. El modelo, realizado en una delicadísima organza, llevaba unas cuantas flores bordadas, que le procuraban a Marisol ese halo de novia hippy imposible de olvidar.
Mientras la chiquilla avanzaba por el pasillo central del templo, el rumor era todavía más fuerte. Así no es de extrañar que el siempre irónico y socarrón Jaime de Mora y Aragón comparara el rato de la iglesia con un “supermercado”, escandalizado por el jaleo que hubo durante toda la ceremonia.
El ambiente era tan sumamente asfixiante que la boda solo duró un cuarto de hora. La situación era extrema, así que el sacerdote apresuró todo lo apresurable.
Después, los invitados se trasladaron al Retiro. Marisol seguía con la misma cara de angustia; pero tragó saliva y brindó con los allí presentes. Besó a todos, se fotografió con Carmen Sevilla, abrazó a Concha Velasco, y se sonrojó con cada piropo que le brindó Lola Flores. Al fondo de la celebración, sus padres con gesto aún más serio que la propia novia, que habían acudido a disgusto al enlace. Estos llegaron a anunciarle a su propia hija que no aportarían por el ‘sí, quiero’; pero, finalmente, pesó más el amor por su hija que su enfado por la decisión desacertada.
Tras aquella fastuosa boda con una tarta inmensa, los novios se retiraron pronto a su piso de recién casados. Estaban cansados y abrumados por el día que habían vivido. Una boda más pensada para disfrute de la prensa y para seguir haciendo negocio, que para celebrar el amor de estos jóvenes novios. A los días, empezaron su luna de miel, que les llevó por la costa del Algarve portugués.
El fin del amor para Marisol y Carlos Goyanes
El matrimonio duró tres años y fueron los meses más tristes de la vida de Marisol. La artista sufrió dos abortos y esto provocó en ella una profunda depresión. Su vida era un túnel negro. Se medicó y tuvo un par de intentos de acabar con su vida. El dolor que le provocaba no poder ser madre, unido a la ansiedad provocada por todos los años de extenuante trabajo, la dejaron hundida.
Cuando en 1972 su relación con Goyanes llegó a su fin, él empezó una nueva vida al lado de Cari Lapique, y Marisol también empezó la suya. Al fin ya podía salir de la jaula de oro. Ya podía ser, simplemente, Pepa Flores.