Además de con el príncipe Alberto II y la irremediablemente rebelde princesa Estefanía, Carolina de Mónaco siempre ha terminado hermanada con el drama. Nunca por voluntad propia, claro está. El caso es que las tragedias han marcado su relato de vida, y la prueba más ferviente de ello nos remite a cuando la princesa solamente tenía veinticinco años. El 14 de septiembre de 1982, y tras el devenir de un fatídico accidente en la carretera, la hija de Rainiero III se vio obligada a despedirse de su madre.

Grace Kelly, la mítica actriz ganadora de un premio Óscar que se enamoró perdidamente de su padre y por el que dejó su carrera en la industria cinematográfica de lado, falleció de la forma más dolorosa. Sin nadie esperarlo, y durante un viaje en coche desde su casa de campo en Roc Agel -conducía ella y la acompañaba su hija Estefanía-, el Rover P6 en el que se encontraba se salió de la vía. El resultado fue fatal, no hubo nada que hacer, y la princesa vio como su vida cambiaba por completo.

Por algo tan inexorablemente sustancial en el día a día como es perder a una figura materna y con el añadido de no haberse hecho a la idea bajo ningún concepto. Carolina comenzó así una nueva vida, en la que pronto entraría en juego su gran amor tras su efímero matrimonio con Philippe Junot. Y es que el italiano Stéfano Casiraghi fue el hombre con el que tomó la decisión de formar una familia, sin saber de nuevo que el desenlace sería fatal porque su segundo marido también fallecería en un accidente a bordo de una embarcación. Un nuevo revés que la unió para siempre con su otra 'madre': Fernanda Biffi Casiraghi, por siempre su suegra y la mujer que acaba de fallecer a los 99 años.

Fernanda Biffi Casiraghi, la última mujer a la que llamó "mamma"

El luto se vuelve enorme de nuevo para la princesa monegasca tras esta noticia, que ha quedado confirmada al 'Corriere della Sera' por Marco Casiraghi, hijo de la fallecida y hermano de Stéfano. Golpe duro a escasas semanas de su centenario cumpleaños que la familia afronta con la mayor entereza posible, y que en el caso de Carolina es también un último adiós a la última mujer a la que pudo llamar "mamá"

"Mamma", para precisar, es como la llamaba. Un sobrenombre que, de acuerdo con las palabras del propio Marco al citado medio extranjero, no es más que el vivo reflejo de esa imagen de "verdadera matriarca" que Fernanda tenía. De ahí que siempre quisiera "reunirnos a todos durante las fiestas navideñas". Todos, significado todos, "hijos, nueras y nietos, porque tenía un gran sentimiento de familia". Y en esa familia también entraba Carolina aunque ya se cumplan más de tres décadas desde que enviudó de su hijo y comenzó su nueva vida, volviéndose a casar y a ser madre de la princesa Alexandra de Hannover.

Fernanda Casiraghi
Gtres

El lazo ha seguido siendo estrecho y nunca cesaron las visitas de la hermana de Alberto II a Villa Cicogna, la localidad donde residía su suegra. De ella y de sus tres hijos mayores, Andrea, Carlota y Pierre, que siempre han estado muy unidos a su abuela. Hasta el punto de que, tal y como ha salido a la luz en el tabloide italiano mencionado, fueron ellos y el resto de sus nietos y bisnietos los que le hicieron uno de los regalos más especiales dos años atrás: el pequeño Gioacchino, un perro de raza Spitz en miniatura.

Una despedida serena y rodeada de sus seres queridos

La familia Casiraghi hace frente ahora a esta dolorosa pérdida, después de la muerte de Stéfano, su primogénito, en 1990 y de Daniele Casiraghi, el segundo de los hijos que vivía con su madre, que en el 2016 falleció tras lidiar con una larga enfermedad. Dos baches de lo más complicados para la matriarca del clan, que trató de superar como pudo, y a los que ahora se suma este final. Un final que, afortunadamente tal y como ha revelado su hijo Marco, ha sido sereno.

"Hacía días que no se encontraba bien y todos los hijos y nietos estábamos con ella en su casa cuando murió", se ha hecho saber a la prensa, para después dejar claro que Fernanda "se fue tranquila, se quedó dormida". Un adiós que, a pesar de la pena, ha podido dársele de la mejor manera. En el hogar que tanto cuidó y rodeada de sus seres queridos.