“Enséñalos”. Letizia estaba orgullosísima del regalo que le había hecho al que sería su futuro marido, Felipe VI. Ante la prensa, en el anuncio oficial de compromiso, los nerviosísimos novios hablaron de sus planes de boda y de cuántos hijos ansiaban tener -“más de dos, menos de cinco”- y, por supuesto, también presumieron de obsequios.
Aquel día de noviembre, en el patio del Palacio del Pardo, la periodista lucía orgullosa el anillo en talla ‘baguette’ que Felipe le había entregado. Una pieza muy similar al de la infanta Cristina, puesto que Iñaki Urdangarin lo había escogido. A pesar del orgullo, a la periodista se la notaba visiblemente incómoda con la alhaja. Esta no le permitía juntar los dedos, lo que acabaría convirtiéndose en una verdadera tortura cada vez que le tocara enfrentarse a un besamanos con varias decenas de invitados.
Aquel anillo -se calculó que su precio rondaba los 3000 euros- hizo correr ríos de tinta, pero poco se habló de los elegantísimos gemelos con los que Letizia obsequió a su futuro marido.
Ni un reloj ni una pluma
Letizia era conocedora de la extensa colección de relojes de la que Felipe era poseedor. El entonces Príncipe de Asturias había desarrollado un finísimo gusto a la hora de lucir los cronómetros de muñeca más imponentes, por lo que la periodista descartó esta opción de entre todas las posibilidades. Él ya tenía muchos de ellos y, claramente, era mejor optar por algo de lo que este no tuviese tanto y unos gemelos de oro blanco le parecieron la opción ganadora.
Sobrios y elegantes, las piezas apenas destacaban en el look que Felipe escogió para ese día; por eso ella le animaba a que los mostrase, levándole el puño de la americana. Letizia, con esa abrumadora seguridad en sí misma y en sus decisiones, estaba orgullosa de haber dado en clavo.
Ella misma los escogió apenas unos días antes. La periodista se había acercado a una de las tiendas de la joyería Suárez de la capital para mirar diferentes opciones y elegir cuál, de todas ellas, era la que mejor se adaptaba a lo que estaba buscando. Ese día, Letizia salió del comercio con las manos vacías. Todo obedecía a un plan, puesto que la persona que se acabaría acercando hasta el establecimiento y llevándoselos sería su padre, Jesús Ortiz.
El también periodista, acudió, de lo más solícito a Suárez, donde recogió el regalo que acabaría adornado los puños de las camisas de su futuro yerno. Las piezas escogidas eran unos gemelos de oro blanco y un zafiro de talla cabujón en la parte central. Una piedra que, a buen seguro, a Letizia debió recordarle a los profundos ojos azules de su prometido.
Tal y como se informó en la prensa de entonces, la periodista había pagado por ellos unos 1.500 euros, y, desde la firma, afirmaron que se trataba de una opción “sobria y elegante”.
A pesar de que resultan un modelo bulos, clásico y que no pasa de moda, lo cierto es que Felipe apenas los usa en público. Aunque para olvidado, el anillo de compromiso de su mujer…
El polémico anillo de compromiso de Letizia
Contento el novio, tocaba que la novia también quedara satisfecha. Felipe creyó haberlo conseguido con el anillo de diamantes que había escogido para ella con la ayuda y el asesoramiento del que, por entonces, era uno de sus hombres de confianza, Iñaki Urdangarin.
El duque de Palma le recomendó una joya en oro blanco y con talla baguette muy similar a la que él había escogido para la infanta Cristina. Felipe también parecía encantado con la elección y destacaba de esta su “diseño moderno”, tal y como apuntó cuando su prometida mostró el anillo a las cámaras de los 300 medios acreditados.
Ya entonces se la notaba incómoda con la joya. La pieza se le clavaba en los dedos adyacentes, el corazón y el meñique. Cinco años más tarde de aquel posado, Letizia la sacó de su mano. Se dijo que no era la idónea para saludar a cientos de personas y menos para ella, que posee un apretón contundente y fuerte. Así que acabó guardándola en su joyero personal.
Es probable que en esta decisión de guardar el anillo de compromiso hasta más ver también estuviera implicada la figura de su cuñado Iñaki Urdangarin. Cuando estalló la polémica por su implicación en el Caso Nóos, Letizia quiso desvincularse al máximo de la figura de este, para que su juicio no ensuciara ni su imagen ni la de la institución.
Los otros regalos que se hicieron: una joya familiar y una… literaria
Pero ahí no había acabado el despliegue de presentes. “Ahora di…”, Letizia le indicaba a su prometido que contara a la prensa las sorpresas restantes. "Aparte tenemos otros regalos que nos vamos a dar luego, aunque ya nos los hemos anticipado. Yo le voy a dar una joya de la familia", a lo que ella, como un resorte, añadió, “y yo... una joya literaria".
En uno de los salones de Zarzuela, que albergó el almuerzo posterior al posado ante la prensa, al que estaban invitados los novios y sus respectivas familias, los dos enamorados se entregaban los objetos más emotivos y especiales del día.
Él había pensado que a la periodista seguro que le gustaría un juego de pendientes y gargantilla de platino, diamantes y seis zafiros, que había pertenecido a su abuela, la condesa de Barcelona. “Un aderezo mínimo, sin importancia histórica y poco interés familiar. No fueron unas de las piezas favoritas de María de las Mercedes de Borbón y tampoco lo son de Letizia”, tal y como asegura el experto en joyas de la Familia Real, César Andrés Baciero en Vanity Fair. La Reina apenas ha usado el conjunto, a excepción de la cena previa a la boda el 21 de mayo de 2004.
Por su parte, Letizia rebuscó hasta dar con el regalo perfecto para Felipe y no paró hasta conseguirlo. La “joya literaria” a la que se refería la periodista era una edición de 1850 de ‘El doncel de don Enrique el doliente’, escrita por Mariano José de Larra en 1834, aunque firmada con seudónimo, Fígaro.
Para Letizia este obsequio era muy importante por doble motivo, el primero porque, tal y como destacó de su prometido, “él es un gran lector”, algo que, aseguró, le encantaba de él en aquella comparecencia a los medios; y, por otro lado, porque ella, dos años antes, había ganado el premio de periodismo que lleva por nombre el del autor madrileño.
“Es un libro muy bonito que estaba buscando hace tiempo, de 1850, de Mariano José de Larra, una edición preciosa con una historia caballeresca del siglo XV. Un libro que quería para él”, dijo aquella mañana del 6 de noviembre de 2003.
Letizia también recibió dos destacados obsequios de parte de sus suegros. El rey Juan Carlos, también es un enamorado de los relojes como su hijo, le hizo entrega de uno de la firma Piaget, una de las más caras y valoradas. Se trataba del modelo Lady Royal Oak, cuyo precio rondaba los 17.000 euros. Doña Sofía tampoco se quedó atrás con una pulsera de brillantes de Cartier.
Un auténtico despliegue de lujo. Uno no casa todos los días a un príncipe heredero. Ni a una periodista de raza.