Noruega se ha vestido de gala. Justo cuando su monarquía atraviesa uno de los cierres de año más complicados que se le recuerdan. Por lo menos en las etapas más recientes del clan Glücksburg, pues atrás quedaron mucho tiempo aquellas controversias que tanta factura le pasaron a Mette-Marit. La princesa heredera consorte por su matrimonio con el heredero Haakon Magnus, no obstante, ha visto su serenidad radicalmente quebrantada en estos últimos meses.
De ahí que cada vez que reaparece en un acto público -dadas sus reiteradas ausencias por motivos de salud, también-, siempre apunten hacia ella todas las miradas de los observadores de la Corona. Y una jornada tan especial como la comprendida en la ceremonia de los Premios Nobel 2024 no iba a ser menos. Concretamente, fue en el Ayuntamiento de Oslo el que en la mañana del pasado 10 de diciembre cuando la princesa, acompañando a su marido y a sus suegros Harald V y Sonia de Noruega, responsables de presidir el acto, reapareció en escena.
Un paso al frente que por mucho ha sido leído con el propósito de la evasión, si se tiene en consideración la gris tormenta que desde hace meses nubla su horizonte. Todo a raíz del que podría acuñarse su familiar más polémico. Su hijo mayor, Marius Borg Høiby, nacido fuera de su relación con el hijo del Rey, que ya estuvo en boca de todos cuando aterrizó en la Familia Real. Sea como fuere, son ahora los problemas legales a los que se enfrenta el joven de 27 años los que han complicado todavía más la situación.
Una comentada reaparición en medio de la polémica
Porque si bien no fue fácil para el pueblo noruego aceptar que la futura reina consorte de la nación ya tenía descendencia fuera de la dinastía, Mette-Marit logró ganarse el cariño de la gente poco a poco. Un cariño que ahora ha quedado en entredicho, después de que el pasado agosto saliese a la luz que Marius había sido detenido por la policía. ¿El motivo? Una fortísima pelea con la que entonces era su pareja que, entre otras cosas, dejó destrozado el apartamento de Oslo donde se alojaban. Incluso se encontró un cuchillo clavado en la pared.
Sin lugar a dudas, una tesitura de lo más complicada de afrontar cuando se requiere de tan inmaculada perfección. En cualquier caso, y aunque existan versiones alternativas, la determinación de Mette-Marit ha sido la de tomar distancia con el asunto en todo momento. Sobre todo para evitar perjuicios en la imagen de la monarquía, de su marido que pronto reinará y de su hija Ingrid Alexandra, también llamada a ocupar el trono en el futuro. Es por eso que en este inicio de diciembre, y como si nada hubiese sucedido, la princesa no ha fallado a su cita con la entrega del Nobel de la Paz.
Ataviada con un abrigo con cuello tortuga de Valentino, en tejido de lana marfil bordada de estilo romántico, la esposa de Haakon logró participar de un momento muy especial acallando el ruido externo. Lo hizo al lado de su círculo más cercano, siendo la reina Sonia la otra gran protagonista, que no dejó a nadie indiferente con el mismo conjunto turquesa de Emilio Pucci que lució en la misma gala en 2013. Ambas, aparentemente serenas y sonrientes al lado del Rey y del futuro soberano, disfrutaron del acto cuyo falló recayó esta vez en la asociación japonesa de supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.
El complicado horizonte que afronta Marius Borg
Una estampa de pompa y relajo posterior al encuentro privado con Terumi Tanaka, Shigemitsu Tanaka y Toshiyuki Mimaki -representantes de la asociación- que dista mucho de la realidad de Marius. Mientras su progenitora trata de evitar a toda costa dar más bombo al entramado, las cosas se siguen complicando para su hijo. Y es que a la primera detención se sumaron otras por infringir la orden de alejamiento impuesta por los tribunales y una última acusación de agresión y violación.
Ahora, el escenario es todavía menos alentador para la princesa, puesto que Marius ya ha pasado a disposición judicial e incluso tuvo que pasar una semana en prisión preventiva tras declarar ante el juez. A la espera de conocer los próximos pasos que marquen este proceso, parece que la determinación de Mette-Marit es clara. Abogar por la máxima normalidad, para no enturbiar el destino de la familia que hace ya más de dos décadas la acogió y de la que es una más. Sorteando cualquier obstáculo que se le ponga por delante.