Historiador del arte, periodista, presentador y uno de los hombres del momento. Pocos son los palos que le quedan por tocar a Marc Giró en el inicio de un 2025 que le llega con un gran paso adelante. El de aterrizar, por fin y tras mucho tiempo con en la segunda de las cadenas de Radiotelevisión Española, en el 'prime time'. Su 'LateXou', premiado en el 2023 con un Ondas al mejor contenido de proximidad, gusta. Tanto para que la primera lo quiera en horario de máxima audiencia, donde ahora pueden sintonizarlo los espectadores en la noche de los martes.
El caso es que, a pesar de que al barcelonés le precede una dilatadísima trayectoria en los medios de comunicación, hay parte de su audiencia que todavía se hace preguntas sobre qué hay detrás de su hilarante e histriónica personalidad. ¿De dónde bebe ese carisma que le permitió pasar de ser editor de moda en 'Marie Claire' a no faltar en los espacios de mayor éxito de TV3 o conducir su propio programa en RAC1 desde hace más de un lustro? ¿Qué hay de su vida cuando los focos se apagan y el piloto rojo de la cámara deja de parpadear? Lo descubrimos.
El marc más desconocido en el amor... Y en la niñez
Si bien siempre se ha presentado como un personaje radicalmente desvergonzado, no es habitual que Giró se extienda hablando de su vida personal. Lo hace en contadas ocasiones, como recientemente ha sucedido en declaraciones para el periódico 'ABC'. En una entrevista con el periodista Antonio Albert, el comunicador se despoja de todo tabú y ha hablado sobre asuntos que, sin lugar a dudas, permiten conocer a la persona detrás de tan cómico personaje.
Un hombre que no se define soñador, ni maniático, ni caprichoso. Más bien se reconoce "austero" y proclive a "ver la realidad de manera objetiva, casi periodística". Precisamente por eso tiene sentido que, aunque son ya 25 los años que lleva junto a Santi Villas, su marido -y director del programa que ahora le sigue dando alegrías-, tampoco es especialmente romántico. "En este tipo de relación tan larga, el amor tiene que ver con la familia, con la historia en común", señala en declaraciones para el citado miedo.
Santi Villas, el marido de Marc Giró y director de 'LateXou'.
Sea como fuere, no es precisamente lo que atañe a su romance con el que fuera reportero de 'El intermedio' lo más novedoso de este ejercicio de honestidad. Sí lo es, en cambio, lo que refiere a su niñez. Una "infancia privilegiada, feliz, en la que poder desarrollarme" en la que su verdadero talento era "la observación" y nunca terminó de formar parte de una pandilla porque le cuesta "afiliarme a la disciplina de grupo". También una infancia de viajes, pero nada de hoteles porque su padre había sido 'boy scout'. "Nos llevaba de camping por Europa", recuerda.
De su adolescencia al baile, uno de sus talentos ocultos
Algo menos apacible -pero no ingrata- fue la adolescencia, marcada por el descubrimiento de su orientación sexual siendo parte de "una generación en la que no nos enseñaron nada sobre el sexo". Afortunadamente, siempre gozando de ese "entorno respetuoso" que permitiría aflorar a sus colores. Esos que hoy día sigue llevando por bandera, autoproclamado "homosexual de nacimiento" y siendo el humor una de sus grandes bazas para lidiar con cualquier tipo de situación.
Y precisamente de eso, del humor, es de lo que se vale para descubrir uno de sus talentos más ocultos hasta la fecha. Porque en esta charla con Albert, cuando es preguntado por el rasgo de su propia personalidad que más orgulloso le hace sentir, no titubea. Tampoco deja indiferente. "Bailo muy bien sevillanas", expone. Dice que le salen "de manera natural", hasta el punto de que en 'Los Juanele', mítico restaurante de cocina española con baile del Eixample, "he sido el rey". Tiene que ir "enferiado" para que así sea, eso sí. Y lo echa de menos, pues lo lee algo "terapéutico".
Porque de terapia entiende también un rato. Al menos lo suficiente para saber que "no me funciona" y por eso ya no asiste. A fin de cuentas, tras esa sonrisa también existen inseguridades o arrepentimientos. Y Giró advierte arrepentirse de todo. Equivocarse una y otra vez, y revisarlo con detenimiento. Un ejercicio del que, si algo ha aprendido, es que "no me queda otra que apechugar".