Mientras que el vestido es todo un misterio a cargo de la diseñadora griega Celia Kritharioti; la corona que lucirá Teodora parece clara. La princesa, que ha visto cómo la fecha de su boda se aplazaba hasta en tres ocasiones, se adentrará en el joyero real de su madre, la reina Ana María, para pedir prestada una de las joyas familiares de más valor. Una tiara solo apta para princesas y que se le fue negada a tres mujeres antes, entre ellas Marie-Chantal Miller.
Se trata de la tiara Khedive, una corona de brillantes que tiene su origen en Egipto. La pieza lleva en la familia desde principios del siglo XX y ha adornado las cabezas de reinas y princesas, todas ellas de sangre azul. La joya pasa de madres a hijas, y no siempre es heredada, también puede ser prestada, como es el caso que hoy nos ocupa. Lo que nunca sucede con ella es que esta sea usada por alguien ajeno a la familia. Es decir, una nuera no puede tener acceso a la misma, de ahí que, cuando Marie-Chantal, Nina Flohr o Tatiana Blatnik se casaron con sus respectivos tres príncipes griegos, estas no la pudieron lucir.
El origen de la tiara Khedive
La casa francesa Cartier está detrás de esta pieza de alta joyería de diamantes engastados en platino. Fue creada en 1904 y resultó ser un regalo del khedive egipcio Abbas Helmi II a Margarita de Connaught, la cual sentía un profundo cariño por el país africano, ya que, entre pirámides y arena del desierto, se enamoró de su marido, Adolfo VI de Suecia.
Margarita y Adolfo son los padres de la reina Ingrid de Dinamarca, la abuela de Teodora de Grecia y madre de Ana María. La joya pasó de las manos de Connaught a las de su hija, quien adoraba las alhajas y, a lo largo de su vida, se hizo con una exquisita colección de brillantes, esmeraldas y demás piedras preciosas. Al morir, como no podía ser de otro modo, estas fueron repartidas entre sus tres hijas, Margarita II, Benedicta y Ana María; y fue la última quien se quedó con la laureada tiara.
Margarita de Dinamarca con la tiara Khedive
La Khedive atrae la suerte. Los matrimonios que esta ha contemplado, han sido prósperos y de lo más felices. El enlace de Ana María y Constantino de Grecia fue una de las grandes bodas por amor de la realeza. Él se volvió loco por la danesa cuando esta era un adolescente. Nada más cumplir la mayoría de edad, él pidió su mano a los reyes de Dinamarca. Hasta la muerte del griego, siempre se mostraron cómplices y unidos; y juntos formaron una familia que ha sabido sobreponerse a las desdichas, como cuando tuvieron que huir al exilio.
¿Qué 'royals' se han casado con la corona Khedive?
“Cuando mi hermana pequeña se casó, mi madre pensó que esa tiara sería la ideal porque es bonita y ligera”, dijo Benedicta en un documental, tal y como recoge Vanitatis. “Y, como ella la había lucido, a Margarita y a mí se nos permitió también llevarla en nuestras bodas”. Como ya hemos dicho, cuando Ana María se casó, era muy joven, por lo que esta coronita era ideal para una novia de esa edad. Usar algo más aparatoso habría restado frescura a la jovial esposa.
No solo Ana María contrajo nupcias con la corona egipcia, también lo hicieron el resto de sus hermanas. Tanto Margarita II como Benedicta caminaron hacia el altar bajo el amparo de la pieza. La primera, casada con el príncipe Enrique, también vivió un precioso matrimonio hasta la muerte de este, lo mismo que le sucedió a Benedicta y a Ricardo.
Tras la muerte de la reina Ingrid, esta dejó establecido qué coronas serían para cada una de sus hijas y Ana María heredó ‘la corona de las bodas’ además de otras piezas de altíismo valor, como la Corsage, que también juega un destacado papel en los enlaces de la familia.
La Khedive también ha sido portada por la nueva generación de ‘royals’. Inauguró la tradición Alexía, la hija mayor de Constantino y Ana María, y ahora Teodora puede correr la misma suerte. La primogénita la lució hace más de veinte años el día de su ‘sí, quiero’ con el español Carlos Morales. La prima de la infanta Cristina continuaba con esta tradición familiar que instauró su tía.
La 'otra' corona real
Teodora tiene todas las papeletas para ser otra nueva novia que porta la tiara egipcia y se beneficia de su suerte asociada; mientras que sus cuñadas tuvieron que conformarse con la opción B de la familia. Si la Khedive es solo para las mujeres de la familia, cuando los hombres se casan, sus parejas lucen la Corsage. Una diferencia que a muchas podría escocer; pero las tradiciones, y más si estas proceden de una familia real, son sagradas. Desde luego, esta joya es una verdadera prueba de fuego.
En 1995, Marie-Chantal lució la tiara Corsage que, en realidad, es un broche adaptado a accesorio para la cabeza. Contiene perlas y brillantes, aunque estos son bastante menos espectaculares que la exótica Khedive. Ana María reservó esta joya para la novia de su primer hijo varón, Pablo de Grecia; un gesto que, después, ha vuelto a repetirse hasta en dos ocasiones: con Tatiana Blatnik cuando se casó con Nicolás de Grecia y con Nina Flohr cuando dio el ‘sí, quiero’ a Phillippos. La danesa, de lo más democrática, no quiso hacer distinción entre nueras, aunque una se fuera a casar con el príncipe heredero y las otras no.
Pero ocurre una cosa. El día de mañana, cuando Ana María fallezca, aquellas joyas que Marie-Chantal no pudo lucir en su enlace, le serán entregadas. Ella es la mujer del actual jefe de la Casa Real griega, y, como consorte, recibirá las joyas de pasar, esas que llevan décadas en la familia y que van pasando de generación en generación. Eso sí, a título personal, la denesa podrá dejar las joyas que ella quiera a sus hijas Alexía y Teodora; tal y como pasó en su día en España con María de las Mercedes de Orlèans y doña Sofía. Así que sí, Marie-Chantal todavía puede acabar con la corona que una vez se le fue negada.