Con la muerte de su hermano, el 10 de enero de 2023, a la reina Sofía se le partió la vida. Constantino fallecía en su añorada Grecia y lo hacía arropado por sus seres queridos. El estrecho vínculo entre los tres hermanos, Sofía, Constantino e Irene, había sido lo más sólido a lo que estos habían podido aferrarse en sus caóticas vidas. Y, ahora, faltaba uno de ellos.
Constantino fue un bebé tremendamente deseado por sus padres, Pablo de Grecia y Federica de Hannover. El matrimonio ya eran padres de una niña, Sofía, nacida dos años antes, pero necesitaban al varoncito, que sería, como mandaba la tradición, el príncipe heredero. Por eso, cuando la alemana dio a luz el 2 junio de 1940 a un niño en Psychik, el júbilo inundó el palacio. Pero la alegría no duró demasiado.
la operación de apendicitis que a punto estuvo de costarle la vida
En 1941 y ante el avance de las tropas nazis, toda la familia real decidió que lo mejor para ellos era abandonar Atenas. Su periplo de cinco años se inició, primero en Creta, para, a continuación, instalarse en El Cairo (Egipto) y en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), donde nació el tercer bebé, Irene.
Sin duda, fue la época más dura para la familia real griega. Este lustro en el exilio no fue fácil para nadie, tanto por las estrecheces económicas a las que tuvieron que hacer frente como por los sustos médicos con los que se toparon. En Egipto, el pequeño Constantino se empezó a encontrar muy débil y con fuertes dolores en el abdomen. Se trataba de apendicitis y los médicos no se lo estaban sabiendo detectar a tiempo. Si la operación hubiera tardado más en producirse, el pequeño niño habría muerto. Este mal diagnóstico no vino motivado por una mala práxis médica, si no, a intereses políticos, puesto que el doctor era un espía comunista. Afortunadamente para el principito y su familia, pudo ser intervenido a tiempo.
Tras pasar incontables penurias, los helenos pudieron regresar a casa. En 1946, la familia volvía a casa y se instalaba en la capital del país. Tan solo un año más tarde, pasaron de herederos a ser la nueva familia real. A la muerte de Jorge II, Pablo fue coronado como rey y Constantino se convirtió en el príncipe heredero al trono.
El durísimo entrenamiento de Constantino
Como futuro monarca, el niño debía formarse a conciencia. Y, en unas condiciones como las suyas, su formación abarcaba mucho más que, simplemente, tener buenas calificaciones. También debía curtir su carácter. Con 9 años ingresa en una particularísima academia estudiantil, Anavryta. Este centro de estudios fue creado ex profeso para el joven príncipe y por sus propios padres. Los reyes querían una tradicional escuela espartana para su pequeño, del que buscaban la excelencia, tanto mental, como física. Extenuantes carreras, durísimos ejercicios, duchas de agua fría y todo en un ambiente sumamente selecto; hasta el punto, que los propios reyes eran quiénes escogían a los compañeros de su hijo, buscando para él las juntas más estimulantes.
Para ser admitido en Anarvryta había que ser, sencillamente, excelente. Tener un coeficiente intelectual alto y, además, poseer destacadísimas capacidades físicas. El mens sana in corpore sano elevado a la máxima potencia estudiantil. Los niños eran de todas clases sociales, no importaba que provinieran de una familia sin recursos, puesto que podían recibir beca garantizada por los propios reyes. Federica y Pablo solo deseaban una cosa: que su heredero creciera rodeado de la auténtica élite.
Criado en una disciplina tan férrea, no resulta extraño que el joven se convirtiera en un destacado atleta que arrasó en las competiciones de vela de los Juegos Olímpicos de verano de 1960, que tuvieron lugar en Roma. El griego obtuvo el oro en la competición, acompañado por algunos de los hombres que se convertirían en sus amigos de por vida. Pero el gran éxito de su vida aún estaba por ocurrir.
El sólido amor entre Constantino y Ana María frente al dolor político
Durante un viaje a Dinamarca a visitar a su familia (la reina Federica tenía sangre danesa), Constantino se enamora de Ana María. Ella apenas es una adolescente y llevarán su romance en secreto por miedo a no contar con la aprobación de sus padres. Pero estos no ponen mayor impedimento cuando, en 1963, él pide su mano. Esperan, eso sí, a que la jovencita haya cumplido los 18 años para que se produzca la gran boda. Él tiene 23 años cuando tiene lugar tan ansiado ‘sí, quiero’.
Fue una boda real con toda la pompa que requería el heredero de la corona. Federica estaba entusiasmada, aunque había un detalle que ensombrecía su alegría: la salud de su marido. La reina veía cómo el cáncer de estómago que Pablo padecía le iba apagando poco a poco y, finalmente, en marzo de 1964 fallece, por lo que Constantino se convierte en el nuevo rey.
Cuando el hermano de Sofía llega al trono, el clima político no puede estar más revuelto. Los griegos no están conformes con su familia real, a la que acusan de malgastar fondos públicos de un país de lo más consumido por la deuda. Además, tener como rey a alguien tan inexperto supone una fuerte fuente de conflictos. El joven toma como su mano derecha en la sombra a la conspiradora Federica, su madre, que siempre había movido los hilos de todos en palacio. Y esto da más munición a sus detractores para, de una vez por todas, derrocar la monarquía.
Nueve inestables años dura en el trono. En este tiempo, se convierte en padre por primera vez, de la princesa Alexia, y, cuando la reina Ana lleva en su vientre al heredero, Pablo, estalla el gran conflicto. Se produce un golpe de estado tras el que nada volverá a ser igual. Es 1967 y los griegos no quieren tener un rey. A partir de entonces vendrán años de gran inestabilidad política hasta que, finalmente, en 1973 la familia real parte hacia el exilio. Han ganado los contrarios a la corona y se instaura una nueva república.
Nueva vida en Londres
Cuando Constantino y su mujer Ana María son obligados a abandonar su país, han nacido tres de los cinco hijos que acaban teniendo, Alexia, Pablo y Nicolás, y deben buscar un nuevo destino en el que anidar por las siguientes décadas. Han sido repudiados de su propia patria y toca reconstruir sus vidas.
Al amparo de otra monarquía, la británica, la familia construye una nueva vida en Londres, donde acabarán naciendo sus dos hijos pequeños, Theodora y Philippos.
La capital del imperio británico se convierte en el refugio de los griegos y, además, en lugar de peregrinación para sus seres queridos. Cuando Sofía desea ver a su hermano, coge un avión y se planta en Londres. Una ciudad que también servirá de lugar de residencia ocasional para Irene y Federica, quienes se establecen en Madrás, La India.
La casa en el barrio de Hampstead se convierte en su nuevo palacio de Tatoi, su nuevo lugar feliz en el mundo; aunque en el interior de Constantino vive instalado un profundo anhelo que no logrará subsanar hasta 2013; cuando el gobierno heleno les permite regresar a Grecia.
Instalado en Londres vivió una vida buena. Fue querido por su extensa familia que le hizo abuelo en múltiples ocasiones. Siempre arropado por las mujeres de su vida, su inseparable Ana María, y sus dos hermanas, Sofía e Irene. La reina española fue un fuerte apoyo, así como el marido de esta, Juan Carlos I, que le brindó una serie de comodidades para que este pudiera estar protegido por la corona española.
En 2013 se decreta que la familia real griega puede regresar a su país de origen y, entonces, Constantino empieza su era dorada. Adquiere una casita en el idílico pueblo de Porto Heli, donde atesorará los últimos recuerdos de su vida.
Finalmente, en 2023 el rey sin trono falleció en Atenas y fue enterrado en Tatoi, el palacio de su infancia y donde reposan los restos de sus padres y demás antepasados. Tuvo un (casi) funeral de Estado, con el que su familia sintió, en parte, que su deuda con los griegos había quedado saldada. Y, así, Constantino pudo irse en paz y como siempre soñó.