Corría el año 1967 y España seguía bajo los mandos de Francisco Franco. Eran ya más de treinta los años que la dictadura llevaba instaurada en el país, pero también eran tiempos de plantear qué sucedería en los años venideros. Era evidente que el militar no estaría ahí para siempre, de modo que la vista ya estaba puesta en el futuro. Ese futuro que pasaba por la monarquía, con el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón como potencial próximo jefe de Estado. "Todo ha quedado atado y bien atado", pronunció Franco en su alocución de fin de año. Pero, ¿estaba realmente todo tan bien atado?
Para cerciorarse de que así fuese hubo que esperar unas pocas semanas. Concretamente, hasta el día 30 de enero del ya entrado 1968, cuando a las 12:45 horas del mediodía en la clínica madrileña Nuestra Señora de Loreto se obró el tan ansiado 'milagro' por el dictador. Y eso fue el nacimiento de Felipe. Por aquellas el infante Felipe, puesto que todavía no estaba clara su título en el organigrama de los poderes. Sí se sabía que, gracias a que era un "machote" -como se dice que el emérito lo definió al militar al anunciarle que era varón-, habría un heredero del pretendiente al trono. Todo un evento.
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El abuelo y la bisabuela, padrinos ideales para la ocasión
Aunque la tradición religiosa contemple la idea de bautizar a los recién nacidos, por norma general, entre los tres y seis meses de vida, en el caso del actual soberano las cosas se aceleraron. Solamente hubo que esperar a unos pocos días después de su nacimiento, el 8 de febrero de 1968, para que el evento tuviera lugar. Y lo tuvo, además, en el emblemático Palacio de la Zarzuela. Ya por entonces la residencia de los llamados Príncipes de España y posteriores Reyes, y también el espacio ideal para celebrar una ceremonia a la altura.
En uno de los salones del recinto palaciego, y sobre las siete de la tarde, incontables invitados se dieron cita para no perderse este día marcado por siempre para la historia de los Borbones. De ahí que en ese listado de invitados no faltasen figuras inexorablemente históricas como Victoria Eugenia de Battenberg. La que fuera reina consorte de España por su matrimonio con Alfonso XIII regresó al país del que fue invitada a marcharse en 1931. Así, se instaló en el Palacio de Liria, la residencia de su ahijada, la duquesa de Alba, por el motivo más emocionante: ser madrina en el bautismo de su bisnieto. Un recuerdo imborrable que se dio poco más de un año antes de su fallecimiento.
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Pero es que no fue ella la única de las antecesoras del padre de Leonor y Sofía que tomó el protagonismo. En el momento de acercarse a la pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán, en la que se había depositado agua expresamente traída desde el río Jordan, también estaba junto a Felipe su abuelo. Juan de Borbón, el conde de Barcelona y padre de don Juan Carlos I, también fue su padrino.
Las curiosas anécdotas de los familiares de Felipe con Franco
Lo anecdótico de tan multitudinario bautizo no se quedó en la infanta Cristina jugando con las borlas del uniforme militar de Franco. Precisamente don Juan fue uno de los miembros de la estirpe que dejó una interacción reseñable con el dictador.
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Según recogía la revista 'SEMANA', el conde, que todavía tenía pretensiones de ser él el monarca una vez que el dictador falleciese, instó al general a tener un encuentro privado. No obstante, la negativa habitual persistió, y de acuerdo al citado medio, Franco se limitó a decirle que "todo lo que tenía que hablar contigo ya te lo he dicho". Conversación con mucho menos pie a la réplica que la que, al parecer, el militar tuvo con doña Victoria Eugenia.
La bisabuela de Felipe VI no tuvo reparo alguno en espetarle, convencida, que esa iba a ser "la última conversación que tendremos en la vida". Algo que por lógica temporal encaja, y cuyo único propósito tenía pedirle que "elija ya un rey para España". Ya no había excusa, pues tenía "tres para elegir: el padre, el hijo y el nieto (...). Si no no volverá nunca la monarquía a España". Dicho y hecho. En 1969, Juan Carlos fue elegido como sucesor ante el consejo del Reino y las Cortes, tras jurar fidelidad a los principios del movimiento. En 1975 comenzó su reinado. En 2014 Felipe le cogió el testigo.