Últimamente me siento muy decepcionada con todo el mundo, tengo la sensación de que yo me preocupo mucho por los demás y nadie lo hace por mí. Por ejemplo, ha sido mi cumpleaños y contaba con hacer una fiesta…, pero al final casi nadie ha podido venir, me he llevado un gran chasco. Me pregunto por qué la gente es así; ¡me pasa con todo! Yo llamo y nadie me llama, ¡estoy harta!
Lo primero que te diría es que revises tu forma de relacionarte con los demás. A veces esperamos mucho porque somos nosotros mismos los que queremos, o más bien exigimos, que el otro actúe según nuestra escala de valores y nuestra forma de entender lo que está bien o no. Por ejemplo, que la gente se acuerde de ti en tu cumpleaños, que te llame para saber qué tal estás, etc… A lo mejor me dirás que claro, que es lo normal, que no pides mucho puesto que tú también lo haces…, y he aquí el error. Pedir. Sin duda tu decepción viene de esperar obtener lo que para ti es “lo normal”.
Lo que te propongo es despedirte de esas exigencias, ver las relaciones desde otro marco, como un intercambio totalmente libre, donde esa libertad se refleja en poder decir “oye, no voy a tu fiesta que estoy cansado” y tú poder responder “vale, me gustaría que vinieras, pero lo que quiero de verdad es que estés bien, así que descansa”.
Despídete de las exigencias y empieza a ver las relaciones como un intercambio libre
Si respondemos desde el amor, sin exigencias y con sugerencias, las relaciones se convierten en interacciones muy enriquecedoras. Claro que esto supone renunciar a tu esquema mental de cómo TIENEN QUE ser las cosas y, sobre todo, cómo te deben tratar los demás. Esta es una idea irracional muy habitual, ya que no hay norma consensuada, sino que es una idea tuya que crees que los demás deberían acatar.
Lo que te diría es que pruebes a ser mas flexible, a invertir realmente en aquellas relaciones que te apetezca, que te liberes de “tener que y tú tendrías que” y pases al formato adulto y libre, ¡verás que cambio!