¿Cómo podemos mejorar las relaciones humanas? Esa es la pregunta que nos hacemos la mayoría de personas y a la que intentan responder expertos como el doctor Mario Alonso Puig. Los más afortunados cuentan con familia, pareja, amigos… sí, pero en ocasiones no es suficiente, a veces hay algo que falla. Es fácil sentirse solos o incomprendidos. ¿Es un problema de cantidad o calidad? Sea lo que sea es conveniente ponerle remedio ya que la felicidad, o incluso la salud, está en juego.

Hablamos sobre relaciones con el médico y gurú español de la felicidad Mario Alonso Puig, que ha dedicado gran parte de su carrera a investigar cómo potenciar las capacidades humanas y es autor de libros como Reinvéntate o Resetea tu mente (Ed. Espasa).  El divulgador lo tiene clarísimo: “desde el punto de vista de la medicina se sabe sin ninguna duda que el amor cura, y la falta de amor tiene la capacidad de enfermar”.

Pregunta: ¿Qué le pasa al cuerpo si no ama o no se siente amado?

Respuesta: El ser humano es la criatura que más tiempo necesita protección hasta poder valerse por sí mismo. Sentir que tenemos un refugio donde recogernos en los momentos de inseguridad es absolutamente necesario. Si esto no se da se acaba activando el sistema nervioso simpático, que es el sistema que pone en alerta al cuerpo. Y cada vez que se activa, va creando un desgaste. Puede dejar una marca muy intensa y ese niño cuando es adulto puede reaccionar de una forma excesiva a cualquier situación de estrés.

P: ¿Por qué nos cuesta tan poco decepcionarnos con los demás? ¿O sentir que damos más?

R: El principal problema de las relaciones es que exigimos a la otra parte que nos compense. Como una especie de trueque. No permitimos a la otra persona que sea como es, queremos que sea como nosotros queremos que sea. Hay constantemente un tira y afloja, donde no aceptamos a la otra persona como realmente es. Este trueque impone unas limitaciones extraordinarias en las relaciones. Al fin y al cabo, unos y otros nos sentimos como que no acabamos de dar la talla de lo que se espera de nosotros. Y ese es el problema, hemos convertido las relaciones interpersonales no en un proceso de entrega en el que yo te doy lo que te quiera dar con todo mi cariño y tú haces lo mismo, sino en un trueque. Yo te doy, tú me das.

El principal problema de las relaciones es que exigimos a la otra parte que nos compense.

P: ¿Qué tenemos que cambiar en nosotros para tener mejores relaciones con los demás?

R: Lo primero que hay que cambiar es la relación con nosotros mismos. Si uno no se quiere a sí mismo es muy difícil querer a los demás. Hay que quererse, apreciarse y valorarse un poquito más. Cuando esto se produce, se extiende a otras personas, y es más fácil querer a otra persona sin condiciones.

P: ¿Cómo detectamos que nuestras relaciones en general no van bien?

La prueba del algodón es la paz interior. Una relación sana no es una relación que no pase por momentos de dificultad o de desafío, pero no es una relación que altere la paz interior. Cuando una persona se da cuenta de que para encajar tiene que callar o silenciar su voz, esa relación no está funcionando de una forma correcta.

P: Rencor, rabia, resentimiento…, ¿qué hacemos con estas emociones asociadas a nuestras relaciones con los demás?

R: Hay pocas cosas más tóxicas en la vida que el resentimiento o el rencor. Esa ira no expresada nos mantiene esclavizados al pasado y nos intoxica. Y desde luego daña la salud y aleja por completo la percepción de felicidad. La persona que no consigue dejar el pasado en lo que fue está arrastrando un lastre y se va aniquilando. Hay que dejarlo ir.

P: ¿Por qué estas emociones negativas dañan nuestra salud?

R: Porque elevan los niveles en la sangre del cortisol, una hormona ligada a los estados de estrés crónico. El cortisol nos pone en alerta ante un posible peligro, pero cuando ese cortisol es liberado de una forma no natural (ligado a los ciclos circadianos o ante la presencia de un peligro físico real) es capaz de dañar todos los órganos y sistemas del cuerpo.

P: ¿Se puede trabajar la capacidad cerebral de amar?

R: No solo se puede trabajar, sino que no considero que haya una capacidad más importante a trabajar que la de amar. En español, la palabra amar nos lleva a un sentimiento. En el griego antiguo hay una palabra que es agápē. Significa el amor como elección. Es un amor sin condiciones. Tú no tienes que ser de una manera determinada para que alguien te quiera. Eso es lo que puede sanar a una persona a niveles increíblemente profundos. Y como sociedad seríamos más felices, sanos, entusiastas y creativos.

P: ¿Cómo ayudamos al cerebro a estar sano?

R: Para proteger el cerebro lo más importante es cuidar del cuerpo. La investigación médica sabe que las personas que rompen el sedentarismo, que cuidan su alimentación y que descansan lo suficiente están protegiendo a su cerebro no solo de ictus, Parkinson o Alzheimer, por ejemplo, sino también de la ansiedad o la depresión. Todo lo que sea proyectarse al futuro para preocuparse daña al cerebro. Por eso la práctica de la atención plena –mindfulness– es tan beneficiosa para el cerebro.

P: ¿Y a la mente?

R: En primer lugar, la capacidad de perdonar. No perdones la maldad, pero sí la ignorancia. Personalmente creo que no hay gente buena ni mala. La gente “mala” es gente que está muy mal y como está mal hacen cosas malas. Gran parte de la violencia que vemos en el mundo procede del resentimiento. En segundo lugar, no ser indiferente al dolor ajeno. Y en tercer lugar, la gratitud, no fijarte solo en lo que te falta sino dar gracias por todo lo que tienes. Otra cosa que ayuda al cerebro es abrirse a la trascendencia, a que la vida es algo más grande que un proceso encadenado de hechos azarosos. Cada uno le puede dar el nombre que quiera. Todo esto tiene un impacto tiene un efecto indudable en el funcionamiento del cerebro.

P: Muchas de nuestras lectoras tienen unos 50 años y se sienten solas. Tienen familia, pareja…, pero también esa sensación de incomprensión y soledad. ¿Qué consejo les daría?

R: Las mujeres tienen una responsabilidad de cuidarse. Nuestra sociedad a lo largo de los años las ha convencido de que si se cuidaban eran egoístas. Que tenían que estar siempre pendiente de los demás. Creo que aunque otras personas no reconozcan la importancia de lo que hacen, ellas mismas sí tienen que hacerlo y no solo en el ámbito familiar sino en la sociedad. Diría que estamos en un momento en el que el talento femenino es especialmente necesario.