El estado de salud de Raphael está en boca de todos desde que el pasado 17 de diciembre tuvo que ser ingresado de urgencia en el hospital. El cantante sufrió un accidente cardiovascular mientras grababa su entrevista para el programa 'La revuelta', y desde entonces ha permanecido bajo vigilancia de los facultativos para valorar su evolución. Un duro bache en el que, por supuesto, también ha estado arropado por su familia.
Ese clan capitaneado por él y por su mujer Natalia Figueroa, la noble con la que contrajo matrimonio en el año 1972 y la madre de Jacobo, Alejandra y Manuel, sus tres hijos. Sus incondicionales y las mismas personas con las que ha convivido la mayor parte de su vida, fuese en España o en el extranjero. Y es que su exitosa carrera en el mundo de la canción también le permitió en el pasado instalarse en otros países. Véanse los Estados Unidos, con Miami como el enclave elegido para adquirir una mansión de ensueño.
Un interior maximalista, entre cristales y espejos
Nada más y nada menos que un millón de dólares le costó esta exclusiva vivienda al intérprete de 'Mi gran noche'. No es de extrañar si se tiene en cuenta que su propietario anterior fue el expresidente Richard Nixon, o que estaba situada en un lugar tan idílico como villa Key Biscayne. Hoy día no hay rastro de la casa en la que él y su familia vivieron entre 1985 y 2002, puesto que sus siguientes compradores la demolieron. Afortunadamente, la hemeroteca permite saber cómo era por dentro y por fuera su particular 'palacete' al otro lado del charco. En exclusiva para la revista 'Lecturas' abrieron sus puertas en 1987, y en CLARA lo recuperamos.
Comenzando por este espectacular salón. Amplísimo, con espacio para muchísimo mobiliario e incluso poder combinar dos tipos de sofá. Este primero, con fundas en amarillo pastel, nos invita a viajar al pasado y recordar la rimbombante tendencia maximalista de la década de los 80. ¿Por qué? Porque además de cojines, a su alrededor hay también lámparas, cestos, una bonita mesa de cristal con pie de mármol, alfombra de estampado geométrico y elementos decorativos por doquier. Al fondo, la conexión con este increíble porche acristalado que da directamente al Atlántico.
Y por si lo anterior parecía poco, en la otra ala del mismo salón se crea una estancia que pareciera otra aparte. De nuevo, sofás. Estos en blanco, también rodeando una mesa de cristal sobre alfombra con estampado similar. En las zonas laterales, mesas auxiliares para acumular más atavíos, como jarrones o marcos de fotos. Eso y una pared cubierta por un espejo. Otra tendencia ochentera por antonomasia.
Uno de tantos, en realidad, porque si algo había en este inmueble cuando Raphael y Natalia vivían en él eran los espejos. Siguiendo las modas de la época que jugaban con la perspectiva para dar amplitud visual, también en la zona de comedor vemos algunos dispuestos en formato biombo. Eso y una larga mesa, rectangular y de cristal, que preside la zona y en la que seguro degustaban las mejores comidas y cenas con amigos. Para sentarse, nada mejor que unas sillas de diseño tapizadas en blanco. Y en el centro de la propia mesa, un colorido centro de flores, con dos portavelas de cristal y detalles en dorado.
De sus rincones de creación a una piscina digna de hotel
Además de estas imponentes zonas comunes, el que fue hogar del artista jiennense también comprendía rincones para desarrollar sus pasiones más allá de la música. Es el caso de la pintura, y es que en este reportaje para la citada revista, un joven Raphael mostraba cómo se entretenía creando sus propios cuadros sobre el lienzo.
Cuadros abstractos como los que se vislumbraban en la zona lateral del salón, que también podría servirse como el recibidor y en la que el blanco de la pared contrasta con tonalidades elegidas para sus estampas como el azul cielo, el rosa pastel o el amarillo. Y para dar un toque verde, una majestuosa planta dentro de una maceta plateada XXL.
Y no, como era de esperar, toda la ostentación no podía quedar relegada solamente de puertas para adentro. El exterior no queda limitado a las impresionantes vistas de cuento ya revisadas, sino que también comprende una piscina grandiosa, digna de un hotel de lujo y techada con cristal.
Dentro de la misma, una zona de jacuzzi, y en la tarima que la delimita, un par mesas de terraza de plástico. Evidentemente, rodeadas sus necesarias sillas -blancas con cojín amarillo- para descansar sin estar entre cuatro paredes propiamente dichas. El colofón a una casa al alcance de muy pocos.