Por aquello de que el pasado no se olvida, tampoco se olvidan las personas que formaron parte de él. Letizia lo sabe y lo revive cada 7 de febrero, en el aniversario de uno de los días más tristes de su vida. Fue en esa fecha que ya nunca podrá olvidar, en el año 2007 y dos meses antes del nacimiento de su hija Sofía, cuando veía la luz la noticia del abrupto fallecimiento de su hermana Érika Ortiz. El cuerpo sin vida de la más pequeña de las hijas de Jesús Ortiz y Paloma Rocasolano fue hallado en su domicilio, dejando a una familia rota de dolor.
De entre toda la estirpe resultó más afectada Carla, su única hija. Nacida de su relación con Antonio Vigo, la pequeña de entonces 6 años quedó huérfana de madre y se vio forzada a emprender una nueva etapa en su vida de la mano de su padre. Cabe decir que de un tiempo a esta parte, la sobrina de la Reina se ha convertido en una habitual de la vida pública y acostumbra a dirigirse a los medios de comunicación con total naturalidad. Una forma de proceder muy distinta a la de su progenitor, que prefiere mantenerse alejado del foco.
Es quizás por ese propósito de la discreción que resulta tan llamativa la figura de Antonio. Y eso que en los años en los que duró su noviazgo con Érika sí que estuvo presente en algunos de los momentos más señalados para su cuñada. Véase el anuncio de su compromiso con Felipe VI o la boda real celebrada en el majestuoso Palacio de la Almudena. Sin intención expresa de ser protagonista, pero llamando la atención de los presentes de forma inevitable por su conexión directa con la novia.
Lamentablemente, el amor entre él y la hermana de Letizia no fue para siempre. Ese amor de juventud que nació en sus años de universidad, cuando ambos cursaban Bellas Artes y soñaban con dedicarse al arte a tiempo completo. Ese amor que resistió a distancia el tiempo que Ortiz vivió instalada en Alemania durante una beca Erasmus. No resistió años más tarde, sin embargo, a los problemas económicos. En el 2006 partieron peras y después... ¿Y después? Después murió ella, ¿pero qué hay de él?
La vida actual de Antonio Vigo: discreción y éxitos profesionales
17 son los años que han pasado desde aquel fatídico día de febrero en el que un país entero se hizo eco del final de Érika. Un final en vida que, de algún modo, implicó la desaparición de Antonio de lo público. Tampoco estaba ahí de forma voluntaria, cabe destacar, de modo que la 'desaparición' vino de la mano con poder centrar toda su energía y empeño en su pasión: la escultura.
Un arte que le ha permitido viajar por todo el mundo y que, de forma menos rimbombante que los galardones propios de palacio, ha corroborado un indiscutible éxito en el terreno laboral. Véase el tercer premio del Liu Kaiqu Award International Sculpture Exhibition de China que ganó en 2018, o su reciente participación en simposio en Arabia Saudí en este 2024.
Son estas algunas de esas travesías que emprende de buena gana, siempre con la intención de alimentar su ya dilatada trayectoria, y compaginándolas con otras labores como la docencia. Y no de forma baladí. Vigo es profesor del grado de Bellas Artes, el mismo que cursó y en el que conoció a la madre de su primogénita, en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Allí imparte clases de artes plásticas y proyectos tridimensionales, dos de los ámbitos de su mayor interés. Sea para enseñarlos o para aplicarlos en su propia obra.
En lo que a su faceta más privada se refiere, no son demasiados los datos que han trascendido al respecto en la actualidad. Más allá de lo aportado por la mayor de sus hijos cuando se le pregunta directamente, poco o nada más se hace público. Hijos en plural, sí. De entre los pocos detalles que se han difundido sobre su nueva realidad, se sabe que desde hace años comparte su vida con Laura, una mujer con la que ha sido padre de otros dos hijos.
¿Cómo es su relación con su hija Carla Vigo?
En cualquier supuesto, es innegable que suele ser la mediática figura de Carla Vigo la que termina por reavivar el interés de los más curiosos acerca de Antonio. Suele ser pregunta obligada el motivo por el que no viven juntos y la joven de 23 años reside en un piso tutelado, por ejemplo. Más reseñable todavía teniendo en consideración los duros baches de salud mental a los que la sobrina de Letizia ha tenido que hacer frente en los últimos años. ¿Por qué estar separados? La respuesta a esta pregunta no está clara, aunque en ningún caso parece tratarse de una mala sintonía entre ambos.
Tan sencillo como que Carla prefirió independizarse cuando cumplió los 18. Una forma de poner distancia con su padre, pero de forma voluntaria y con el deseo de su padre de preservar su privacidad siempre presente. Es por eso que nunca hace referencia a él, aunque él sí que se dirija a ella de forma recurrente. Sin hacer mucho ruido, le dedica comentarios cariñosos en sus publicaciones de Instagram. La evidencia de que, si algo hay entre padre e hija, es un afecto inconmensurable.