Sabemos cómo decoran el Palacio, qué cenan en Navidad y ahora, también, qué se regalan. O, al menos, qué se regalaban. Cuando doña Sofía se encargaba de ser la anfitriona de las Nochebuenas en Zarzuela, la reina buscaba para sus invitados los mejores presentes, que, como manda la tradición, esta disponía con sumo cuidado bajo el magnífico árbol del vestíbulo.
A veces eran regalos con dobles sentidos, otras, obsequios comprados en una cadena de tiendas a un precio muy razonable. Las primeras Navidades con su nueva familia política, Letizia se vio sorprendida por el cariz del obsequio. Las siguientes veces, asumió con deportividad lo que contenía el paquete delicadamente envuelto. Aunque el asomo de la decepción siempre estuvo presente...
Así eran las cenas de Nochebuena con Sofía como anfitriona
Vayámonos hasta 2003, cuando Letizia es solo una recién llegada a Zarzuela y aún no se ha acostumbrado al círculo más íntimo de su futuro esposo. Se han comprometido hace solo dos meses y ella ya se ha trasladado a vivir a Palacio. No puede seguir con su rutina de antes.
Los días pasan entre clases de inglés y de protocolo, aprendiendo todo lo necesario para convertirse en Princesa de Asturias y, el día de mañana, en Reina de España. La periodista recorre su nuevo hogar con una libreta apuntándolo todo. Un cuadernito en el que, tras su primera Nochebuena junto a los Borbones, seguro que apuntó: “disimular al abrir los regalos”.
Estamos hablando de una época en la que la salud de todos los miembros de la Familia Real es espléndida y todos se pueden reunir en la casa de Sofía y Juan Carlos para brindar, cenar y celebrarse a sí mismos. Los reyes daban la noche libre a los trabajadores de Zarzuela, pero, antes de marcharse a festejar con sus respectivas familias, disponían un verdadero festín frío para que los invitados de sus empleadores disfrutaran de una noche de lujo.
Sofía y Juan Carlos podían llegar a invitar a más de sesenta personas, uniendo a las familias de ambos. Todos, como cabría esperar, exquisitamente vestidos y nada de usando pijamas navideños a juego.
Se cenaba tras ver el discurso televisado y cada uno, según sus gustos, se echaba la comida en su platito de porcelana. Un poco de salmón, unas cigalas fresquísimas, ostras, rosbif o angulas. A lo largo del encuentro, había incontables “¡vivas!” y copas alzadas. También turrón y mantecados. Y, cuando el dispendio parecía llegar a su fin, todos se acercaban hasta el abeto adornado con brillantes luces.
Los regalos navideños de Sofía a Letizia
“Los regalos eran prácticos y sencillos”, destaca Pilar Eyre, experta en la Familia Real. “Nos han contado la expresión de disgusto de Letizia el primer año, cuando aún era novia de Felipe, al abrir su paquete. Era un pijama de franela horroroso, ‘de vieja’”, recuerda la periodista en Lecturas.
Aquello no era un simple presente, no. Este obsequio iba con segundas. Al pijama le acompañaba una pequeña tarjeta en la que se podía leer “para que no pases frío”.
Y es que en esos primeros dos meses en Zarzuela, Letizia debía andar muerta de frío en Palacio y alguna vez se quejó del sistema de calefacción. No tenía de qué preocuparse, su suegra tenía la perfecta solución.
No todos fueron obsequios con dobles intenciones, también los hubo de lo más inocuos; tanto, que su pecado resultó ser poco memorables y perfectamente olvidables. Como cuando le entregó un set de jabones y body lotion de una conocida marca de belleza, de la que la entonces reina era muy fan. No es Letizia hiciera de menos el presente, pero sí que le llamó la atención el poco tiempo prestado a la hora de dar con el presente perfecto. Pilar Eye asegura que el juego había costado 30 euros, por lo que uno intuye que quizás resultó pequeño y escaso.
El lugar preferido de Sofía para comprar regalos
Antes, cuando su hermano Constantino aún vivía, era muy habitual que la reina viajara hasta Londres, donde este residía. Toda la familia de la griega se había instalado en Reino Unido cuando estos fueron expulsados de su país, de ahí que emérita tuviera mucho contacto con la capital británica.
En estas escapadas, siempre bajo la excusa de rodearse de los suyos a los que tanto añoraba, especialmente a sus hermanos, la consorte aprovechaba para realizar uno de sus hobbies preferidos: ir de compras. A Sofía siempre le ha gustado visitar tiendas, y encuentra igual de fascinante recorrer un mercadillo hippy que unos exclusivos grandes almacenes. Y, precisamente en uno de estos, en Harrod's, se hizo con el infame pijama de franela que acabó regalándole a Letizia.
Cuando viajaba hasta Londres para volver cargada de bolsas (siempre fue “muy gastona”, como decía de ella su cuñada, la infanta Pilar), Sofía se alojaba bien en el Claridge’s Hotel, con una gran tradición sobre sus cimientos, o, bien, en el más moderno y renovado Meliá White House. Todos ellos cerca de las grandes arterias comerciales de la ciudad y perfectos para descansar entre tienda y tienda.
Al regresar a Madrid, lo hacía orgullosa de su particular cacería que nada tenía que ver con las que les gustaba a su marido. Ella esperaba sorprender y dar en el clavo. Aunque con su nuera Letizia jamás lo consiguió. Ahora ya no hay intercambio de presentes y solo hay uno que le puede hacer feliz, que Felipe siga acompañándola cada Nochebuena a la Misa del Gallo. Aunque ni cenen juntos.