Parece, pero no. O sí. La reina Letizia, cada vez que usa un broche del joyero real, siempre provoca el mismo efecto en quien la contempla. ¿Se ha atrevido a usar una de las piezas más caras de todo el lote de las ‘joyas de pasar’? 

El 9 septiembre, la Reina, del brazo de Felipe VI, acudió a la misa funeral de Alejandro Fernández de Araoz. La Reina vistió de negro, con sus ‘kitten-heels’ inseparables desde que el dolor de pies provocado por su Neuroma de Morton se hizo inaguantable; y bolso de mano. Si en el funeral de Juan Gómez-Acebo la habíamos visto lucir el collar más antiguo de toda la colección de las ‘joyas de pasar’, el que perteneció a Isabel II, en esta ocasión volvió a decantarse por las perlas pero en su versión broche.

La Peregrina, la perla más impresionante de todas

Pero no era una perla cualquiera. Podría ser la ‘madre de todas las perlas’.  
Nos referimos a La Peregrina, una perla de gran tamaño, que las reinas anteriores han lucido, bien prendidas de broches, bien como colgante en otros collares. Sea como sea, el efecto siempre es el mismo: impresionante. 

La Peregrina es una de las piezas preferidas de doña Sofía, a quien se la hemos visto lucir en contadas ocasiones. Siempre en una boda o un retrato oficial, en donde se quería destacar la magnificencia de su figura y, para ello, nada mejor que engalanarse con las alhajas de mayor tradición histórica de su colección. 

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Pero ocurre una cosa, Letizia, cada vez que se pone uno de sus broches favoritos, el mundo entero contiene el aliento. Bueno, quizás el mundo entero no, quizás solo los especialistas en joyas y en monarquía, pero sí que provoca esa pequeña parada cardiorrespiratoria en el entendido que la contempla. 

¿La ha usado Letizia?

Existe mucha confusión al respecto. Hay expertos que creen que Letizia se muestra reticente a usar La Peregrina, mientras que hay otros que están convencidos de que ya le da buen uso. Lo cierto es que, tal y como se apuntaba en un artículo publicado por José Luis Díez-Garde en La Razón, el joyero de la Familia Real dispone de “tres perlas que se le asemejan”. Y va más allá, “una es la que vimos en Atenas, que se identifica por ir prendida de una V invertida de diamantes. La otra forma parte del broche de perlas vainilla de la reina María Cristina, que Doña Letizia también ha lucido, y la tercera es la famosa Peregrina II, que parece que Doña Letizia se resiste todavía a llevar”. 

No hay consenso al respecto. Para algunos periodistas especializados en Casa Real, Letizia solo una de estas versiones de menor tamaño y, por tanto, valor. Pero hay otros que se muestran de lo más convencidos al respecto: no pone reticencias a usarla. 

Lo cierto es que si atendemos a las ocasiones en las que doña Sofía llevó la pieza, podemos entender que esta solo la sacaba de su estuche cuando había una gran ocasión para ello. Esto es, bodas importantes o un retrato en el que le apetecia ser representada con este símbolo de la monarquía, por la historia que le acompaña. En el caso de Letizia, las ocasiones que ha llevado la perla de la confusión, no han sido tan destacadas. Acostumbra a llevarla en looks sobrios, de ahí que se la hayamos visto en un par de funerales, ahora en el de Alejandro y, en 2023, en la despedida de Constantino de Grecia. 

El broche que le vimos usar, tiene forma de flor, puesto que unos brillantes rodean una percha chata. A menudo también se confunde con otro que perteneció a la reina Victoria Eugenia y que tuvo en la infanta Isabel, La chata, a su primera propietaria. Una joya exquisita con la que doña Sofía acostumbraba a acompañar a La Peregrina. 

¿La Peregrina original o una versión?

Por si fuera poco el debate de Letizia, la propia perla guarda en sí misma su propio misterio. Y es que, la pieza que ha llegado a nuestros días podría no ser la perla original, sino una versión, de ahí que muchos la llamen La Peregrina II. 

El origen de la joya no tiene duda: fue el gran capricho de Felipe II. La perla data de 1560 y fue descubierta en Panamá. En 1597 llega a la Corona después de que el monarca se haya enamorado de su innegable magnetismo. Esta será la ‘niña mimada’ del joyero real de ahí en adelante. Fue compañera inseparable de los corpiños de Margarita de Austria, Maria Luisa de Orleans o Eugenia de Montijo. Carmen Posadas, en su libro dedicado a la leyenda de La Peregrina, asegura que el marido de la granadina, Napoleón III acabó perdiéndola. “La vendió para financiar la campaña que lo llevaría a convertirse en presidente de Francia y emperador”. 

La perla fue vendida a James Hamilton, un marqués inglés que deseaba para su mujer el regalo más impactante, y nada podía impactar más que una perla de casi 3 centímetros de tamaño. 

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La joya fue heredada de generación en generación hasta que, finalmente en 1969, la familia Hamilton la puso a la venta para, de este modo, obtener liquidez. Y vaya si la obtuvieron. Por ella se llegó a pagar once millones de dólares y el comprador no fue otro que Richard Burton. El actor, sabiendo que el gran amor de su vida, Elisabeth Taylor, tenía otra debilidad que no era él, sino las joyas, le entregó la perla y esta enloqueció de alegría. 

En este momento, la reina Victoria Eugenia aseguró que ella poseía La Peregrina que poseía la actriz de Hollywood solo era una réplica. La casa real española poseía la original, sostenía con vehemencia. La perla de Ena había sido un regalo de Alfonso XIII, “para que esta le perdonara sus mil infidelidades. Él le dijo que era la original y ella le creyó”, asegura posadas. 

¿Dónde está La Peregrina a día de hoy? La llamada Peregrina II, en el joyero de Letizia; pero la supuestamente original está en la cámara acorazada de alguna fortuna árabe; puesto que en 2011, vía subasta en Christie’s la joya fue adquirida por 9 millones de euros.