Marilyn Monroe cantaba en 'Gentlemen Prefer Blondes' que los diamantes son los mejores amigos de una chica. Una consigna fácilmente extrapolable al contexto de la realeza, y es que basta con remitir a la figura de una Reina para identificar a una de esas mujeres que deben siempre tener los diamantes por mano. Una buena joya, en realidad. Al fin y al cabo, y aunque quizás no sean muy partidarias de lucir complementos en el día a día, antes o después se enfrentarán a un acto solemne.
Todas las que alcancen tal escalafón dentro de la institución deben tener un buen cofre del tesoro preparado para la ocasión. Y Letizia lo sabe. Es por todo lo anterior que la esposa de Felipe VI cuenta con un joyero con los elementos necesarios para impresionar a cualquiera cuando la ocasión lo merezca. No por nada ha conseguido la madre de Leonor y Sofía convertirse en una de las soberanas leídas más elegantes por la crónica 'royal', dentro y fuera de nuestras fronteras. No le falta ni una pieza... ¿O sí?
La pieza que falta en el joyero de Letizia y ahora puede conseguir
En los últimos días, el 'momento joya' de Letizia ha vuelto a tomar el protagonismo con motivo de su viaje de Estado a Holanda. Al fin y al cabo, y como ya sucedió el pasado mes de noviembre, cuando se dio la visita oficial de los Reyes a Dinamarca, en este tipo de 'travesías' suele haber cenas de gala. El momento propicio para sacar a relucir las gemas que adornan sus brazaletes, sus pendientes y broches, sus collares y gargantillas. También las que acostumbran a ser grandes protagonistas: las tiaras. En el caso de la Reina, la gran mayoría de las piezas que confeccionan su majestuoso joyero provienen de la conocida como la colección conocida como 'de pasar'.
Es decir, todas esas que la mujer del Rey ha heredado por su condición de consorte. Las que pasan de generación en generación, de modo que en el futuro, cuando suba al trono, también las vestirá Leonor. Este término, acuñado por María de las Mercedes de Borbón, nació después de que ella, la madre de Juan Carlos I, heredase el cofre pertinente de su madre Victoria Eugenia. Fue ella quien, en un codicilo, concretó que "las alhajas que recibí como regalo del rey don Alfonso XIII y de la misma infanta Isabel (…) desearía, si es posible, se adjudicasen a mi hijo don Juan, rogando a este que las transmita a mi nieto don Juan Carlos. El resto de mis alhajas: que se repartan entre mis dos hijas". Dicho y hecho, sus voluntades se han cumplido hasta ser Letizia la usufructuaria. Con una única excepción: un juego de pendientes y broche a juego, engastados con esmeraldas, que no terminó en manos de la familia real.
Ambas partes del 'set' tienen un marco de diamantes, con la particularidad de que el broche contiene dos imponentes esmeraldas pulidas y talladas en cabujón, así como un pasador que se añadió a posteriori, en el siglo XX. Fue en el año 1969, cuando murió Victoria Eugenia, cuando quedó marcado para siempre el destino final de este conjunto. Y no porque no se siguiera lo estipulado por la difunta, ya que fue la infanta Beatriz, su hija mayor, quien lo heredó. La princesa de Civitella-Cesi mantuvo la tradición de las herencias hasta ahora, porque el traspaso entre generaciones ha llegado a su fin y, si quiere, la Reina podría incorporarla a su colección personal.
El conjunto de esmeraldas de Victoria Eugenia, a subasta
Tan sencillo como que, según se ha anunciado, que el broche va a ponerse a subasta. Esta decisión se ha tomado después de que de Beatriz cumpliese al cedérselos a su hija mayor, la infanta Alessandra. Precisamente ella, una mujer conocida por muchos como Sandra, fue la última encargada de lucirlo en un evento de importancia rosa. Nada más y nada menos que la boda de Alessandro Lecquio con María Palacios, que se celebró en el 2008. En calidad de madre del novio, pues los más conocedores de la estirpe sabrán que doña Sandra era la madre del televisivo.
En pasado, porque la infanta falleció el pasado 2014. Fue entonces cuando las esmeraldas pasaron a manos de Desirée, su hija y hermana del conde Lecquio. Diez años después, el clan parece decidido a despedirse para siempre de esta reliquia de valor incalculable. O no tan incalculable, pues, según apuntan las estimaciones, su precio podría alcanzar los 200.000 euros. Solo los que pujen en la subasta de Christie's el próximo mes lo descubrirán. ¿Se animará Letizia?