Año 1997. Dos de las personas más famosas del planeta se conocen y nada vuelve a ser lo mismo. Justo en la previa más inmediata a la irrupción del efecto 2000 en la cultura pop, con sus estilismos imposibles e incontables momentazos de la historia contemporánea todavía en un horizonte demasiado lejano. Es como si ellos, de algún modo, hubieran sido responsables de plantar la semilla de todo lo que vendría. Porque ellos ya estaban de moda. David y Victoria. El futbolista y la cantante. Los Beckham. Un amor de anuncio reconvertido en marca, aunque ni siquiera entre perfectos sale todo a la perfección. Hubo un tiempo en el que las bases de su relación estuvieron a punto de saltar por los aires. Todo sucedió en España.
Concretamente, hay que remontarse al año 2003. El centrocampista dejaba atrás el Manchester United, donde había debutado, para dar el gran salto fuera de sus propias fronteras. Directo a la capital, porque el Real Madrid lo había fichado por una cifra de 35 millones de euros. Así fue cómo se gestó la llegada a Madrid de uno de los jugadores más célebres de la historia del balompié, de la mano de su adorada esposa. Cuatro años atrás, y después de llevar dos como novios, él y la integrante de las 'Spice Girls' se habían casado el majestuoso castillo de Luttrellstown, en Irlanda. El caso es que ahora tocaba decir adiós a las tierras inglesas para instalarse en un nuevo país, sin saber que aquello acabaría como el rosario de la aurora. Y no precisamente en materia de títulos deportivos. La culpable del descalabro tenía el nombre de Rebecca Loos.
El abrupto salto a la fama de Rebecca Loos
En ningún caso debe leerse la entrada de Rebecca en la vida de Beckham como un hecho fortuito. La joven, de nacionalidad española, pero hija de un diplomático neerlandés y una británica, formó parte del equipo de David y Victoria desde el momento en el que aterrizaron en España. Fue atendiendo a su impecable currículum, después de graduarse en un prestigioso colegio inglés y habiendo trabajado un banco de inversión estadounidense, que se le asignó el matrimonio para ser su asistente personal. No era de extrañar. Entre otras muchas cualidades, Loos sabía de protocolos y dominaba varios idiomas. ¿Quién mejor que ella para ser la mejor baza para adaptarse a su nueva realidad cultural?
Lamentablemente, la adaptación nunca pareció llegar para Victoria. Y no porque Loos no le pusiera ganas. La hispanoneerlandesa pasaba larguísimas jornadas junto a ellos. A su lado en todo momento, desde que amanecían hasta que se iban a dormir, pues necesitaban de sus capacidades en todo momento para el día a día. No solo porque ninguno de los dos hablaba un español fluido ni conocía la ciudad, sino porque en su agenda, además de los partidos, también entraban viajes improvisados y eventos de toda índole que se salían de un horario laboral al uso. En ningún caso le valió a la 'Posh Spice' la ayuda, e hizo gala de su lado más 'posh' –pijo, en inglés– al apurar su viaje al máximo. Solo el tiempo filtró el porqué: no le gustaba demasiado nuestro país. Que le olía "a ajo", se llegó a filtrar. Ella negó haberlo dicho.
Más allá de cuanto haya podido llegar a marcar esa frase la imagen de la diseñadora, lo cierto es que el tiempo separa de David significó mucho más en su vida. También en la de Rebecca, que pronto dejó de ser la simple ayudante del futbolista para convertirse en la protagonista de un idilio clandestino y digno de película. Pasaban demasiadas horas juntos y surgió el cariño. Del cariño al roce. De una relación profesional a la pasión. Todo a espaldas de la esfera pública, claro está. Si alguien se enteraba, comenzaría un escándalo sin precedentes. Y nadie quería que así sucediera, pero alguien se enteró, y la primera en saberlo fue la protagonista de la historia.
"Recibí una llamada en la que me decían que eran de 'News of the World' y que iban a sacar a luz lo mío con David", relató tiempo después, además de que en ese momento "mi corazón dejó de latir durante un minuto". Nerviosa, sabía que lo más importante de aquel vínculo laboral había sido su silencio, pero ya no tenía escapatoria y se adelantó a los acontecimientos. Así se gestó su abrupto salto a la fama, aunque no a cualquier precio. Rebecca Loos prefirió saltarse la etapa de las filtraciones y decidió contar de una vez por todas su propia historia. Lo hizo en el ya extinto tabloide que se había puesto en contacto con ella y por un precio mayor a 388.000 euros. El estallido fue brutal. Tanto que poco después, por 166.000 euros, se dio su aterrizaje en la pequeña pantalla. Y llegó para quedarse. Al menos por un rato.
La cadena Sky One fue la que puso el cheque para que Loos siguiera contando su versión de los hechos, a pesar de los intentos del equipo legal de Beckham por frenarlo. Una entrevista que se sirvió como un reclamo espectacular para millones de telespectadores, porque no le faltó ni un mísero detalle por contar. Desde sus encuentros íntimos hasta cómo la agasajó con fresas en su primer encuentro romántico, y que su amante tenía un detalle corporal que solo quienes se han acostado con él conocen.
Era ese su as en la manga por si algún día tuviera que probar todo lo que narraba ante un juez. Nunca tuvo que hacerlo, porque los Beckham siguieron con su vida de pareja perfecta. Ella, en cambio, estiró el chicle de la fama un buen rato y convirtió en una aguerrida concursante de 'realities'. 'The Farm', 'Celebrity Love Island', la versión belga-holandesa de 'La isla de las tentaciones' e incluso 'Supervivientes 2007', donde quedó tercera finalista. Un paseo por la televisión que terminó tan pronto como empezó. ¿Qué fue de ella?
Su nueva vida alejada del foco y de David Beckham
Por sorprenderte que parezca, ya han pasado dos décadas desde que la bomba Loos estallase en la vida de los Beckham. Es decir, que si por aquellas llevaban cinco años de casados, ahora han celebrado sus bodas de plata. Y de qué manera. El único traspié conocido en veinticinco años del matrimonio que ha convertido su núcleo duro en un emporio sin igual pareciera no haber existido. Basta con revisar el reportaje fotográfico especial que compartieron con el mundo el pasado 4 de julio. De nuevo, vestidos con sus icónicos trajes morados para conmemorar un momento tan especial. Su amor sigue intacto.
Prueba de esa resistencia a los obstáculos quedó también en el documental sobre su vida que vio la luz el pasado año en 'Netflix'. Precisamente en el metraje sí que se habla de Rebecca Loos, pero sin mentarla directamente en ningún momento. Ella, ajena a todo, volvió a estar de actualidad por un momento. Eso sí, con una realidad muy distinta a los focos y las cámaras a los que durante algún tiempo se convirtió en asidua. Y es que su vida, ahora que tiene 46 años, ha cambiado por completo. Para empezar, ni siquiera vive en España. Desde hace años está afincada en Noruega, donde reside en una granja –lujosa, cabe matizar– junto a su marido. Un hombre al que conoció en uno de los 'realities' en los que participaba, aunque él era el médico en la nieve. Juntos tienen dos hijos, los pequeños Magnus y Liam.
Todo ello lo comparte en sus redes sociales, como Instagram, donde acumula más de 20.000 seguidores, aunque sin pretensión alguna de volver a la primera línea de fama. Por contra, tampoco reniega de lo que hizo ni se arrepiente. En declaraciones para el británico 'Daily Mail', fue contundente al asegurar que está feliz porque "si yo no hubiera sido famosa, no habría participado en el 'reality' donde conocí a mi esposo". Sea como sea, todo aquello ya es agua pasada. Con un estilo de vida 'zen', la familia, la meditación y el yoga –disciplina de la que es profesora– son ahora sus principales preocupaciones. En lo que se implica, dejando de lado lo superficial. El vivo ejemplo de las vueltas que da la vida. Y las que vengan. Ella está feliz.