Hablar de realeza remite a la majestuosidad, el brillo, el lujo y el 'glamour'. En el imaginario colectivo queda instalada una pátina de serenidad vital que recubre a las monarquías de cualquier parte del mundo. Pensamiento global que tiene sentido de acuerdo con la ostentación, pero que no necesariamente deba ser siempre acertado.
Las mil y una historias de la dinastía Grimaldi son suficientes para dar forma a la otra cara de la moneda. Hubo una época en la que los soberanos de Mónaco y su entorno tuvieron que hacer frente a infinidad de escándalos y más de una tragedia. El relato de vida de la princesa Carolina, que el pasado 21 de enero de 2024 cumplió 67 años, sirve de ejemplo clarísimo de esas dos vertientes. Aquí recuperamos algunos de los dramas con los que, desgraciadamente, ha tenido que lidiar. Esos que, con el paso de los años, la han convertido en todo un referente en materia de resiliencia.
Los 3 grandes dramas a los que Carolina de Mónaco ha tenido que hacer frente
Nacida en enero de 1957, Carolina solo pudo disfrutar de ser heredera de la corona del Principado durante catorce meses y hasta el nacimiento de su hermano Alberto. En cualquier caso, no ostentar el título de soberana no era en realidad principal motivo para la tristeza. Más teniendo en consideración todo lo que tendría que afrontar después. Hija del soberano Raniero III y de la célebre actriz estadounidense Grace Kelly, el primero de los tragos más amargos de su vida le llegó cuando solo tenía 25 años. Demasiado joven para digerir que, de forma abrupta, su madre había fallecido.
El trágico fallecimiento de Grace Kelly
Grace solamente tenía 52 años cuando un terrible accidente acabó con su vida. Fue el 13 de septiembre de 1982, cuando la princesa consorte insistió en ser ella quien condujese desde su casa de campo, en Roc Angel, hasta Mónaco. Sin augurar, por supuesto, que no optar por el chófer aquel día sería la decisión incorrecta. Solamente estaba acompañada por la princesa Estefanía, que sobrevivió al accidente, cuando el vehículo se salió de la vía y se precipitó por una ladera de más de 30 metros. Desde entonces, Carolina tuvo que asumir el rol de Primera Dama y acompañar a su padre en las responsabilidades oficiales. Algo que mantuvo durante la soberanía de su hermano Alberto II, hasta que este contrajo matrimonio con Charlene.
La repentina muerte de Stéfano Casiraghi
El añadido más triste a esta pérdida irremplazable le llegaría a la monegasca un tiempo después. Stéfano Casiraghi, segundo marido de Carolina y padre de sus tres hijos mayores, siempre fue muy buen visto por Raniero. Un matrimonio breve que solo duró cerca de siete años, entre diciembre 1983 y octubre de 1990. Y no porque la llama del amor se apagase, sino porque el empresario murió de forma totalmente inesperada en un accidente náutico. Según se informó, una ola hizo volcar el catamarán del italiano. Patrice Innocenti, su copiloto, consiguió recuperarse, pero la misma fortuna no corrió para Casiragui y falleció en el hospital Princesa Grace. Viuda a los 33 y con sus vástagos a su cargo, la princesa optó por alejarse del foco público y retirarse a vivir a Saint-Remy-de-Provence.
Dos matrimonios fallidos, pero solo un divorcio oficial
Un amor truncado que, por desgracia, no era el primero que no le acabó de funcionar a Carolina. Antes de Casiraghi estuvo casada con Philippe Junot, a quien conoció en París durante sus años como estudiante de filosofía. El enlace tuvo lugar el 28 de junio de 1978 y nunca estuvo del todo bien visto por los padres de ella. Dos años después y sin descendencia, desavenencias personales les llevaron a divorciarse. Un tedioso proceso para conseguir la anulación eclesiástica que, por aquel entonces, provocó un conflicto abierto entre el Vaticano y el Principado.
Por otro lado, cabe destacar que la princesa sí siguió abierta a ilusionarse de nuevo un tiempo después de perder a su segundo marido. Y lo hizo convirtiéndose en princesa por partida doble. En 1999 y tras tres años de relación, Carolina contrajo matrimonio con Ernesto Augusto V, actual jefe de la depuesta Casa Real de Hannover. Una unión de la que nacería la princesa Alejandra, su cuarta hija. Lamentablemente, esta vez tampoco fue la definitiva. Diez años después de darse el 'sí, quiero', en 2009 se separaron de hecho.
Una consideración en la nomenclatura a tener en cuenta, puesto que no están divorciados. De este modo, Carolina sigue siendo, a efectos oficiales, la princesa de Hannover por matrimonio.
La nueva vida de Carolina de Mónaco, en su momento más feliz
Se extrae de todo lo anterior que la capacidad de la monegasca para sobreponerse a las peores situaciones ha alcanzado límites insospechados. Experiencias de todos los colores, en lo familiar y en el amor, que la han curtido para ser quien es hoy en día. Una mujer regia, elegante y respetada. Inclusive después de haber sido, de algún modo, ninguneada por la institución en el ejercicio de las idas y venidas dentro del organigrama del palacio Grimaldi. Por Decreto Soberano, el fallecimiento de Grace Kelly cambió su vida por completo. La mayor de tres hermanos, que pese a no poder aspirar a un trono reservado para su hermano Alberto, comenzó a ejercer de Primera Dama —sin título oficial— con solo 25 años.
Un largo periodo en el que vivió el fallecimiento de Raniero III y el ascenso al trono del heredero que se extendió hasta julio de 2011. Un tiempo después retomó algunas de sus funciones, durante la temporada en la que la consorte Charlene Wittstock desapareció debido a su ingreso en un centro especializado en Suiza. Idas y venidas constantes, las de Carolina. Ella ha puesto el cuerpo cuando se le ha requerido, en un uso indiscriminado de su figura que la ha terminado por convertir en un icono mundial. Admirada por muchos, pero sobre todo por su fiel descendencia. Andrea, Charlotte y Pierre, los tres hijos de su matrimonio con Casiraghi, y la pequeña Alejandra. Menos esta última, todos han formado ya sus propias familias y le han dado siete motivos más de alegría: sus nietos.
Sacha, India y Maximilian, hijos de Andrea y su esposa Tatiana Santo Domingo. Raphaël, fruto de la relación de Carlota con el comediante marroquí Gad Elmaleh, y Balthazar, hijo de ella con su Dimitri Rassam, su actual marido. Cierran la lista Stefano y Francesco, hijos de Pierre con Beatrice Borromeo. Una familia rota reconvertida en numerosa, con una interminable ristra de criaturas que, por encima de todo, adoran a su abuela. Y el sentimiento es mutuo.