Es uno de los artistas más legendarios de nuestro país. De ahí que no sean pocos los que se han quedado totalmente conmocionados al conocer la noticia de que Raphael ha sido hospitalizado. El mítico intérprete de éxitos atemporales como 'Yo soy aquel' o 'Mi gran noche' sufrió un accidente cardiovascular en la tarde del pasado martes 17 de diciembre. Sucedió durante la grabación de una entrevista para el programa 'La revuelta', de donde tuvo que ausentarse para ser atendido por los facultativos.
Una noticia muy preocupante ahora que es de dominio público el diagnóstico del cantante a la edad de 81 años, después de que RML Management, su agencia de representación, haya aclarado a 'EFE que está "bien". Eso y que los familiares están "muy tranquilos". Ese clan de incondicionales que ya ha pasado por el centro hospitalario para estar a su lado en este difícil momento en el que se destacan sus hijos Jacobo, Alejandra y Manuel. Sin olvidar, claro está, a Natalia Figueroa, su gran amor.
Es ella la mujer con la que comparte su vida desde hace más de cinco décadas, que se dice pronto. Muchísimos años de convivencia en los que han transitado todas las etapas posibles, en el devenir de un relato que comienza con el intérprete y la noble, hija del marqués de Santo Floro y bisnieta de Alonso Martínez, siendo solamente amigos. El enamoramiento vino después, y con él las nupcias. Y teniendo en cuenta que ya por entonces era el jiennense muy reconocido, no es de extrañar que todo el mundo quisiera saber sobre el enlace. De ahí la gran frustración de esta preciosa boda que nos invita a viajar hasta los setenta.
'Fugados' hasta Italia para pasar desapercibidos
El secretismo era la premisa e Italia el destino. Todo estaba previsto en la mente de Raphael y Natalia para poder llevar a cabo la celebración, que finalmente tendría lugar el 14 de julio de 1972. Por entonces ya hacía cuatro años que se conocían, y aunque lo suyo no fue un flechazo, pronto tuvieron claro que querían pasar el resto de sus días juntos. Y dicho y hecho. Ahora bien, su propósito, por difícil que resultase, era casarse con la mayor intimidad posible.
Un pensamiento que explica el motivo para no elegir España. Ni Linares, tierra de él, ni San Sebastián, origen de ella. Prefirieron 'fugarse' a Venecia, pensando que la prensa no tendría la ciudad flotante de las góndolas en su radar. Y así podría haber sido, puesto que el secretismo lo llevaron al extremo, hasta el punto de que los invitados fueron citados el día anterior a la ceremonia, oficiada en la iglesia de San Zacarías -muy cerca de la famosa plaza de San Marcos- por el padre José Zenobio que voló hasta allí desde México.
El caso es que no pensaron en que, al ser Figueroa periodista, entre los poco más de cien invitados con los que quisieron contar también había unos tantos cronistas. Un detalle que lo cambió todo, pues la noticia de tan esperado enlace se filtró y la prensa no dudó ni un segundo en desplazarse hasta el lugar para cubrirlo. Algo que pilló totalmente por sorpresa a los novios, que finalmente accedieron a que asistieran a la ceremonia, siempre que se mantuviera un ambiente de serenidad y respeto.
El vestido de inspiración andaluza sin oportunidad para el baile
A fin de cuentas, era aquel un día irrepetible para ellos, y querían que fuese lo más especial posible. Sin importar que su intención de evitar la presión mediática quedase frustrada, ya que más felices no podían estar. Ambos radiantes, rezumando felicidad y perfectamente ataviados para la ocasión. Desde el impecable chaqué de Raphael al vestido de Natalia, confeccionado por Herrera y Ollero. Los modistos eran íntimos del artista y cumplieron con el deseo de reflejar la Andalucía natal del novio, inspiración para una pieza de piqué blanco con volantes como si de un traje de faralaes se tratase.
Una prenda que, desafortunadamente, no tuvo ocasión de lucirse al son de la música, porque no hubo baile tras la cena. Eso sí, no faltó la lluvia de arroz ni un buen festín, con vichyssoise, salmón ahumado y 'roast beef' a la inglesa como platos principales del menú. ¿El colofón? Su variopinto viaje de bodas, entre enclaves paradisíacos como Hawái y las inagotables ciudades de Nueva York y Las Vegas.