A María del Mar Martínez Bordiú todos la llamaban Merry. El clásico nombre que te ponen de pequeña y que se acaba convirtiendo en una seña de identidad que nunca pediste. En su familia, y en el resto de las familias bien de la época, pasaba mucho. Los años 60 fue el gran auge de los diminutivos descontrolados y Merry fue el resultado de uno de ellos. Como también le pasó a Joaquín Giménez Arnau, conocido por todos como Jimmy. Dos jóvenes con tantas diferencias como cosas en común. Dos polos opuestos que, tras un breve noviazgo, no pudieron cumplir con lo inevitable: el ‘sí, quiero’. Aunque ninguno de ellos estuviera muy seguro de aquello…

Jimmy Giménez Arnau ha fallecido a los 80 años. Deja detrás de sí una vida tan intensa como lo eran cada una de sus colaboraciones televisivas. Criado en la comodidad de una familia adinerada y liberal, sus padres, diplomáticos, le procuraron una infancia entre países e internados en el extranjero. Una enorme riqueza cultural y un bagaje vital muy superior al que tenían sus contemporáneos. Especialmente Merry, quien no había salido prácticamente de España.

Dos vidas opuestas pero con puntos en común

Del centro de Madrid al Pardo, y del Pardo a Galicia y vuelta a empezar. Cuando una es una niña, este plan puede estar bien, pero, cuando una crece, este se queda de lo más corto. Y eso que en el caso de Merry Martínez Bordiú esta disponía de 7 hermanos con los que divertirse, pelearse y contarse confidencias. Pero anhelaba algo más. Su espíritu, bastante más soñador y artístico que el del resto de su familia, no hallaba consuelo en ellos, de ahí que, cuando conoció a Jimmy Giménez Arnau, quedó impactada por toda su persona.

Él era inteligente, culto y bohemio. Trabajaba como periodista y poseía una pluma maravillosa. Aspiraba a convertirse en escritor. Todo aquello, a una inexperta Merry Martínez Bordiú de 20 años le sonó a música celestial. Jimmy poseía todo lo que ella ansiaba no solo en una pareja sino para sí misma. Por aquel entonces, ella también daba rienda suelta a su faceta más creativa trabajando como restauradora de muebles. Conocerle fue un auténtico soplo de aire fresco. 

Jimmy era divertido y descarado; y eso a ella le encantaba. El periodista representaba absolutamente todo lo contrario a aquello en lo que ella había sido criada. Era una ventana abierta de par en par en una habitación atiborrada de muebles, mantas y polvo. Necesitaba respirar y él fue su bombona de oxígeno. 

Una boda obligada con exclusiva mediante

Su noviazgo duró apenas unos meses. Son los años 70 y España aún no tenía muy claro si era moderna o reaccionaria; aunque la familia de Merry lo tenía muy claro: católica, apostólica y romana. La pareja deseaba irse a vivir juntos, experimentar, antes de comprometerse, pero las cosas con los Franco no funcionaban así. Debía haber boda sí o sí “si no querían matar a la abuela”, bromeaba ella. Y, medio de guasa medio en serio, lo cierto es que Carmen Polo no habría tolerado que una de sus nietas ‘viviera en pecado’ ¡antes se arrancaba los collares!

No parecía quedar más opción, si Merry iba a salir de la casa familiar, tenía que hacerlo vestida de blanco. Así que los novios, que parecían entregados a su romance, cedieron. Eso sí, a ninguno le hacía especial ilusión el casorio, por todo lo que representaba la institución; pero Jimmy Giménez Arnau supo buscarle un atractivo: vender la exclusiva del enlace. 

La boda de Merry Martínez Bordiú, la nietísima, y la del escritor bohemio tenía todos los ingredientes para captar la atención de los medios, así que la negociación fue sencilla: se convino la cantidad de un millón de pesetas con la revista, esta la pagó encantada, fotografiaron el gran día y la portada causó sensación en los kioscos. Un negocio redondo… para el medio. Y es que Jimmy, que todavía era inexperto en las lindes del ‘cuore’, podía haber solicitado mucho más caché, ya que el número fue uno de los más vendidos del año. Sacaron el triple de las copias habituales y todas resultaron vendidas.

Querían una boda breve y sin demasiada pompa; pero no tuvieron ni una cosa ni la otra. La familia Franco poseía compromisos a los que no podía renunciar, así que sí o sí debían de contarlos entre los invitados. El enlace de Merry y Jimmy se celebró el 3 de agosto de 1977 en el Pazo de Meirás, en A Coruña. En la casa de veraneo del abuelo, los novios se entregaron las alianzas y España entera les vio jurarse amor para toda la vida. 

160 invitados degustaron el caldo gallego, el salpicón de langosta, la lubina, el lacón y la ternera, que la familia había escogido para el banquete nupcial. A los contrayentes todo eso les estaba estorbando, querían que el paripé acabara cuanto antes para poder empezar su vida en común, lo que realmente anhelaban. 

Una hija y solo tres años de amor

Y al fin llegó. La apacible vida en común se hizo esperar, pero, cuando llegó, mereció pena. El joven matrimonio se instaló en el campo. Ese había sido su deseo desde el principio y lo hicieron en una casa en el Canto del Pico, en Torrelodones. Ahí podían estar tranquilos, dedicarse a leer, a restaurar muebles y a escribir. Bueno, a escribir más bien poco. Años más tarde, Jimmy Giménez Arnau reconocería que emparentar con los Franco arruinó su carrera de periodista. Muchos medios no querían contar con él, y él se vio obligado a cesar, durante un tiempo, su actividad escritora. 

Los meses se sucedían y el amor parecía adormilarse, quedarse en un estado vegetativo del que no logró salir ni con la llegada de Leticia, la única hija que tendría el matrimonio. El bebé, lejos de unirles, les hizo darse cuenta de que necesitaban romper desesperadamente. Habían dejado de hacerse felices, y, antes de que la niña cumpliera su primer año de vida, sus padres ya hacían vidas separadas. 

Merry Martínez Bordiú se volcó con su hija, quien ha tenido una relación complicada con su progenitor, llegando a estar muchos años sin hablarse. Huyó de las revistas y buscó amparo en el anonimato. Y, aunque no le gustaba aquello de las bodas, volvió a repetir experiencia, esta vez con Gregor Tamler, un americano junto al que inició una vida en Miami. Este matrimonio también se rompió y ahora la aristócrata vive entre Estados Unidos y España. 

Y, por lo que respecta a Jimmy, tras salir de la familia Franco, este logró volver a escribir y obtuvo una gran notoriedad en la televisión, donde, gracias a programas como ‘Tómbola’ o ‘Sálvame Deluxe’ se convirtió en uno de los colaboradores más ácidos y descarados. El periodista ha fallecido en Madrid a los 80 años y la encargada de dar la noticia de su muerte no ha sido otra que Sandra Salgado, su último amor, la mujer con la que llevaba compartiendo su vida las últimas dos décadas.