Tengo un hijo de 14 años que es muy buen chaval, es bueno en el colegio y con sus amigos. Pero a mí me trata fatal: me insulta, me exige toda clase de obligaciones, etc. Con su padre tiene una relación tensa. Él se enfada y le pega, pero la cosa no mejora.
A partir de los 12 años no se puede obligar a un chaval a hacer nada; ni a ser de determinada manera. Es tarde para la disciplina por la disciplina. Él ya se siente adulto, y su inteligencia bruta es como la nuestra; así que tiene razón en no dejarse manejar como una marioneta.
Ahora lo que toca es tratarlo como a un adulto cualquiera: con amor y amabilidad, pero devolviéndole la responsabilidad de su vida.
En este sentido, tienes que intentar convencerle de cada cambio que quieras ver en él. Y se lo tendrás que decir de esta forma: “Cariño, eres el hijo más maravilloso que podía haber tenido. Y ya sería para matrícula de honor que hicieras esto así o asá. Pero si no lo consigues… yo te querré siempre igual. No te preocupes”.
Tu marido ha de dejar de maltratarle. Con castigos, los adultos no aprendemos. Solo con mucha pedagogía y amor.
Devolverle la responsabilidad
Por otro lado, también hemos de devolverle la responsabilidad sobre su vida, ya que es un adulto (a nivel de inteligencia). Eso significa que no hemos de cubrirle cuando haga algo mal, sino tratarle como a una persona independiente. Tú no has de colmarle sus deseos. Y tiene que apechugar con cada una de sus decisiones. Pero sin broncas, siempre con amor. Aquí habrá que emplear muchas herramientas para convivir con alguien difícil: el amor, el humor y dejarlo solo.
Por ejemplo, un chaval que no come según unas normas de convivencia no puede comer con los demás. Habrá que dejarle comer solo, pero sin recriminaciones. Decirle: “Cariño, como todavía no dominas las normas de conducta en la mesa, tienes que comer en la cocina solo, pero no pasa nada. Cuando lo aprendas, estaremos encantados de que comas con más gente”.
Hay que mostrarle que todas las malas conductas tienen sus consecuencias. Por eso están las normas sociales. Pero si no puede cumplirlas, le querremos igual, aunque tendrá que aceptar los inconvenientes de no estar a la altura.