A mis 50 años de edad, después de 25 años de matrimonio y una hija preciosa de 16 años, mi marido me ha dicho que es homosexual. ¡Estoy en estado de shock! ¿Qué se supone que he de hacer? Yo le amo y creo que él también a mí, pero me dice que ha tenido un rollo con un hombre y le ha encantado. Él hasta entonces se lo había negado, pero lo es. Él tampoco sabe qué hacer.
Se trata de una situación muy interesante, porque podemos aplicar muchos principios de la psicología cognitiva o del pensamiento. Fíjate en que nuestra terapia dice que no hay que exagerar ninguna adversidad, que se puede ser feliz prácticamente en cualquier tesitura: eso sí, si no te dices lo contrario. Con amor, positividad y alegría ante la abundancia de la vida, todo es mucho más fácil de solucionar.
Otro principio: la sexualidad no es tan importante como, a menudo, imaginamos. Ni por activa ni por pasiva. Es solo una función más de los diferentes instintos humanos. Es mucho más importante el amor por la vida y por los demás.
Dicho esto, está claro que podríais hacer un montón de cosas y todas serían válidas. Por ejemplo, que tu marido dejase el matrimonio y buscase una relación homosexual estable. Otra opción, sin embargo, es que sigáis bien casados y él renuncie a la sexualidad gay. Y una tercera, que sigáis felizmente casados y que él pueda tener escarceos homosexuales fuera del matrimonio. (Por supuesto, tú también si lo deseas).
Si todos entendiésemos la sexualidad como lo que es: un juego divertido, amoroso, vital, y no el tabú terrible que le asignamos... veríamos claramente que la segunda y tercera opción son muy buenas. Renunciar a cierto tipo de sexo no tiene nada de especial: muchos monjes y monjas lo hacen y están más felices que unas pascuas. Y tener amantes no tiene importancia: de hecho, ha sido –y es– lo común, se admita o no.