Muchas veces me encuentro con gente muy agobiada con asuntos sumamente cotidianos, la misma neura se repite: se da demasiada importancia a cosas que realmente no la tienen. Por ello, me gustaría contarte cómo lograr que las cosas nos afecten menos.
¿Ahogarse en un vaso de agua o beberse el agua?
Si eres de esas personas que se ahogan en un vaso de agua, que se notan hipersensibles, que sienten que todo les resulta tan importante que no saben priorizar, que todo es un mundo, que les han dicho que tienen la piel muy fina o que les han llamado exageradas alguna vez... ¡sigue leyendo que esto te interesa! Si te has sentido identificada con estas sensaciones es que es el momento de revisar tu diálogo interno. De revisar dónde pones lo importante: si en lo que sucede fuera o en cómo lo vives. Muchas personas tienen una visión muy lineal, como llevar anteojeras como los burros, ven estrictamente lo que tienen ante sí, y según lo puntúen, se sienten más o menos fuertes. Demasiado valor al escenario y poco al actor.
¿Cómo lo hago?
- Revisa tu forma de expresarte. Introduce “a veces, prefiero, gracias...” como palabras más usadas.
- No te hagas frágil, reconoce tu mente fuerte y ¡entrénala!
- Lo importante es que nada es tan terrible ni tiene tanta importancia.
- Aceptar sin condiciones libera y amplía la mente.
- Agradece, huye de la “necesititis” y agradece lo que se te ofrece.
En qué te estás fijando y en qué deberías fijarte
Suelen exigir que el escenario sea el que esperan, el que han diseñado en su cabeza, sin contar con la magia cambiante de la vida, el que encaje en su expectativa para que ellos sean felices. Suelen usar el condicional para condicionarse: “Si mi amiga me invita a la fiesta es que le caigo bien, si no, es horrible”. Os invito a tomar la iniciativa y salir de la queja pasiva, a poner más atención al actor y hacer que el escenario cambie. Muchas muchas veces la gente se queja, se enoja, ¡hasta se ofende! por situaciones que son nimias, absurdas, como que alguien llegue tarde, que mi amigo no me coja el teléfono, que no me traten bien...
¿Te obsesionan las cosas sin importancia?
O bien hay quienes se deprimen, se quedan atrapados en un bucle de dudas, repasando una y otra vez si han sido adecuados con los demás, si caerán bien, si les dan un "like"... y demás chorradas. Esas escenas son absurdas, pero darles mucho valor, llevarlas a lo personal es sufrir.
Ya sabéis que me declaro súper fan de Epicteto. Su lema era “lo importante no es lo que te sucede, sino cómo reaccionas ante ello”. Estas palabras reflejan una maravillosa actitud y son una gran verdad. Son la base para dar importancia a aquello que lo tiene. Desde la psicología cognitiva apostamos por la metamorfosis del diálogo interno. Si te dices que es horrible que no te respondan al WhatsApp cuando el otro está en línea, por ejemplo, evidentemente habrá malestar. En cambio, si puedes decirte que ya te responderá en otro momento y que haga lo que haga está bien, ¡cómo cambia la sensación! Todo está bien.
Te propongo 5 ejercicios para que todo esté bien
Lo que sucede no podemos cambiarlo, pero sí podemos cambiar nuestra visión. Transformar la piel fina en duro músculo. Sigue estos 5 consejos para conseguirlo.
- Mira dentro de ti. Observa tu lenguaje, revisa tus valores. Eres una persona valiosa pase lo que pase.
- Libérate de los “deberías”. Si percibes que dices más “las cosas deberían ser así”, “los demás deberían” o “yo debería”, cambia esa palabra por preferir: “Preferiría que esto fuese así, pero puedo vivir bien sin ello”.
- Acepta incondicionalmente a los demás. Los demás son como son y tú eres como eres. Todos somos un compendio de genética, aprendizajes, miedos, deseos... y sobre todo, fallones. Nadie, ni tú tampoco, es perfecto. Solo somos seres humanos.
- Suelta necesidades. Nos hemos creado tantas necesidades que tenemos “necesititis”. La mejor cura es soltarlas, despedirse de ellas y volver a ser sencillos y humildes. Con muy poco se puede disfrutar mucho, como de tomar el sol o ver los árboles.
- Dales una patada a las comodidades. Nos han vendido la comodidad continua como un logro, como una condición para estar bien, y mi respuesta es que todo lo contrario, ¡un poco de incomodidad pone la mente en forma!