La sexualidad femenina, sobre todo, en la madurez sigue siendo para muchos –y muchas– una gran desconocida. Por eso asomarse al perfil de Instagram de Sonia Encinas, comunicadora, sexóloga y terapeuta sexual y de parejas, es como sentir un soplo de aire fresco. En sus publicaciones sobre sexología se habla con total naturalidad sobre frustración, culpa, carga mental, libido y frecuencia sexual, creando un espacio seguro para eso de lo que muchas no se atreven a hablar en voz alta.

Y es que Encinas, autora de libros imprescindibles como Feminidad Salvaje, El niño que quería dar abrazos, Sexo Afectivo y El sexo de las madres, divulga sobre sexualidad y relaciones a través de las redes sociales, donde consigue romper mitos y dar visibilidad a la auténtica realidad del sexo en la mujer.

Sonia Encinas
Sonia Encinas (Foto: Geraldine Leloutre)

Con ella charlamos en esta entrevista sobre las etapas de la sexualidad femenina, los errores en su percepción, sus necesidades y algunos mitos que considera urgente derribar para conseguir relaciones sanas, maduras y equilibradas.

PREGUNTA: ¿Qué etapas atraviesa la mujer con su sexualidad a lo largo de su vida?

RESPUESTA: Podríamos decir que hay tres grandes etapas, en la vida de toda mujer, con sus correspondientes tiempos de transición y con muchas diferencias entre cada mujer, evidentemente, pero también muchas similitudes. Cada etapa sexual va a tener sus características e hitos. En primer lugar, viviremos la sexualidad en la infancia, un momento en el que descubrimos nuestro propio cuerpo y aprendemos el mundo a través de él, guiadas siempre por las sensaciones de bienestar y placer. La adolescencia es una etapa de transición hacia la edad adulta, que sería nuestra etapa fértil, muy caracterizada por nuestra ciclicidad. Hasta que, poco a poco, llegamos a la transición del climaterio: perimenopausia, menopausia y postmenopausia, unos años de nuestra vida durante los cuales el cuerpo cambia y se prepara para la última etapa, que es la de la sexualidad en la madurez. Evidentemente, en cada etapa puede haber muchos cambios y pueden intervenir en nuestra sexualidad y vivencia de la misma muy distintos factores tanto biológicos, como psicológicos y sociales.

¿Cómo cambia la sexualidad tras la maternidad?

Eso dependerá de cada mujer madre, pero como sexóloga, creo que es fundamental revisar cómo esa mujer ha vivido los inicios: la búsqueda del embarazo y el embarazo en sí, cuál fue su experiencia de parto, teniendo en cuenta que consideramos el parto como un acto sexual, y su situación durante el posparto. En mi último libro, El sexo de las madres, profundizo en la experiencia materna que es en sí sexual –todo lo que ocurre en un embarazo, parto y posparto está relacionado con (y es posible gracias a) nuestra sexualidad–.

Pero lo que más preocupa y genera dudas es justo la vivencia del sexo, ya que durante los primeros años de crianza, el foco de atención y deseo de las madres se desplaza a sus criaturas, porque están en "pleno enamoramiento". Esa química tan potente que se genera entre la mamá y su bebé es mutua y es fundamental para la supervivencia del cachorro y para el bienestar de ambos. Si dejamos espacio a esa fascinación, a esa construcción del vínculo, podemos aprender muchísimo de nuestro cuerpo y de nuestra sexualidad. La preocupación suele estar relacionada con el lugar que ocupa la pareja, de haberla, en todo esto, y claro, depende del rol que ejerza y de la responsabilidad que asuma, la relación de pareja se transformará hacia una unión más potente o hacia una distancia y decepción. Por supuesto, con consecuencias en el espacio sexual. He escrito casi 400 hojas al respecto, así que resumirlo me es difícil, ¡pero os animo a leerlo, para más datos! El objetivo es resolver dudas, disminuir culpa, desarrollar una mirada crítica hacia la idea estrecha de lo que nos dijeron que era la sexualidad y aportar recursos o herramientas para vivirla con permiso, calma y placer.

"Para vivir un sexo pleno, hay que tener buena relación con la masturbación, tener bien nutrida nuestra erótica/fantasía y trabajar nuestro suelo pélvico".

Y con la menopausia, ¿qué cambios llegan en el terreno de lo sexual?

Pues diría algo bastante similar a lo que ocurre durante el posparto, en el sentido de que ambas son etapas atravesadas por unos cambios hormonales y fisiológicos muy potentes que impactan de forma directa en la vivencia de la sexualidad. Lo que ocurra después de la menopausia tendrá que ver con esto, pero también con cuál ha sido la vivencia sexual previa de la mujer y cómo ha cultivado su relación con el disfrute y el placer, en general. Sin duda, la menopausia trae cambios, pero estos no tienen por qué ser, necesariamente a peor. Por supuesto que hay muchas mujeres a las que se les dificiculta la relación con el goce, pero esto también está relacionado con muchos factores. y también está bien visibilizar que no siempre es así y que hay mujeres, también, que hasta dicen haber mejorado su experiencia sexual tras la menopausia porque pierden el miedo al embarazo, tienen más experiencia, menos problemas en pedir lo que quieren o más espacio para sí mismas. Aquí hay que subrayar que la mirada coitocentrista hacia el sexo no ayuda, pero es que el sexo es mucho más, ¡nuestro clítoris es un órgano de placer muy poderoso! Para vivir un sexo pleno, hay que cultivar una buena relación con la masturbación, tener bien nutrida nuestra erótica/fantasía y trabajar nuestro suelo pélvico para que esté en forma y nos siga regalando estupendos orgasmos.

¿Crees que las parejas masculinas son conscientes de esos cambios? 

Para nada, ¡si es que, a veces, no somos conscientes ni nosotras! La cultura machista no ha dejado espacio a la representaciones de las vivencias de las mujeres y menos a las sexuales. Entonces, veo a menudo que ellos están superperdidos. Pero, la verdad, también les falta interés e intención de aprender, muchas veces. 

¿La libido fluctúa en las mujeres? ¿Qué factores afectan para que así sea?

La libido fluctúa a lo largo de toda la vida, ¡es puro dinamismo! Y en ella influyen factores bio-psico-sociales como nuestro estado hormonal o de salud –por ejemplo, puede influir la toma de determinados medicamentos–, nuestras experiencias sexuales previas o la forma en la que entendemos la sexualidad, el estrés del día a día, la carga mental, la relación con la pareja, la etapa vital y sus características, la relación que tengamos con el propio cuerpo o, por ejemplo, si nos relacionamos con la masturbación desde el goce o desde la culpa. En la libido, como en la vida, influye todo.

¿Qué factores influyen en la falta de deseo sexual en la mujer? 

Pues partiendo de todo la anterior, lo que más vemos a día de hoy es la falta de tiempo, la carga mental y el estrés del día a día. Junto con unos aprendizajes sexuales machistas y limitantes.

¿El ritmo de vida actual afecta a esa falta de deseo?

Absolutamente. ¿Cómo podemos pensar que el sexo va a ser ajeno a todo esto? Creemos que el deseo funciona a nuestra voluntad, que debe existir un botón que al pulsarlo, nos conecte con el deseo y nos desconecte de «la vida». Y eso es uno de los mitos más limitantes que existen sobre lo sexual que genera muchísima exigencia. Y la exigencia es antilibido, como el cansancio o el estrés.

¿La inapetencia sexual es un tema tabú entre las mujeres?

En parte sí. Sobre todo cuando están en una relación de pareja. Porque como hemos aprendido a validar la relación a través del sexo, ¡gran error!, cuando la frecuencia sexual no es como creemos que debería ser, nos empezamos a cuestionar la salud del vínculo. Y esto hay que desmontarlo para evitar el sufrimiento y desgaste que genera exigirnos las ganas para sentir que «todo está bien». El sexo no es una necesidad ni tampoco da ninguna información, per se, sobre la salud del vínculo. Quiero decir, que no es la causa. El sexo es, más bien, una consecuencia de tener una buena relación, sí –porque es que si no, no podemos, ni de lejos, esperar deseo–, pero sobre todo, es una consecuencia de un buen cultivo erótico, de vivir una intimidad nutrida. Esto lo trabajamos en las consultas de sexología una y otra vez.

¿Crees que entre nosotras se habla con libertad de esa falta de deseo sexual?

En general, no. Por lo que decía anteriormente. Pero veo que es más fácil hablar de ello cuando la relación no va bien. Sin embargo, cuando estás con alguien a quien amas, pero el deseo no aparece como querrías, la culpa y el miedo son mayores.

¿Nos ayudaría más hablarlo en voz alta y compartir esas culpas y preocupaciones?

Depende del contexto de cada una. Creo que si todo el mundo fuera más honesto con su vivencia de lo sexual, bajaríamos el nivel de exigencia. 

Y, al revés: ¿hay tabúes cuando se trata de mujeres con alto deseo sexual? 

También, sobre todo cuando hablamos de mujeres en relaciones heterosexuales. Por culpa de los estereotipos de género que dictan que «ellos siempre tienen ganas» –es mentira– y que «para ellas el deseo es menos importante», la situación nos descuadra y tendemos a pensar que algo en nosotras está mal para que no nos deseen. Pero además, ellos también suelen sentirse culpables por no estar a la altura de lo que han aprendido que se espera de ellos sexualmente. La buena noticia, es que podemos trabajarlo para sentirse mejor con las frecuencias de cada persona. Porque, ¡sorpresa!, la culpa también es antilibido.

¿Tener más ganas implica una mejor relación de pareja?

Para nada. Es que no está ni mínimamente relacionado. Es importante entender que amor y sexo son dos idiomas distintos y que requieren, por tanto, aprendizajes –y cuidados distintos–. Es más, por efecto del mito del amor romántico, llamamos "relaciones pasionales" a dinámicas que son conflictivas, mientras que hemos aprendido a leer la calma relacional como aburrimiento o desidia. Es urgente que desmontemos todos estos mandatos para construir relaciones maduras, adultas, horizontales... ¡saludables!, en las que el sexo pueda jugar un papel de disfrute y conexión y no de deber o exigencia.

"Es un error creer que estar en una relación implica tener relaciones sexuales como si fueran un derecho de la otra persona".

¿Qué errores solemos cometer las mujeres en términos de sexo?

Pues el más frecuente es el de creer –consciente o inconscientemente– que le debemos sexo a alguien. Es decir, que estar en una relación implica tener relaciones sexuales como si fueran un derecho de la otra persona y pasar por encima del deseo propio una y otra vez, por miedo a que se vayan, a que no nos quieran. Esta creencia desconecta a las mujeres de su deseo por completo.

En general, ¿crees que la mujer vive con cierta presión el tema del sexo?

Sí, es lo que vemos en las consultas sexológicas una y otra vez.

¿Hemos normalizado alguna forma de violencia en la sexualidad de la pareja?

Sí, normalizar practicar sexo sin deseo de forma habitual, hacerlo bajo la presión y los reproches de la pareja y, muchas veces, sin tan siquiera tener un espacio de intimidad nutrido, unos cuidados, una seducción o cercanía en el día a día es una forma de violencia. Las mujeres no son máquinas expendedoras de satisfacción sexual. El sexo no es una práctica mecánica. El sexo, para ser pleno, debe responder a la ligereza, a los cuidados y al deseo de compartirte y conectarte corporalmente con una persona con la que te sientes segura y en calma y por la que te sientes vista y escuchada.