Se dice que el tiempo todo lo cura, que no es incompatible con que el tiempo nada lo borra. Los recuerdos persisten. Sea porque fueron esplendorosos o porque fueron terribles, la mente es capaz de retener los instantes más emocionalmente destacados del relato vital. Incluso aquellos más propios de la niñez si el momento que nos ocupa es uno de tanta ilusión como lo son las fiestas navideñas. Días de vacaciones, regalos, luces, comidas, reencuentros... Y mucho más, que en España y por tradición, quedan coronados con la llegada de los Reyes. Los Reyes Magos.
Porque no son precisamente Felipe VI y Letizia los encargados de repartir regalos entre los niños en la noche que va del 5 al 6 de enero. Los responsables de que tanta dicha inunde los hogares son Reyes que vienen de Oriente, aunque cada víspera al gran día se dejan ver en cabalgatas por todo el país. Recorridos entre confeti, caramelos y música a los que los infantes asisten con una sonrisa de oreja a oreja. La misma con la que antaño, el propio rey Felipe les daba la bienvenida en su propia casa.
Cosa de Reyes, será. El caso es que entre tantísimos rituales que se asocian con los días festivos, hubo un tiempo en el que los mismísimos Melchor, Gaspar y Baltasar se acercaban directamente hasta la Zarzuela, el recinto palaciego que comprende la residencia privada de los monarcas. El que hoy día solamente habitan Felipe y Letizia, desde el Pabellón del Príncipe, y doña Sofía y su hermana Irene de Grecia. El mismo que, en la década de los 70, todavía acogía a los eméritos y sus tres hijos, que lograban preservar el espíritu de una familia feliz y unida durante la noche mágica y sus jornadas previas.
De la recepción en Zarzuela a las visitas al Ayuntamiento
La misma noche del cumpleaños de don Juan Carlos, nacido el 5 de enero de 1938 en Roma, "el palacio de la Zarzuela se vestía de fiesta". Así lo señaló en 2021 la periodista Paloma Barrientos para 'LA RAZÓN', en un texto que recuerda aquellos años en los que las tradiciones congregaban a Borbones y otros 'royals' durante fechas tan señaladas. Incluidos sus primos griegos, así como el rey Constantino y la reina Ana María, que se trasladaban hasta Madrid desde el exilio en Londres.
Eran otros tiempos, y si bien es cierto que "la referencia de Papá Noel no era tan habitual como ahora", fue doña Sofía la encargada de instaurar esa otra tradición. Eso sí, apuntaba Barrientos que, aunque dejaba los regalos pertinentes debajo del árbol, en ningún caso llegaba el hombre del inconfundible gorro rojo de forma física. "Sí lo hacían los Reyes Magos la noche del 5 de enero", señalaba por contra la cronista real. Y es que de aquella época "hay imágenes y vídeos en los que se ve al heredero y a sus hermanas recibiendo en la puerta del palacio a los Reyes Magos".
Así se mantuvo hasta que fueron más mayores y la recepción terminó trasladándose al Ayuntamiento, "donde el alcalde de turno recibía a los protagonistas de la noche". Un punto y aparte, pues entonces la tradición mutó y eran los niños Borbón y Grecia los que iban hasta allí para deleitarse con la llegada de Sus Majestades de Oriente. Normalmente, junto a Sofía, en ocasiones acompañada por la reina Federica. "Después volvían a Zarzuela y los niños Borbón y los primos griegos se iban a la cama". Y mientras, los Reyes y sus invitados "continuaban con la celebración del cumpleaños del Rey don Juan Carlos".
Los regalos que recibían, pero enfadaban al pequeño Felipe
El periodista y escritor Juan Balansó expuso que "los empleados de palacio se encargaban de colocar los juguetes y los globos en uno de los salones" en el que, previamente, los pequeños de la cada habían dejado preparados sus zapatos. El caso es que, al tratarse de la Familia Real, también Paloma Barrientos refirió en 2023 para el digital 'Vanitatis' que "a Zarzuela llegaban todos los años cantidad de juguetes de firmas y empresas de toda España". Regalos que, para pesar de Elena, Cristina y Felipe, todavía muy jóvenes para entender los porqués de las dinámicas reales, no podían ser para ellos.
El más afectado era Felipe, el más pequeño de los tres, siendo estos presentes "motivo de conflicto y de berrinches" por algo tan sencillo como que no lograba comprender "la razón de no poder quedarse con los regalos". Pataletas lógicas si se tiene en cuenta la corta edad del actual monarca, y que en uno de los episodios tuvo que ver con un balón de reglamento y una bicicleta.
"Contaba la Reina Sofía a Pilar Urbano que fue una de las pocas veces en que tuvo que dar a su hijo una azote porque no entraba en razón", apuntaba Paloma. La parte menos buena de aquellos días en los que, en realidad, cualquier atisbo del desastre quedaba silenciado entre el anhelo pueril y la emoción de los mayores por ver a los niños tan sumamente fascinados. Una de tantas anécdotas que, sin importar las rencillas y tensiones que vendrían, ahora recuerdan con cariño al echar la vista atrás.