De un tiempo a esta parte, Isabel Preysler es muy poco dada a hablar de su vida personal. Pese a ello, en su recientemente estrenado reality de Disney+ 'Isabel Preysler: mi Navidad' contó alguna que otra cosa. Por ejemplo, que conoció a Julio Iglesias cuando iba de camino a una fiesta, aunque parece ser que fue estando ya en la propia celebración cuando empezaron a hablar. La pareja se casó en enero de 1971 en el pueblo toledano de Illescas, y pasó algunos años residiendo en un piso que el padre del cantante, el doctor Julio Iglesias Puga, compró en la madrileña calle de San Francisco de Sales.
Al principio, Isabel Preysler acompañaba a Julio en sus viajes, pero luego pasó a centrarse en la crianza de los tres hijos que tuvo con él. Sus amigas han contado que en un momento dado empezó a llevar muy mal el hecho de ver tan poco a su marido, que en esa época empezaba a construir su reputación de donjuán y, sin embargo, llevaba bastante mal que su esposa saliese de casa sola. "En diciembre de 1976 tuve con Julio una discusión fortísima", contaría ella. "Aproveché para decirle que lo nuestro no tenía remedio y que no había más salida que la separación. Pero me convenció de que nos diéramos un tiempo antes de tomar una decisión importante [...] No nos separamos en 1976 a cambio de que, mientras él estuviera fuera, yo podría hacer mi vida. Saldría con mis amigos bastante más de lo que venía haciéndolo, que no era mucho".
La socialité empezó a reencontrarse con los círculos elitistas durante las ausencias de su mujeriego marido, pero no consiguió dejar de sentirse sola y tampoco soportaba que en sus viajes profesionales al extranjeros Julio fuese a menudo visto acompañado de otras mujeres. La gota que colmó el vaso fue la gira que en 1978 hizo por Argentina, donde la prensa del país lo retrató junto a varias modelos y sobre todo junto a la actriz Graciela Alfano. En su libro 'Hey!', Hans Laguna explicó que los rumores argentinos colmaron la paciencia de la Preysler: "Tras aterrizar en Barajas procedente de Buenos Aires, el cantante se encontró a su esposa esperándole en la sala de equipajes. Allí, Isabel le ordenó que no se dirigiera al domicilio conyugal porque quería divorciarse".
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Un clavo saca a otro clavo
El matrimonio hizo pública su separación en julio de 1978, en una noticia difundida por el ya desaparecido diario Arriba, de Madrid, y en la revista ¡Hola!. Entonces se pactó que el cantante pasaría a su exmujer 180.000 pesetas mensuales (que luego pasaron a ser medio millón) para contribuir a la alimentación, ropa y educación de sus retoños. También le quedó a la filipina un chalet en la zona de Guadalmar, en Málaga, y una casa en el centro de Madrid que la pareja había adquirido por doce millones de pesetas (y que luego ella vendió por cerca de cuarenta millones). En poco tiempo, la muchacha dejó claro que podía valerse por sí misma y que no necesitaba al cantante para que las revistas del corazón se interesasen por todo lo que hacía.
Precisamente en sus páginas se contó que Isabel estaba saliendo con Carlos Falcó y Fernández de Córdova, marqués de Griñón y grande de España. "Empecé a salir con un grupo de amigos", aseguró al respecto. "Un día me invitaron a una sesión privada de la película 'Fiebre del sábado noche'. Estábamos unas veinte personas y, entre ellas, Carlos Falcó, con quien coincidí poco después en una cena [...]. Descubrí que lo que más me gustaba de él era su sentido del humor, su refinada educación y su cortesía. Empezamos a vernos con más frecuencia. Un buen día, al llegar a casa, comprendí que entre los dos había nacido una atracción mayor. Entonces le dije a Carlos que debíamos andar con cuidado, porque a mí me seguía la prensa a cualquier sitio que fuera".
En marzo de 1980, a los seis meses de obtener la nulidad matrimonial, contrajo segundas nupcias con el marqués de Griñón en la capilla privada de Casa de Vacas, una finca que el aristócrata sevillano tenía en la provincia de Toledo. Dicen que aquello fue una ceremonia íntima, a la que asistieron una treintena de personas entre las que se encontraba la madre de Isabel, con la que no se hablaba desde que se separó del intérprete de 'La vida sigue igual'. Los tortolitos se instalaron en la colonia madrileña de El Viso, en un chalé de cuatro plantas y jardín privado que tenía poco que ver con el piso de San Francisco de Sales donde Isabel vivió con Julio Iglesias, y en noviembre de 1981 dieron la bienvenida a su única hija, Tamara Falcó.
relación abocada al fracaso
Como marquesa de Griñón, la filipina tuvo una intensa vida social. Ella decía que el hecho de entrar a formar parte de la aristocracia no había cambiado su forma de ser, pero no todos pensaban lo mismo. De hecho, una de las mujeres que más tiempo estuvo al servicio de Carlos Falcó en esos años dijo que lo primero que hizo la Preysler "fue indicar a la servidumbre que nos dirigiéramos a ella llamándola señora marquesa". En una entrevista, Isabel aseguró: "Me he dado cuenta de lo que significa estar dentro de una familia con tantos títulos nobiliarios. Voy a cacerías y seguiré yendo, pero no volveré a matar a ningún animal. Carlos ha hecho posible que me interesen otras cosas que no sean exclusivamente la casa y los hijos. Me transmite cultura y su sensibilidad. También he aprendido de él a ser una persona más abierta y tolerante".
Pero no es oro todo lo que reluce. Algunos periodistas recordaban que pronto surgió la incompatibilidad entre la intensa vida social que deseaba la marquesa y la existencia del marqués, un hombre de campo cuya economía tampoco vivía su momento más boyante entonces. Fue en 1984 cuando los rumores de crisis matrimonial que ya se habían extendido por Madrid un par de años antes empezaron a tomar cuerpo. Lo que nadie se atrevió a comentar en un principio es el nombre de la persona que ya había sucumbido a los encantos de Isabel. ¿La razón? Que se trataba ni más ni menos que de Miguel Boyer, que entonces estaba aún casado y pronto se convertiría en superministro de Economía y Hacienda. Pero esa es ya otra historia.