Imagina a la mujer más elegante de nuestro país enamorándose como una adolescente de uno de los ministros claves del gobierno socialista de los años 80. Una pareja de lo más improbable que se conoció de una manera aún más improbable todavía: ante un plato de lentejas. Así fue cómo Isabel Preysler y Miguel Boyer hicieron tambalear sus respectivas familias y apostarlo absolutamente todo al amor.
En 1982 las comidas en casa de la periodista Mona Jiménez eran el ‘place to be’. La comunicadora juntaba en su hogar madrileño a lo más granado de la intelectualidad contemporánea, gente interesante de cualquier sector y personajes imprescindibles para los medios. Algunos acudían solos y, otros, en parejas. Como fue el caso de Isabel, que fue con su entonces marido, Carlos Falcó, y Miguel con mujer, Elena Arnedo. En una de aquellas comidas, mientras soplaban al plato de legumbres, contaban anécdotas y se reían con las ocurrencias de los otros, Isabel posó su interés en Miguel y este hizo lo mismo. Ahí empezaba una relación tan furtiva como pasional. Y todo bajo la mirada despistada de sus respectivas parejas.
El amor secreto de Isabel Preysler y Miguel Boyer
Los dos matrimonios se hicieron buenos amigos. Carlos e Isabel invitaron a los Boyer Arnedo a algunas de sus fincas, y, como los encuentros parecían saberles a poco, también pasaban juntos las vacaciones. Aquel verano de 1983, todos pasaron unos días estupendos en Ibiza; pero Preysler empezaba a sentir que esa simpatía hacia el socialista era mucho más que simple interés… “Me fascinó”; ha reconocido en alguna vez. El político, con una de las mentes más brillantes de cuantas ha contado el partido de la rosa, cautivó a la cultivadísima Isabel. “Lo sentí muchísimo por Carlos, pero me enamoré”.
Isabel Preysler emplea el verbo fascinar y, cuando lo recuerda, el corazón y la boca se le llenan de profundo sentimiento ante el que fue, sin duda, el amor de su vida. Su matrimonio con Julio, torpe, precipitado y triste, en ocasiones le enseñó lo que no quería de una pareja; mientras que al lado de Carlos pudo volar libremente y conocerse mucho mejor a sí misma, definirse como persona. Aún se casaría una tercera vez y con el hombre que más absorta ha conseguido tenerla. Su conversación, ágil, entretenida e inteligente, hizo que Isabel quedara completamente enganchada al encanto de este padre de familia de dos hijos.
Las citas a escondidas de Isabel Preysler cuando aún estaba casada
Y empezaron a verse ellos solos. Sin los respectivos, claro. Porque Isabel Preysler y Miguel Boyer ya comprendían que lo que pasaba entre ellos trascendía la simple amistad entre matrimonios. Primero fueron almuerzos en restaurantes apartados del centro y con poco tránsito, en los que poder pasar desapercibidos. Después llegaron las cenas y, tras las citas nocturnas, las escapadas como amantes.
Citas furtivas en las que se jugaban absolutamente todo, puesto que ninguno había dejado a su pareja y, además, eran personalidades muy reconocidas, aunque cada una su campo. Si viajaban, lo hacían usando nombres en clave, no querían poner en riesgo ni su identidad ni todo lo que les rodeaba. Primero por el miedo de ser descubiertos y, después, por si el golpe de realidad podía romper su fabulosa burbuja de romanticismo. Llevan tres años viviendo este amor furtivo, que se había empezado a convertir en el amor más sólido de la vida de Isabel.
Así se separó Isabel Preysler de Carlos Falcó
En verano de 1985 todo saltaba por los aires. Había llegado el momento de hacer un salto al vacío y apostar, ya sin red de seguridad, por su amor. Cada uno habló con sus respectivas parejas. Habían llevado una doble vida y no querían seguir ocultándose, deseaban, al fin, vivir su relación en la luz. No fueron conversaciones fáciles. Isabel Preysler, presa de la culpa, siempre quiso ayudar en todo a su ex, Carlos Falcó. Cuando tuvo problemas económicos, ahí estuvo la chequera de la filipina. Al fin y al cabo, ella era la que tenía la auténtica posición acomodada, aunque el otro tuviera título nobiliario...
Isabel Preysler y Miguel Boyer: boda, hija y hogar
Un día Carlos Falcó salía de la casa de Isabel, y, al siguiente, Miguel Boyer se instalaba junto a su amada. 'Tito Miguel', ya era una realidad para Tamara Falcó, que veía a su madre completamente entusiasmada. Y más aún que tendría que estarlo...
El 2 de enero de 1988, en un enlace de lo más privado y por lo civil, Isabel Preysler y Miguel Boyer sellaban sus caminos a golpe de 'sí, quiero'. Una boda discretísima de la que los medios supieron una vez los contrayentes hubieron firmado. Se distribuyó entonces una fotografía oficial de los novios, ella de negro y él de traje, para evitar las especulaciones sobre una posible exclusiva. Su relación con la 'reina de corazones' ya le había generado suficientes críticas al político como para ahora, además, negociar con su casamiento.
En primavera del siguiente año su felicidad se vería colmada con su primera (y única) hija en común. Para Miguel Boyer, Ana era su tercera, pero para Isabel, su quinta. Con ella dejaron de sumar miembros a su completísima tribu familiar. Se dedicaron a viajar, a disfrutar, a construir una casa que fuera la envidia de todos; pero, por encima de todo, que pudiera ser compartida. Ya para siempre sería su hogar, el lugar de referencia para Tamara y Ana, y al que siempre podrían regresar.
Isabel y Miguel, unidos hasta el final
El amor les duró toda la vida. Miguel Boyer falleció el 29 de septiembre de 2014, una fecha especial, el día de su santo. Fueron más de treinta años de romance, de entrega y de estar al servicio del otro. Cuando el político sufrió un ictus, su mujer se convirtió en una extensión de él, llegando y haciendo aquello que él no podía. Siendo su mejor compañera. No se achantaron ante las dificultades, no obstante, sabían lo que era iniciar un romance con todo en contra.